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GASTÓN  GORI // Caminos del hombre y de la Humanidad…

GASTÓN   GORI

Caminos del hombre y de la Humanidad.

1915 – 1950  I – Caminos de Luz y de Amor.

Aproximación a una biografía.

La educación pública en Esperanza.

Ecos del Primer Congreso Pedagógico.

Creación de la Escuela Normal Mixta de Esperanza

Experiencias durante su adolescencia.

Algunas emociones familiares.

De la vida escolar.

Conmovedor primer premio.

1936: revista “Esperanza” e iniciativa esperanzada.

Gastón Gori rememora “Obras Poéticas” de Andrade.

Primer Premio Juegos Florales de Venado Tuerto.

1940: tensiones y armonía.

“Anatole France” – Ensayo.

Gastón cincuenta años después.

Entre bibliófilos.

“Bajo el naranjo” – Poemas y relatos breves.

1941: “Sobre la tierra ensangrentada”.

Mahatma Gandhi… un símbolo.

En torno al Derecho Internacional…

“Vencer no sería vencer”.

1942: Gastón Gori insinúa su ritmo literario.

“Mientras llega la aurora” – Poemas.

Valoraciones de otros escritores.

La mágica ronda.

Anécdota sobre una tala.

Españoles… en la poesía de Gastón Gori.

Violencia en el camino hacia la libertad.

1943: “Vidas sin rumbo” – Narraciones.

Acá y allá… más conspiraciones.

Un hombre al margen de una historia.

El podador

Una muerte aleccionadora.

Detrás, las ruinas.

Memoria perdurable.

1945: “Y además era pecoso…” – Cuentos.

Lecturas oportunas.

En torno a las comparaciones.

1946: fecundidad poética.

“Se rinden los nardos” – Poemas.

“Intermezzo de las rosas” – Ensayo.

Vínculos perdurables.

1947: Primer Premio Regional de Historia.

“Colonización suiza en la Argentina” – Ensayo.

“El indio, el criollo y el gringo” – Ensayo.

“La segunda Sociedad de Escritores de Santa Fe.

1948: “Colonización” – Ensayo.

1949: “El camino de las nutrias” – Cuentos.

Señales sobre ese camino.

1950: entre evocaciones y nostalgia.

“Ha pasado la nostalgia” – Ensayos.

Donaciones desde la Biblioteca de la Legislatura.

GASTÓN   GORI

 

Caminos del hombre y de la Humanidad…

1915 – 1950  I – Caminos de Luz y de Amor…

Aproximación a una biografía…

En una progresista localidad donde crecían los trigales, en Esperanza, el 17 de noviembre de 1915 nació Pedro Raúl hijo de Basilio Marangoni -descendiente de friulanos- y de Emilia Saccavino.

Cursó los estudios primarios en la escuela “Aarón Castellanos” -en su barrio del sur, una escuela tan pequeña que la “llamaban de los ratones”- y después ingresó, en la escuela “José de San Martín”.

Su padre tuvo que intervenir para que ingresara en la Escuela Normal Mixta “Domingo Faustino Sarmiento” de su ciudad natal, porque “había un sentido de clase” y no aceptaban la incorporación de estudiantes con escasos recursos.

La educación pública en Esperanza.

En este punto es interesante una mirada sobre la Escuela Normal de Esperanza y su papel en el desarrollo nacional, un cuaderno editado como homenaje a Sarmiento al conmemorarse el centenario de su fallecimiento, Paraguay, en 1888.

El texto es reiteración de lo publicado un año antes en el diario La Capital de Rosario, por Manuel Streiger.

En la recién instalada colonia Esperanza  -como lo ha destacado Gastón Gori-, los inmigrantes defendieron su idioma y sus costumbres con tenacidad admirable y preferían estar un poco más aislados pero seguir hablando la misma lengua de sus padres, aunque comprendiendo que sus hijos necesitaban insertarse en grupos sociales más amplios, ya en 1861 empezaron a enviarlos a la escuela que en 1861 inauguró el regente Juan Gaspar Helbling y que atendía a aproximadamente cien alumnos de ambos sexos.

Señaló el esperancino Evaristo Stessens que “los niños de 8 a 14 años estaban obligados a asistir a la Escuela Municipal mediante el pago de dos reales por mes para sostener al preceptor.” Funcionaban en distintas localidades argentinas escuelas privadas, pero así como se aportaban subsidios para esos servicios, era imprescindible impulsar la educación pública, de gestión oficial, gratuita.

Ecos del Primer Congreso Pedagógico…

Domingo Faustino Sarmiento fue el impulsor del Primer Congreso Pedagógico inaugurado el 10 de abril de 1882, cuando la Argentina aspiraba a ser un país en creciente desarrollo social, político y económico. En consecuencia, entre continuas disputas acerca de si la población escolar debía ser mixta o si correspondía que fuera separatista, se escuchaban voces a favor de que se les impartiera determinada doctrina religiosa mientras otros grupos insistían en que la educación en las escuelas oficiales debía ser laica  y que podrían dictarse clases de religión fuera del horario escolar.  Mientras tanto, las familias de los nativos y de los inmigrantes, seguían esperando la decisión oficial que les asegurara para todos sus hijos, una eficaz instrucción y una oportuna formación profesional.  Como lo señaló Gastón Gori, entre los años 1882-1884, “mientras en la sociedad y en la economía se imponía un modelo semejante al camino prusiano, en la educación se adoptaba el modelo norteamericano”.

