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Oscar Ángel Agú

Oscar Ángel Agú.

En la confluencia de la Filosofía y la Literatura.

Desde 1987: mayor expansión .

Más Obras y Distinciones.

2003 – Páginas voladoras.

2006 – Primer diálogo entre miradas.

2007: Atardecer y “Territorios compartidos”.

 

Oscar Ángel Agú.

Nació en septiembre de 1947, en Hersilia, provincia de Santa Fe, Argentina.  Profesor de Filosofía egresado de la Universidad Católica de Santa Fe. Reside en la capital santafesina desde marzo de 1965; trabajó en el banco provincial luego pasó a la administración pública provincial. Ejerce la docencia en escuelas de enseñanza media para adultos (bachillerato acelerado).

En la confluencia de la Filosofía y la Literatura…

Integrante de la Comisión Directiva de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) filial Santa Fe, fue presidente durante dos períodos consecutivos y ha integrado jurados en concursos literarios regionales y nacionales.

Poeta. Integró el “Grupo Orión” -socios de la SADE-,  junto a Oreste Abiatte; Ladia Banthar, Teresa Guzzonato, Estelia Soto-Jourdán, Marta Russo y Alba Yobe de Ábalo.  El 16 de diciembre de 1985, ese grupo y el “Grupo Diez” de artistas plásticos, presentaron una “Muestra de Poemas Ilustrados” en el entonces “Correo Central de Santa Fe”, con auspicios de “Encotel – Argentina”.

Oscar Agú, en el “Congreso de Filosofía del Litoral” presentó “Filosofía y  Mundo contemporáneo”. Fue vicepresidente de “Talleres de la Cultura “ de Santa Fe (de breve duración).

Desde 1987: mayor expansión …

En octubre de 1987, puso en marcha como “editor responsable”, la revista de divulgación cultural gratuita La red –una página en tamaño doble oficio, plegada- colaborando Teresa Guzzonato, Sergio Hechim y José Luis Bermúdez.  Se destaca un texto con ilustración: “Aquí comienza el sobrevivir (texto de la carta enviada al presidente F. Pierce por el cacique seatle)-1897” (sic), que concluye así:

“…cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambre parlante.

¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila?. Despareció.  Así termina la vida y comienza y sobrevivir.”

 

Al concretarse la edición del Nº 2, reiterando el logotipo creado por Sergio Hechim, se mencionan como colaboradores Teresa Guzzonato y Horacio C. Rossi, quienes siguieron cooperando en sucesivos trabajos. Con esa publicación se entregó un “Anexo: homenaje a Haroldo Conti – La balada del álomo carolina. En el Nº 3, de septiembre de 1990, Oscar Agú expresó:

“Convengamos que la poesía es una dura piedra tamizada de musgos poblados de voces, de tiempo detenido, aullando quedamente en el corazón del hombre.  Está allí, golpeando, librando una batalla apocalíptica, opacando lo perverso con sus letanías de siglos, con sus hombres enarboladores de la rima.”

En la primera página del siguiente volumen, se preguntó y nos preguntó:

“¿Estaremos a punto de brincar sobre nosotros mismos, acrobáticamente, creando en el saldo la red que nos contendrá…?”

Desde el parque”… necesitó confesar:

“No busquen la rima en mí.  No la poseo.  Mis poemas son apenas imágenes que se me escapan con las palabras y nunca logro su plenitud; por ello insisto día a día en escribir para poder ser fiel al impacto que ellas me producen.” /…/

“Cuando uno de mis poemas es leído por otro tengo la sensación de que ya no me pertenece; que lo único que hice fue ser un instrumento de una realidad mucho más profunda que mi limitación humana.”

Colabora en El Arca del Sur, dirigida por Alejandro Álvarez y en esas ediciones, logró publicar en 1994 el cuadernillo Nº 3 “Manantiales” y en 1995, en el Nº 30 Figura de mujer.

En 1996, presentó en público la primera experiencia grupal integrando poesía, música y danza, denominada Destinoamor, puesta en escena en la Sala Cultural del Banco Bica de Santo Tomé.

Más Obras y Distinciones…

1977: El encuentro (compartido).

Desde la desaparecida editorial “Best Seller” de Santa Fe de la Vera Cruz, ubicada en calle San Martín y Vera, en diciembre de 1977 se difundió “El encuentro”,  incluyendo narrativa de Carlos López-González y un extenso poema de Oscar Agú, sin título aunque desde que lo leí necesité reconocerlo como el grito de Cacho Agú…

Ha pasado un cuarto de siglo y siguen conmoviéndome aquellas catorce instancias…  p.51-61.

I

(Al hombre incomunicado)

Paredes mudas,

escritas de tiempo,

vacías de algo.

 

II

Quisiera cantar como cantan las flores,

mas, no puedo.

¿A quién cantar con tantos ojos llorosos?,

¿a quién cantar con tantos cuerpos arrugados?

 

III

Quiero gritar mi grito

para que lo escuchen las sombras de la noche.

Quiero gritar mi grito,

y que él se haga eco en las montañas altas,

de cumbres blancas,

de suelo curtido

como el hachero.

Quiero gritar mi grito,

y que cualquier paloma

o esa paloma,

lo engarce en su pico

para sembrarlo

en el surco profundo

de los hombres caminos.

Quiero llenar con mi grito,

las copas de los árboles

para asustar los pájaros

que emprendan vuelo.

Quiero ser grito

en la luz negra de los ojos,

y volverme eco en las gargantas rojas,

y volverme fuerza en las manos rotas,

y volverme camino en los pies sufridos.

 

IV

Ante la aurora me asombro

como un niño a  lo nuevo.

¡Cómo quisiera hacerlo ante el hombre!

Y sólo suspiro.

Felices los infelices

porque la aurora será de ellos.

El atardecer recogerá residuos de los que se creen

y su sombra caerá

para sumergirlos en el reino de los ciegos.

¿Qué amanecer nos espera?

si no sabemos descifrarlo.

¿Qué noche nos tocará?

si nunca la vivimos.

Y nuestra sed no será saciada.

Reducidos nuestro ser a tener,

y así somos máquinas.

Máquinas que producimos

que rendimos

que fabricamos.

¿Y el otro?

Ese que se nos presenta

rompiéndonos esquemas,

pidiéndonos ayuda,

o un rato de compañía o un poco lo que soy

para poder él ser.

O, ¿acaso no necesitamos de él?

El amor no cuenta,

porque no produce.

La entrega es una pérdida de tiempo.

Y el amanecer se avecina.

 

V

 

Te acordás cuando niños

Creíamos que la luna era un agujero de la noche

y los grandes, pobrecitos, se reían de nosotros.

Temíamos al mendigo,

a ese hombre pobre

que vivía de lo poco de muchos

implorando las sobras de pocos.

Mas hoy tenemos los ojos llenos de sombras

y queremos cargarlos de luz.

Mil hombres que necesitan,

cien villanos que nos odian,

mil sonrisas se nos acercan,

miles de manos nos claman.

Te acordás cuando niños,

las sombras no poblaban nuestros ojos,

mas crecimos

y, en el mundo desigual de los grandes,

sufrimos.

Te acordás cuando niños

gustábamos reír al viento

dejar que la lluvia jugara en nuestros rostros;

saltar pozos imaginarios,

volar hacia las estrellas con alas de pájaros,

empacharnos de chocolate,

correr en los lugares prohibidos

o darles la mano

o brindarles una sonrisa

o temer por sonseras,

a los niños,

a los grandes,

a los viejos.

Mas hoy, miro tus ojos,

y veo mis ojos en los tuyos

y siento tus ojos en los míos

llenos de sombras que queremos borrar

para seguir siendo niños en el árido mundo de los grandes.

……………………………………….     (Fragmento)

(1977, el año de aquella publicación, desde otro continente Julio Cortázar expresó:

“Amor 77.

 

Y después de hacer todo lo que hacen,

Se levantan, se bañan, se entalcan,

se perfuman,

se peinan, se visten, y así progresivamente van

volviendo a ser lo que no son.”

Poema reiterado en “La Red Nº 3”, septiembre de 1991.)

 

1985: Desde el parque. (Dedicatoria: “A mi esposa – A mis hijos.”

Prólogo de Oreste Abiatte.)

En nuestra biblioteca, con este mensaje:

“A mi amiga Nidia. Cacho. 2-X-85”

En sucesivas páginas, necesitó decir:

“La libertad sin el amor se asemeja a un pájaro sin alas: no emprende vuelo.” /…/

“AYER, NO MAS / Ayer, no más, me vestí de pájaro. / Y me hundí en el cielo, / libre.”