En consecuencia, Gastón advierte que “la burguesía después de mediados del siglo XIX necesitaba mano de obra instruida, convirtiéndose en la defensora de la cultura popular. Las industrias, los ferrocarriles, los nuevos y viejos latifundistas tenían urgencia de mano de obra competente que se recluta con la inmigración.  El ingreso de más de un millón de hombres que harían lo que se llamará la prosperidad del país, no debía entorpecerse con trabas impuestas a la libertad de cultos y a esta necesidad urgente obedece la exclusión de la enseñanza obligatoria de la religión en las escuelas.”

Creación de la Escuela Normal Mixta de Esperanza

El 22 de enero de 1895, por renuncia del presidente Luis Sáenz Peña asumió ese cargo el Dr. José Evaristo Uriburu y al año siguiente, el 9 de julio de 1896 se inauguró el anhelado curso normal en la cuna de agricultura; en la casa perteneciente al señor Alfredo Defagot; con la dirección de Froilán Soria dispuesto a cumplir la consigna: … argentinizar a Esperanza, esa tierra que había sido primero de aborígenes que fueron reducidos o desplazados y que fue repoblaba con inmigrantes, con agricultores de distintas nacionalidades.

Comenzó a funcionar la Escuela Normal Mixta de Esperanza y entre los pobladores continuaron los comentarios en torno al pecado capital que significaba la educación mixta para algunos.  El talentoso Aníbal Ponce, ha destacado que: “Lo que Sarmiento anhelaba a través de largos años de batalla, no era la educación accesible únicamente al privilegio, sino una educación ampliamente difundida que levantara el nivel de las clases populares”. Entendió los motivos que determinaron que “la Sociedad de Beneficencia entrara en conflicto con un hombre cuyos ideales de cultura femenina resultaban espeluznantes herejías en aquel criadero de sabandijas devotas” aunque los hechos posteriores justificaron la decisión, porque es lógico –por naturaleza y necesaria convivencia-, que los niños así como son criados inicialmente junto a hermanos de distinto igual o distinto sexo pueden seguir juntos para completar la imprescindible educación hasta la adolescencia.  Los evidentes resultados posteriores, eximen de cualquier otro argumento.  El desarrollo que se avizoraba, requería que se incrementaran esos esfuerzos y que además se impulsara la educación secundaria: humanística y técnica.  El 8 de setiembre de 1904 se colocó la piedra fundamental para la construcción del edificio de la Escuela Normal Mixta de Esperanza.  [1]

La discriminación señalada por Gastón como una actitud deplorable dos décadas después, resulta incoherente con el pensamiento de Sarmiento y con el de cualquier persona que sepa interpretar los derechos humanos.

Durante la presidencia de facto del General Edelmiro J. Farell, el 6 de septiembre de 1945 aprobaron que la Escuela Normal Mixta llevara el nombre del ilustre sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento.

Es grato saber que Gastón Gori, ex-alumno destacado de esa institución educativa, escribió un ensayo breve sobre la historia de esa escuela, con motivo del septuagésimo quinto aniversario de la creación…

Experiencias durante su adolescencia…

Pedro Raúl Marangoni,  concluyó el nivel secundario en el Colegio Nacional Simón de Iriondo de Santa Fe de la Vera Cruz y obtuvo los títulos de maestro y bachiller.  Es interesante tener en cuenta que en su madurez, ha expresado que “la escuela secundaria fue otro martirio hasta cuarto año”, cuando sólo rindió Francés.

Conforme a la ley de enrolamiento se le otorgó la libreta Nº 2.380.010 DM. Santa Fe.

Admiraba al reconocido doctor Lisandro de la Torre y fue uno de los fundadores del Centro Juvenil Demócrata Progresista, en Esperanza.

Durante la guerra civil Española (1936-1939), integró organismos de ayuda al pueblo español en lucha contra el fascismo y es oportuno tener en cuenta lo que expresó bajo la bignonia en el segundo año de la última década de ese siglo:

“…el hecho trágico de la Guerra Civil española, el asesinato de García Lorca, la conmoción que produjo en el mundo fue tan intensa que se previó una futura guerra mundial, porque en España confluían dos corrientes muy fuertes: por un lado las naciones comunistas, la Unión Soviética y por el otro el nazismo y el fascismo que iban a pasos agigantados, aparentemente para conquistar el mundo.  Esas dos fuerzas, más las democráticas y las de extrema izquierda, la monarquía y el Carlismo, producen en España este fenómeno tan trágico que fue la Guerra Civil Española.”  [2]

En 1946 comenzó la carrera de Abogacía en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales dependiente de la Universidad Nacional del Litoral. Egresó con el título de abogado en 1954, siendo oportuno expresar que en ese tiempo, los estudiantes se presentaban a los exámenes en calidad de libres.  Pedro Raúl Marangoni,  ejerció esa profesión durante varios años y como él mismo lo ha expresado en distintas oportunidades, esos conocimientos hicieron posible el desarrollo de sucesivos ensayos relacionados con la tenencia de la tierra -el latifundio-; los abusos de compañías extranjeras -la explotación abusiva del quebracho colorado y de los obrajeros-; la injusta persecución a las personas de menores recursos -legendarios vagos y mal entretenidos-, entre tantos otros aportes de Gastón en defensa de los intereses nacionales y de los derechos humanos.

Padre de Raúl y de Mónica Marangoni.  Charito –su esposa Elda Rosaura Campana- es su compañera en cualquiera circunstancia.  Su hogar -en calle Laprida 3541 en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz-, ha sido cálido ambiente para compartir diálogos, como han expresado en distintas publicaciones.  [3]

Algunas emociones familiares…

Los abuelos paternos de Pedro Raúl llegaron a la Argentina desde el Friuli, con dos hermanos, todos analfabetos; con los mínimos recursos y ese dato es una señal significativa, porque en su obra ha sido una constante revelación, lo atinente a  los inmigrantes y a la valoración de los esfuerzos que tuvieron que hacer, para adaptarse a diferentes circunstancias.  La abuela paterna era muy alta, y después de terminar con sus tareas diarias se dedicaba a hacer muñecas de trapo.

Gastón ha expresado que cuando murió el primero de sus tíos paternos debido a una epidemia de viruela, era tal el temor entre los vecinos que se aislaron de ellos, de manera que su abuelo tuvo que construir el ataúd para su hijo y solo, llevarlo al hombro hasta el cementerio; después murió otro hijo.

Los abuelos paternos vivieron sin mayores ambiciones, con “cien o doscientas gallinas, algunas vacas y caballos”, sin preocuparse demasiado por la tenencia de la tierra, quizás porque él era un “ser muy ambulador”, como lo reconoce Gastón; “murió joven, a los cuarenta y ocho años.

Basilio Marangoni siguió creciendo junto a sus hermanas Emilia y Amalia y después, formó su familia casándose con Emilia Saccavino.

Fue un padre excesivamente severo; basta con leer algunas páginas de Y además era pecoso para interpretar los límites de su tolerancia, pero también sabía contar cuentos referidos a personajes que vivían en Esperanza.

Cuando nació Pedro Raúl, don Hipólito Yrigoyen era el presidente de los argentinos desde 1916 y había nombrado a Marcelo Torcuato de Alvear, “ministro en París, cargo que desempeñó cinco años”.

Basilio Marangoni como ha relatado su hijo Pedro, se interesaba por la política -¿cómo no hacerlo?-; era radical, Yrigoyenista; fue herrero en la fundición de Schneider y dejó de trabajar en una época de huelgas.

Esa circunstancia es probable que haya contribuido a despertar en su hijo ese afán de observar detenidamente la realidad, censurar las injusticias y preocuparse por los problemas sociales.  Es interesante tener en cuenta que Gastón ha expresado que las relaciones con su padre mejoraron cuando él tenía veinte años.  Ha rememorado también que don Basilio padecía del corazón: – “Murió en mis brazos y, lo último que habló, fue referido a mi persona.”

En cuanto al abuelo materno -rememoró su hijo-, era un hombre “muy inteligente” y hablaba varios idiomas; hábil para ganar dinero, pero en aquellos tiempos las necesidades obligaban a pedir préstamos hipotecarios y así era como se iban perdiendo los bienes.  La abuela materna aunque pertenecía a una familia con más recursos, era analfabeta. Tampoco su hija Emilia Saccavino aprendió a leer y escribir, pero era muy intuitiva; tenía una voz agradable, se dedicaba a las tareas de su hogar, sabía hacer dulces -mermeladas- y “cantaba hermosamente” -recuerda su hijo Pedro Raúl,  nuestro admirado Gastón.

De la vida escolar…

La escritora Silvia Braun de Borgato, transcribió algunas expresiones de Gastón bajo la bignonia y así es posible saber que su primera maestra “le llevaba la mano para escribir.  Escribían en pequeñas pizarras, con unos lápices de mineral blando. ‘Se llamaba Aixa Gudiño, tía de Eduardo Gudiño Kieffer.  Se acercaba a nosotros y, por supuesto, a mí, nos tomaba la mano para que hiciéramos buena letra, que era la cursiva inglesa.  No había libertad como ahora para hacer los trazados.  De los palotes inclinados hacia la derecha, me acuerdo perfectamente bien.’ Tiene muy presente el deletreo y su sorpresa cuando, cierta vez, descubrió como se armaban las palabras.”

El memorioso y sensible Gastón, no duda al afirmar que “asocia la escuela con un gusto a leche quemada” e insiste: “… nos daban un jarrito de leche siempre quemada.  Supongo que sucedía porque la hervían en tachos grandes y el fondo no alcanzaba a calentar la leche que esta arriba mientras que, la de abajo, se quemaba’.”

Cuando Silvia bajo la bignonia, le preguntó sobre sus experiencias en el segundo grado, dice que nada recuerda, ya que lo repitió debido a dificultades en Lenguaje y Matemáticas, quizás por problemas de salud ya que padecía dolores de oído, y aún “recuerda haber concurrido a la escuela con un pañuelo atado sobre la cabeza”.  En tercer grado fracasó en el test basado en el dibujo de una cebolla: “Creo que los tests no tenían significado, o yo quería ser muy original, quería salirme de las cosas y hacer algo distinto, cosa normal en los niños, algo así como un deseo irrefrenable de no hacer lo que a uno le dicen o hacer algo distinto.  Por algo estaba contento cuando entregué la hoja.  ¡Y resulté uno de los peores en inteligencia!”