1985: Poemas en “Ronda Literaria – Antología Poética – Selección 1985”, edición de Augusto Zorreguieta en Lomas de Zamora (Bs. As.) Incluyó el poema sin título: “I. María. La dulce María” (tres instancias, p. 15 a 17) y “Un poema” (p.18).

Dic.1986: Cadencias.

Opúsculo, ejemplares numerados y dedicados: En el Nº 38 está manuscrito: “Nidia: más allá del tiempo, de sus luchas, de sus dulzores o sinsabores, con amistad te acerco estas Cadencias. Cacho –Feb-87-”  En esas páginas, la síntesis que tiene resonancias:

“La percepción de lo esencial / es una talla sin palabras.”

“Tal vez el sauce llore por una ausencia…

No / atreví / la / pregunta.”

“De qué justicia me habláis, / hombres doctos, / si aún / persiste media humanidad / mendigando a la otra mitad?”

1987: Bajo un cielo de ojos

(Poema 23, en Desde Santa Fe… para los niños. Edición CEL – Círculo de Escritores del Litoral- y Subsecretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe; apoyo al subprograma Encuentros con Escritores en las Escuelas (Plan Cultural del MEC 1984-1987).

“Eras un cementerio de hierro / con trinar de pájaros / olvidados tus servicios. //  Hasta que no sé que funcionario / te envolvió de magitravesuras / sobre rieles del universo niño, / asomando tu pasado / en esa pintura nueva. / Y supongo / las manos obreras que te armaron con su anonimato, / tu vientre palpitante, al rojo vivo, / marchando rieles, / exhausta de carga, / herida de esfuerzo.  / Y supongo los foguistas, / gringos, tal vez, en tus comienzos, / con su piel curtida, / sus ojos sufridos de adentro. / Y supongo el ‘novamás’,  y el abandono. / Hasta que ese funcionario, / locomotora, / te puso bajo un cielo de ojos, / allá en la costanera.”

(Ubicada en la costanera santafesina, para que la miraran o se treparan algunos niños… También hacia el oeste, un furgón pintado y decorado, cerca del Boulevard Pellegrini sirvió como bar y espacio de reunión de poetas y personas entusiasmadas con más palabras y más Literatura…)

  • 1989: Paisajes de Luz.
  • 1991: Disolución de límites.

“Disolución de Límites. / Los elementos se  disuelven en toda su gamada infinitud.  Y convergen.  Vocación sin fin que brinda armonía a la danza.  Somos, apenas, una convergencia que se reintegrará.  Una convergencia luminosa. / Con qué vanidad tonta puedo esgrimir posesión?.  He de morir consciente de que no muero.  No pierdan su tiempo, amigos míos en llorar.  Saluden a los prados, a las montañas, a los insectos, a los hombres en mi nombre, que es el nombre de ellos.  /Cuando este viejo planeta quede flotando inerte en el espacio, se irá lentamente disolviendo y aconteceré en otra galaxia o en algún errabundo cometa.  Ser mineral, viajero del espacio.  Recorreré la casa de los dioses, tal vez sin preguntas, tal vez con todas a cuestas.  Y no seré yo.  Me habré disuelto infinidad de veces compartiendo mi cuerpo ya visceralmente compartido. /  Y la tierra ventral se disolverá y dirá, probablemente, lo mismo que yo ahora.  Y sabrá que es disolución de otras disoluciones.  Con Amor, infinito Amor.”

              (En el Nº 3 de El Arca – Periódico Cultural de bolsillo”, mil ejemplares de distribución gratuita en la vía pública y en todas las casas auspiciantes”. Dirección Alejandro Álvarez; co-dirección Natalia Carossi.):

  • 1994: Seleccionado e incluido en la antología Caminos de Plata (edición Fundación Banco Bica, Santo Tomé, Santa Fe, Argentina.)
  • En Silencio a cinco luces (edición de autor.)
  • 1995: En Decantología (edición de autor.)
  • 1996: Crónica de una herencia. Santa Fe, ediciones “El Arca del Sur”, Mayo de 1996. Prólogo: Gastón Gori.