Por fin en cuarto grado se produjo el milagro y Pedro Raúl Marangoni dejó de padecer, porque su maestra la señorita Barbarita Wagner –”una gran docente”- sabía responder a las expectativas de esos niños que crecían entre animales, interesados por las cacerías, inquietos y curiosos.  Fue su maestro de carpintería -don Vicente Marcuzzi- quien en forma práctica lo ayuda a comprender algunas nociones de Geometría y de Aritmética porque eran imprescindibles esos cálculos para elaborar cualquier modelo y trabajar correctamente la madera.

Gastón se comportaba como una persona tímida, hasta que a los dieciséis años logró evolucionar en tal actitud…

Conmovedor primer premio…

Ha recordado Gastón con su compañero de grado Enrique Arnaldo Roulet -ex vicegobernador de la provincia-, que “el extraordinario Marcuzzi“, el maestro de carpintería, había establecido un premio para el alumno que mejor hubiera trabajado en su clase.  [4]

Aquella distinción consistía en “barrer el salón”, dice Gastón “- ¡Y eso era un orgullo para nosotros!”  Expresó luego: “Cómo hizo este hombre para hacernos sentir que ese trabajo era motivo de orgullo, de honor, no lo sé.  Tiene que haber sido un excelente maestro y un psicólogo de la infancia.  El gran premio era, en realidad, darnos los fósforos para prender fuego y calentar la cola de carpintero.  Con Enrique llegamos a hacer el modelo de un carrito de madera, bastante complejo, machihembrado, llegamos hasta el modelo 20, el último del programa.  Vale decir que sé perfectamente lo que es manejar una escoba en un taller, porque lo hice muchas veces.  Me gustaba mucho carpintería, tanto es así que yo creí que mi verdadera vocación era ser carpintero.  Tallé madera y llegué a hacer un busto de Alem en paraíso.”

1936: revista “Esperanza” e iniciativa esperanzada…

En la cabecera del departamento Las Colonias, estaban organizando los actos para celebrar el 80º aniversario de la fundación de Esperanza y como aún suele suceder, inquietos e inquietantes ciudadanos, “P. Raúl Marangoni -así figuraba Gastón Gori- y Armando C. Bruera dieron a luz una revista conmemorativa titulada ESPERANZA”.  Así lo ha destacado Isabel Heer de Beaugé, en una de sus significativas señales acerca de la historia de la “Colonia de la Esperanza”, fundada por las primeras familias de inmigrantes que llegaron conforme estaba previsto en el contrato firmado el 15 de junio de 1853, entre el gobierno de Santa Fe -don Domingo Crespo- y don Aarón Castellanos; tres semanas después de la solemne promulgación de la Constitución Nacional.

“En la pág. 13 de la misma, puede consultarse la primera iniciativa:

‘Crear en nuestra ciudad un Museo Histórico -Agrícola- Documental, cuyos elementos podrían ser suministrados desde todos los pueblos de Las Colonias, por los habitantes que posean objetos y documentos de valor histórico.’  Y hacen esta reflexión: ‘Claro está, que es tarea a realizarse en poco tiempo, sino a través de años”.

Es verdad, estuvieron acertados.  Fue a través de muchos años. Sin duda, muchos más de los que los autores de la iniciativa habían pensado”.

Es oportuno reiterar -sólo cambiando la puntuación, lo que la historia revela y es que en 1901, “un primer museo en Esperanza, se denominó Museo Colonial, inspiración y obra de su director Cristián Nelson, hombre capaz, dinámico y estudioso” y que al empezar junio de ese año, en la ley sancionada en la legislatura provincial se lo nombraba “Museo de Agricultura de Esperanza”.

Después, sucesivos proyectos -marchas y contramarchas- como sigue siendo casi una tradición entre los gobernantes y legisladores argentinos.

Pedro Raúl y su amigo Armando Bruera, esperancinos esperanzados, sintieron el impulso generoso de dejar más semillas en el surco…

Gastón Gori rememora “Obras Poéticas” de Andrade…

Olegario Víctor Andrade falleció en 1882, al año siguiente de aquella ceremonia donde fue distinguido por su arte, en los primeros Juegos Florales realizados en Hispanoamérica.

Como lo ha destacado Gastón, el poeta y político Andrade desde los tiempos compartidos en el Colegio de Concepción del Uruguay era amigo de Julio Argentino Roca -el entonces presidente la Nación- y de Eduardo Wilde, su ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública.  No hay por qué pensar que esos vínculos gravitaron cuando el Brigadier General promulgó la ley del 30 de junio de 1884, disponiéndose la edición de “Obras Poéticas” de Olegario Víctor Andrade “a cargo del erario público”.

Sobre esa ley y ese libro escribió precisamente Gastón Gori en 1986, con motivo del centenario de aquella edición, una circunstancia que sirve también para comprender que la burocracia es una inmensa maraña, que se generó y sigue creciendo año tras año con mayor vitalidad, desde los albores de nuestro canto de libertad e independencia.

Primer Premio Juegos Florales de Venado Tuerto

Gastón Gori participó en esos Juegos Florales realizados en Venado Tuerto, siendo mantenedores Alberto Mazza y Olaran Chaus.  Presentó el poema Canto a la niñez1- La Oración; II- La Flor; III – La Esperanza y IV – La tragedia y el jurado le otorgó el Primer Premio, el 11 de noviembre de 1939.  Ese poema integra su primer libro de poemas, publicado al año siguiente y titulado “Bajo el naranjo”.

Comenzó la Oración expresando: “Duerme apaciblemente!… / Duerme niño en tu cuna, / que el rezo de la madre se durmió / en la boca, y asoma ya la luna!…” y concluye: “Duerme apaciblemente, / el cielo está tranquilo, / y en sueño perfumado se durmieron / los jazmines, las rosas y los lirios!… // ¡Ah! Que bajen a la tierra / las hadas y los silfos, / que junto a sus juguetes, / el niño está sonriéndose dormido!…”  Ben., p. 11-12

En La Flor destacó: “Todo en ti es inocencia / y es dulzura y pureza, / hasta tu nombre es dulce, dulce niño…”  Terminó cantando: “Si lágrimas, cual gotas de rocío, / humedecen, con sales tus pupilas, / del brillo de tus ojos / brota un sagrado instante de la vida: / maduran el dolor y la sonrisa.” Ben, p.13-14

En el tercer canto, “La Esperanza: Rueda el sol de la tarde / y desgranado, el oro de su luz / en los jardines cae y en los parques… / ¡Los gritos infantiles / se esparcen como arena de los mares!… /…/ ¡Ah! Corre por los parques, / y ríe en los senderos!… / Por los duros caminos de la vida, / ya marchan caravanas / laboriosas, gastadas o sufridas… // Cuando cesan sus luchas agotados, / obreros de la pluma y los del bronce,  / en ti renacen, viven y florecen / ensueños y esperanzas de los hombres; // Y bajan a sus tumbas / por ti, generaciones esforzadas: En las noches brillantes de tus sueños, / los profetas preparan tu alborada. // ¡Ah, corre por los parques, / y ríe en los senderos / donde el sol generoso se derrama!…” Ben, p. 14 y 16.

Por último, está la revelación de la Tragedia: “He aquí que en tu mundo tan risueño, / irrumpieron tropeles / de bárbaros jinetes.  / Ríos de sangre y fuego, / desolación y muerte. // Esfuerzo humano de siglos y siglos / clama, niño, en tu nombre: / que la herencia de un mundo derrumbado / en llamas y despojos, / hará en tu alma profundas las heridas, / tendrás mustio el rostro… ¡Que no brotan ni cantos, ni sonrisas / ni flores donde ardieron los escombros! // ¡En qué instantes de horrores de lágrimas / cantamos tu inocencia, tierno niño; / cuando roncos rugidos de cañones / empujan a los hombres al abismo, / cuando pechos sangrantes de las madres / sollozan tu destino!… // ¡Detente humanidad descabellada, / que junto a los caminos, / de Dios desamparados, / hasta caen los cuerpos de los niños!… // ¡Detente humanidad desenfrenada, / ya bastante han sufrido, / que no caigan las culpas de los hombres / sobre los blancos lirios!… // ¡Detente humanidad, / no es éste tu destino!…”  Ben, p. 16-17

1940: tensiones y armonía…

Al terminar la tercera década del siglo veinte, en la Capital Federal se sucedían las manifestaciones contra el fraude y las denuncias por corrupción. El gobierno nacional envió intervenciones a algunas provincias, para “mantener la pureza del sufragio” escribieron en el diario El Mundo; el gabinete enfrentaba otra crisis; Alberto Barceló hacía oír su voz como caudillo de Avellaneda y candidato a la gobernación de la provincia de Buenos Aires.

El presidente Roberto Mario Ortiz era el resignado protagonista de una prolongada desventura: la diabetes era incontrolable y afectado por el fallecimiento de su esposa, el 3 de julio decidió delegar el poder en el vicepresidente Ramón S. Castillo.  El Congreso Nacional estaba más para investigar que para legislar, porque continuaban las denuncias por diferentes negociados.

Millones de argentinos ni se enteraban de esos hechos, tampoco conocían a esas personas, se sentían muy angustiados porque eran estaban desocupados o muy cansados por las excesivas exigencias de sus patrones.

Entretanto, la palabra seguía convocando…

“Anatole France” – Ensayo

Con Gastón hemos dialogado acerca de su primer libro, publicado cuando tenía veinticuatro años, en la Editorial Porter Hnos, casa fundada en 1910, con talleres en Estados Unidos 1864/66 en la ciudad de Buenos Aires; reeditado doce años después por la reconocida Editorial Colmegna de Santa Fe.

En la revista Claridad se difundió un comentario que fue reproducido dos años después, en las solapas del cuarto libro de Gastón, también impreso en la citada empresa porteña:

“Un libro sobre Anatole France, en momentos en que los acontecimientos más inmediatos y trascendentes parecen condenar, en la patria del autor de ‘La isla de los pingüinos’ y aun fuera de ella, todo interés por su obra a un plano secundario, tiene sin embargo una significación.  Y puede ser para el autor de este libro y para nosotros, la de la fe en la permanencia del espíritu de libertad y justicia, como una llama inapagable en el corazón de lo mejor de Francia: de su pueblo y de sus grandes escritores.  Con ese sentido vuelve sus ojos Gastón Gori, autor de este libro, a la obra de Anatole France.