“/…/  Ahora, en esta ‘CRÓNICA DE UNA HERENCIA’, seguramente el poeta (quizá más acertado sería decir, el hombre) sintió el claro llamado y profundo de su propia vida y de su procedencia como ser humano.  En ese instante inevitable de nuestra existencia en el que meditamos sobre nuestras raíces, cuando los recuerdos quieren clarificarse con el conocimiento de nuestros ancestros y padres, madres y abuelos cobran otro sentido.  Agú ha sentido en su interior la voz del abuelo piamontés y ha creado con ella el poema clave para todo el libro, el punto de partida, la reconstrucción poética de una vasta conjunción de hechos similares a aquellos que hicieron historia en la Argentina,  pero uno y único y casi un símbolo en el canto imaginado del abuelo piamontés.” /…/

Crónica de una herencia (a mi padre)

Allí se acunan las historias

con ojos azules de mar y lino

de ternura

y miedo.

Porque lo brutal era comensal del campo

desde el sol a la siembra

de siembra a la cosecha

y vuelta al arado

con un breve visteo a la escuela.

Porque lo brutal era el miedo de los hijos

y la ternura ese aleteo de pájaro nocturno

que se posaba en un beso de madre,

de mujer arruinada por trabajos hombrunos

que tenía su tiempo

para espantar los miedos.

 

Era brutal el campo, me dice el viejo

y apenas era un niño.

(p. 21)

 

1998: Luz inagotable (Antología editada por SADE Filial Santa Fe y Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral.)

“I. MIS MANOS ARDEN.

Arden. Mis manos arden de fuegos ancestrales.

El tiempo  es una pasión que nos alimenta

llama votiva remontando la sangre.

Este, que soy yo, ardiéndole las manos

de esta manera tan singular no puede,

no debe, quizás no, olvidar la levedad

la transparencia, la fragilidad de la célula primera,

que aún remotamente fluye

arde livianamente en la punta de los dedos.

 

Un temblor de asombros amanece y espero.”   (p.19)

 

Aproximaciones de Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

Primavera de 2003.

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2003 – Páginas voladoras…

Cacho Agú y su amigo Horacio Carlos Rossi, perseverantes en el propósito de difundir la literatura santafesina, durante sucesivos encuentros empezaron a entregar las páginas voladoras reconocidas como LUZAZUL

Así fue como por primera vez, los poemas de María Amelia Schaller y de Mirna Guerrero. Esa raíz es nutriente de la savia y así es como nacen los brotes

 

Mirna Guerrero

Reside en Santo Tomé

Noviembre/Diciembre 2003

(2007: residente en Misiones…)

María Amelia Schaller

Reside en Esperanza

Noviembre/Diciembre 2003

(co-fundadora e integrante del MEL…)

 

2006 – Primer diálogo entre miradas…

Convocada por Cacho y Horacio mediante mensajes por  correo electrónico para compartir otro encuentro en La Casa del Sur, en la capital santafesina, conocí a Mirna y a María Amelia Schaller durante la presentación de…

…Vuelo literario de veintitrés autores santafesinos:

 

Agú, Oscar Ángel

Alassia, Ángel

Ballanti, Alicia L. de

Barbosa, Efraín

Burguener de Castañeda, Julia Elena

Campana de Olivares, Teresita Beatriz.

Capellino, Verónica M.

Carou, Nelly Bertha

Doyharzábal, Danilo

Guerrero, Mirna

Guzzonato, Teresa Beatriz

Heredia, Guillermo

Larcher de Tejeda, Belkis

Lobaiza de Rivera, Lidia Esther

Nari, Fortunato E.

Quinteros, Estrella

Quinteros, Susy

Quiróz, Sebastián

Rossi, Horacio C.

Russomanno, Mónica Graciela

Schaller, María Amelia

Silvala, Erasmo Hugo

Torales, Santiago.

 

En esas circunstancias expusieron sus obras diversos artistas y en la tapa de esa antología está reproducida una obra de Zulma Molaro (arte digital).

“A modo de presentación”, en la tercera página, lo expresado por María Amelia, Horacio, Oscar y Sebastián Quirós de Esperanza.