‘Anatole France’ reúne diferentes artículos sobre el célebre hijo del librero Thibault.  Son artículos aislados, pero que apuntan a lo esencial de la vida y la obra del ático estilista.  En ellos se examina su infancia, sus maestros, su formación espiritual, el artífice, el demócrata, el escéptico, el bibliófilo, el burgués y el revolucionario, y su obra, vista en conjunto y en partes.  Casi constituye, pues, aunque la modestia del autor no lo quiera, un estudio, sino completo y orgánico, abarcativo y abundante, que se lee con placer y provecho.  Y que se termina con el convencimiento comunicado por la fe de Gori, de que la obra de France no se olvidará.  De que, ‘sus libros no serán olvidados.  Si bien las posiciones del pensamiento actual son distintas, él nos enseñará siempre, a estimar las cosas verdaderas en todo su valor; y si es inevitable que los sueños de los sabios se realicen, podrá la humanidad esperar sin temores el futuro florecimiento de la sociedad que, en armonía con la justicia, también esperó’ este anciano que aconsejaba a los jóvenes argentinos ‘sobre todo, no ser prudentes, no ser moderados’.  Consejo que está aún vibrando en el aire, y que todavía no ha sido recogido. Revista Claridad. Buenos Aires, 1940.”

Gastón ha reconocido que su Anatole, fue el resultado de prolongadas lecturas y de la interpretación de todo lo hallado traducido al castellano y el resto, en francés.

Es insoslayable otro testimonio acerca de Gastón y su Anatole.  Su amigo Emilio Alejandro Lamothe -destacado periodista y escritor- expresó: “Al hablar de los ensayos de Gori, quiero destacar su ‘Anatole France‘, escrito a los veintidós años y con una muy noble intención, en 1940, cuando la caída militar de Francia -no la de su pueblo, que es eterno como todos los pueblos que tienen sentido histórico- marcaba el momento cenital de la barbarie nazi.”

Al celebrarse los cuarenta años de la primera edición, el cuentista y poeta Hugo Mandón publicó una crónica en el Diario El Litoral de Santa Fe.

Gastón cincuenta años después…

Al conmemorarse el cincuentenario de la primera edición de Anatole France, la filial Santa Fe de la Sociedad Argentina de Escritores concretó un homenaje al autor y el 14 de diciembre de 1990, se difundió lo expresado por Gastón:

“Yo tenía aproximadamente dieciocho años y era un apasionado, como toda la juventud de aquel entonces, de José Ingenieros.  Vale decir, un hombre combatiente, un hombre de ideales socialistas y, de pronto, me encuentro con unos amigos que leían muy apasionadamente a un escritor francés.  Me prestaron ‘Silvestre Bonard’ de Anatole France” –Sylvestre Bonnard-.  Lo comencé a leer y no me convencía; yo estaba en otra cosa, sin embargo, lo leí, volví a leerlo y me empezó a gustar.  Leí ‘La isla de los pingüinos’, entonces sí comencé a comprender que este escritor era realmente brillante.

Era muy joven, lo leí con entusiasmo.  ¿Cómo comencé a escribir mi libro sobre él?  Como podía hacerlo un muchacho, haciendo apuntes ocasionales pues no tenía el propósito de escribir un libro; hice algunos apuntes y después algunas notas.  Seguí leyéndolo, mientras tanto escribía poemas y cuentos, pero Anatole France me tenía seducido por su estilo; ¡eso sí que fue toda una revelación!  Era de una prosa armoniosa y bella.  Y continué con mis notas y de pronto eran capítulos, y así, a los 22 años de edad me encontré con que tenía los originales de un libro sobre Anatole France después de leer todo lo traducido al castellano y parte en francés. Lo publiqué a los 24 años, en 1940.

En la Argentina, France se leía como después se leyó a Sartre, como nosotros hemos leído y visto leer a Gabriel García Márquez en otro aspecto y en otra época, de modo tal que Anatole France tenía muchos apasionados.  Publiqué con el poco dinero que ganaba como maestro y lo hice imprimir en Buenos Aires, tomando como modelo el ‘Yo acuso’ de Emile Zola y a la misma imprenta mandé el libro para que me hicieran uno igual.  Yo había hecho una caricatura de France, pero parece que no les gustó, porque pusieron en su lugar una foto del escritor francés.  Fue un éxito.  Se vendió de una manera tal, que durante semanas y semanas recibí cartas, cheques y más pedidos de libros.  Me fue bien pero así lo pagué, porque me engolosiné.  Creí que era yo, no sabía que era por la fotografía y por France; junté poemas y cuentos, y ese mismo año, armé un libro: ‘Bajo el naranjo’.  Me garrotearon por ese libro.  Fue un desastre y perdí casi todo lo que invertí en él.

La segunda edición de Anatole France está un poco retocada en el estilo, no lo tocaría en sus conceptos.  Pienso que, si a los 75 años juzgo un libro de mi plena juventud y lo encuentro aceptable dejo de pensar en el libro para pensar en el concepto de vejez; creo que ésta es una prolongación exagerada de la juventud o, dicho de otra manera, la vejez no es nada más que una juventud imperfecta.

Con ese libro, si hoy tuviera que volver a escribirlo, (que no lo haría desde luego) no tocaría mucho, mejoraría su estilo, pero sí, me hace pensar que la Argentina debió tener falencias literarias muy grandes en cuanto a difusión del pensamiento nacional, porque cómo es posible que un muchacho de 18 años que vivía en el campo argentino y que compartía vivencias con tantas mujeres campesinas, con tantos hombres que ordeñaban, que araban, que sembraban, cómo puede ser que un muchacho argentino, en vez de saber del pensamiento nacional, en vez de introducirlo en el pensamiento de Echeverría cuando se fundó nuestra nación, en vez de haberle dicho en la escuela secundaria que Echeverría dijo que cuando se instituía constitucionalmente una Nación, ésta debía tener una dirección cultural típica y propia.  Nadie se lo había dicho, nadie le había dicho de la existencia de un poema que nos representaba, el Martín Fierro, nadie le dijo que teníamos el más grande escritor del siglo 19, que pudo ser un gran novelista universal.  Me refiero a Sarmiento.  Nada más que mencionar algunas anécdotas de pepinos y otras cosas, pero nadie en la escuela secundaria había mencionado y profundizado la significación de un escritor de ese tipo para los nuevos escritores; nos largaron con los ojos cerrados a que nos alegrásemos con la prosa de un francés.  No está mal, pero no está bien tampoco.”

Nuestra generación debió haber nacido a la luz del pensamiento argentino que es rico en conceptos, incluso rico en conceptos filosóficos ignorados por el pueblo y por muchos escritores argentinos.

Todo eso debió haberse dicho a nuestra generación y a todas las que siguieron en una continuidad histórica de nuestro espíritu nacional y lo hemos pagado muy caro en la literatura.  En 1930, cuando la literatura latinoamericana encontró un cauce tan notable en Ciro Alegría, Icaza, Eustaquio Rivera, es decir, una literatura que levantó a Latinoamérica con su clara visión social, política y humana del hombre latinoamericano, nosotros aportamos poco a esa literatura.

Así también nos va, en este momento literario y editorial, con esta invasión que tenemos del libro extranjero que está conduciendo el pensamiento argentino en lugar de hacerlo nosotros, los escritores argentinos, como debería ser en un país donde se escribe bien y hay recursos editoriales como para que seamos de una vez por todas, dueños de la tan buscada identidad literaria.

Me alegro mucho de haber sido joven y haber escrito ‘Anatole France’, pero me gustaría mucho más si esta alegría mía, por un libro así, fuese una alegría nacional, por tener entre todos, una verdadera literatura argentina.”  [5]

Entre bibliófilos…

Ha destacado Gastón en uno de sus diálogos bajo la bignonia, que en la biblioteca popular “Soutomayor” tuvo oportunidad de aproximarse al pensamiento de grandes escritores, entre otros Emilio Zola y Anatole France y que “ya en cuarto año había escrito páginas acerca  de él, pues lo fascinaba.  Además, el hecho de estar trabajando en la biblioteca y leer a France, era como sentirse realmente parte de ella. ‘Anatole France fue un gran bibliófilo, hizo amar los libros y mi amor por ellos, me viene de él’.

Termina ese año, se dedica a la literatura, estudia y escribe sobre Anatole France y viaja a Chile” con el apoyo de su padre, tras lograr un crédito, aprovechando que el cambio era favorable.

En otra oportunidad, Gastón rememoró algunas de sus lecturas durante el período de educación primaria: “Una lectura se titulaba Alfonsina Dussuel y nunca olvidé ese relato porque trataba sobre la perversidad de una chica.  Alfonsina cuidaba a un niño muy molesto; ella lo pellizcaba y el chico gritaba, razón por la cual la madre y las vecinas opinaban muy mal de la criatura que se comportaba de esa manera con Alfonsina.  Tiene que haber sido una perversidad muy bien disimulada.  Nunca pude olvidar esa lectura.”

Como le sucedió con uno de los cuentos escritos por Horacio Quiroga, leyendo a Anatole France halló que aquella lectura era un fragmento de uno de sus libros y revivió las emociones ese tenebroso personaje le produjo en su infancia.

Mientras dialogaba con estudiantes de Letras, le preguntaron ¿qué libro de su biblioteca salvaría del diluvio? y respondió: “Yo creo que salvaría unos cuantos.  Creo que me pasaría como a un personaje de Anatole France, que también era bibliófilo, que era Silvestre Bonard, que era un bibliotecario, y tenía que empezar a sacar libros, iban a llevar la biblioteca a otro lado, algo así, y resulta que la biblioteca de un lado iba pasando a otro, o sea que no dejó salir un solo libro.  Salvó todo.  Si yo tengo que salvar algo de mi biblioteca, salvaría todo, porque todos los libros tienen un significado.  Es muy difícil que haya un libro en mi biblioteca que no signifique algo.  O por el autor, o por el tema, o por el pensamiento o por ser primeras ediciones.”

“Bajo el naranjo” – Poemas y relatos breves.

Sugerente título para el poemario que se terminó de imprimir el 8 de julio de 1940, en la Editorial Porter Hnos. de Buenos Aires, la misma que editó el primer ensayo de Gastón: ¡su Anatole!  

Hay una dedicatoria: “María Emilia: Este libro es fruto, más de tu constancia, que de mi voluntad, sea pues, para ti.”  p. 5

Incluye poemas que fueron premiados en los Primeros Juegos Florales  realizados en noviembre de 1939 en Venado Tuerto, en el sur de la provincia de Santa Fe.

El título es la reiteración del que Gastón asignó a un breve relato: “Bajo el naranjo”.

“Bajo el naranjo añoso de la huerta, sentados sobre el pasto, reposábamos los dos… ¿Recuerdas, bondadosa compañera mía?… Tú vestías una blusa sencilla y blanca y estaba tu pollera salpicada de flores; en la tarde cálida, parecías respirar frescura…

El sol, que se filtraba entre las hojas, ponía medallones dorados sobre tus cabellos.  ¡Toda tu hermosa juventud cantaba en tu sonrisa!… ¡Cuánto placer sentíamos al mirarnos!… Tu brazo delicado rodeaba mi cuello y mi boca ávida buscó tu beso…

– Amor mío, estamos en el patio, dijiste dulcemente.