 

(Estoy elaborando una síntesis sobre esa significativa iniciativa con algunas señales referidas a ese encuentro y posteriores vínculos…)

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2007: Atardecer y “Territorios compartidos”…

Hoy, miércoles 29 de agosto de 2007, una vez más con la necesidad de seguir su camino hacia la Facultad, llegó Cacho Agú para entregarme el primer libro editado por su amada Zulema Estela Saus.  No pude estar en el encuentro en La Casa del Sur, el viernes 24 a las 20, para celebrar ese logro precisamente en el año de su sexagésimo cumpleaños…

Aquí, más señales.

Nos estábamos despidiendo cuando le comenté que había estado releyendo algunas ediciones de EL  ARCA antes de guardarlas con una faja en el anaquel pertinente y así fue como recordó que tenía la última edición en el auto.

Aquí, la reproducción de la tapa y de la primera página.

 

 

En la quinta página, impreso el poema Miren cómo sonríen (Violeta Parra del disco Canciones reencontradas en París.)

 

Miren cómo sonríen los presidentes

cuando le hacen promesas al inocente.

 

Miren cómo le ofrecen al sindicato

este mundo y el otro los candidatos.

 

Miren cómo redoblan juramentos

pero después del voto, doble tormento.

 

Miren el hervidero de vigilantes

para rociarle flores al estudiante.

 

Miren cómo relumbran carabineros

para ofrecerles premios a los obreros.

 

Miren cómo se visten cabo y sargento

para teñir de rojo los pavimentos.

 

Miren cómo profanan la sacristía

con pieles y sombreros de hipocresía.

 

Miren cómo blanquearon mes de María

y al pobre negrearon la luz del día.

 

Miren cómo le muestran una escopeta

para quitarle al pobre su marraqueta.

 

Miren cómo se empolvan los funcionarios

para contar las hojas del calendario.

 

Miren cómo gestionan los secretarios

las páginas amables de cada diario.

 

Miren cómo sonríen angelicales

miren cómo se olvidan que son mortales.

 

Evoco nuestro breve viaje a fines de la década del ’70 con el propósito de descansar en Capilla del Monte y rememoro las salidas nocturnas para ir a comprar el diario El Litoral a una librería ubicada en mitad de una cuadra, en la techada avenida Buenos Aires

Como podía hacer en aquel tiempo, estuve observando los libros ubicados en los anaqueles más bajos y algunos colocados en forma tal que no veía los lomos

Así fue como retiré uno con el título Décimas de Violeta Parra –Ed. Pomaire, Barcelona, 1976) y me acerqué al señor que estaba sumando lo comprado por mi amado amante preguntándole el precio.

Cuando vio el libro, dijo: “-Deme, señora, deme…” y lo colocó con la contratapa hacia arriba.  Enseguida respondió cuánto costaba y al confirmarle mi interés, respondió:

“-Ya lo voy a envolver señora… ya se lo traigo…”

Y así cautelosamente vendió uno de los tantos libros prohibidos.

Seguimos caminando hacia la estación del ferrocarril y con palabras breves interpretamos el nerviosismo del dueño…

Me acerco al segundo anaquel y retiro esa obra que en la solapa tiene impresos unos versos de Pablo Neruda a Violeta Parra:

“¡Ay, qué manera de caer hacia arriba

y de ser sempiterna, esta mujer!”

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En esta confluencia, dejo otra señal: “El árbol de la vida”.

 

 

Es la ilustración incluida en la página siguiente al poema que termina con el verso:

“y el vaivén de los puertos”.  [1]   p. 160

 

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Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

[1] Parra Violeta.  Décimas de Violeta Parra. Barcelona, Editorial Pomaire S. A., 1976. Libro que hallé en un kiosco situado en la avenida Buenos Aires de Capilla del Monte, a fines de la década del ’70.  Estaba ubicado en un bajo anaquel y cubierto con polvillo.  Lo retiré y pregunté cuánto costaba.  El dueño enseguida dijo: “Deme, deme, señora…” y advertí que lo colocaba en otro lugar poco visible, con la tapa hacia abajo.  Cuando le reiteré que quería comprarlo, retiró el libro de ese lugar y fue a envolverlo en un lugar poco visible.  Una vez más, siento el impulso de reiterar los versos que Pablo Neruda dedicó a Violeta Parra: “Ay, qué manera de caer hacia arriba / y de ser sempiterna, esta mujer! (De “Elegía para cantar. 19 de enero de 1970.)

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