Al buscar mis manos, del corpiño desprendido tu tibio seno desnudo, una mirada deliciosa brilló en el fondo azul de tus ojos.

……………………………………………………………………………………………………………….

Fuimos dichosos en la soledad humilde del hogar. ¿Recuerdas, cómo queríamos que llegue este niño que tú besas?…”  p.58-59

Gastón con su imaginación, hace prodigios de quimeras… y con su vida, va logrando una fecunda siembra de amor y de pureza…

Tal vez bajo el naranjo, haya sido el lugar donde el poeta seleccionó su Romance de la niña –Para Julio Martínez- que inicia su libro, incorporando luego el Canto a la niñez que había sido premiado en Venado Tuerto.

A sesenta años de aquella edición, conmueve leer Desencanto, porque conociéndolo a Gastón en su sensibilidad y en su amor a su tierra; reconociendo su trayectoria, ese poema constituye otra revelación expresada en versos breves que marcan un ritmo y acercan al lector a la comprensión de sus sutiles percepciones, al límite de sus intuiciones y de sus aciertos.

 

Escribió Gastón cuando todavía no había cumplido un cuarto de siglo de vida:

“I – Volví un día / con muchos años / y más recuerdos / por el camino largo / que va a mi pueblo. // ¡Mi espalda encorvada, / enjuto mi cuerpo, / arrugada la piel, / duros los miembros!… // ¡Nunca me he visto / tan cansado y tan viejo!… // A pasos lentos, / seguía la huella / del camino polvoriento. // Detuve un instante / mis pies cansados / en mitad de la senda / que mudó el tiempo. / ¿Qué busco, me dije, / en mi afán de regreso?… // ¿Acaso el anhelo / que falta a mi vida / para seguir viviendo?… // ¿Acaso un amigo, / acaso la novia / que dejé sonriendo?… // ¿Acaso el rincón triste / de mi pueblo / donde mis padres / nacieron?… // ¿Acaso la sombra / del duraznero / donde jugaban / mis compañeros?… //  Nublados mis ojos / temblándome el pecho, / ¡qué busco, dije, / si nada quiero!…

II – Volví la espalda / a las torres altas / de mi pueblo, / y lentamente / seguí el camino / polvoriento…”  p. 19-21

 

En el poema Los ancianos, Gastón logra una vez más conmovernos con sus versos de estilo llano:

“La tarde va cayendo / en el campo, / y la envuelve el silencio / vesperal. // Templanza en lo infinito / del cielo sonrosado: / y calma bonancible, / dulce paz… // Se acercan muy despacio / dos ancianos, / que vistieron sus cuerpos / con harapos. // Uno de ellos tiene barba / y pelo blanco, / del sombrero, / surgiendo por debajo. // Cual sarmientos / son rugosas sus manos; / y cansinos sus ojos / visionarios… // Su cuerpo está vencido / por los años.  // Su pluma enardecida / en luchas sin descanso, / y su verbo, / los hombres escucharon. // La pasión de los pueblos / lo premió con su aplauso… // Sostiene al compañero / un cayado. // Fue curtido su rostro / por los rayos / que a cinco continentes / alumbraron… / Y conoce la angustia / del trabajo, / que hiciera miserable / su pasado. // Sus dedos doloridos / por los callos, / a las pías limosnas / se cerraron… /…/ La arde ya ha caído / en el campo; / y es calmo y bonancible / el descanso… // Se alejan lentamente / los ancianos: / uno y otro sus recuerdos / van rumiando…” p.33-35

 

Desde su poema Mañana de campo, nos aproxima al ambiente donde nació y vivió su infancia, el lugar donde percibió las primeras señales sobre la inquietante vida del hombre -de la mujer, de las familias-, en el asombroso mundo rural.

Así sintió y así lo expresó, cuando estaba transitando el quinto lustro frente a los misterios de la naturaleza y a la incertidumbre de los hombres, mientras seguía compartiendo experiencias vitales:

“La brisa mañanera / de los campos, / mece blandamente / el pastizal. // Y trina la calandria / en el árbol / hinchando su plumaje / al coquetear; // Picando alborozadas / tierno pasto, / se alejan las gallinas / del corral… // Arrulla enamorada / de una rama en lo alto, / dulcemente / una torcaz. // De la fuente limpia / y clara se escucharon / monótonos sonidos / del agua al borbotear;  // Y mansas las corrientes / los cauces engrosaron / diminutos arroyos / del Lugar. // Alegría de niños / el campo ha rebosado, / brillante su rocío / matinal… // En las horas frescas, despierta su alborozo / cristalino canto / de zorzal… // Mañanas primorosas / de los campos / fecundos de mi patria, / donde rompen las rejas del arado / su seno maternal… / ¡Y arrojan las semillas / los hombres esforzados / que sueñan la futura / liberad! // Mañanas luminosas / de los prados, / do pastan animales / por millar… / Riqueza de la tierra, / esperanza americana, / y fruto del trabajo / colonial. // La brisa mañanera / mece blandamente / el pastizal; // Y se escucha a lo lejos / el ruido de los carros / que llevan a los pueblos, / harina para el pan.”  Ben, p.38-41

Así se expresaba Gastón en 1940 sin imaginar la opinión de quienes lo “garrotearon por ese libro”, como él lo recordaba bajo la bignonia.  Rememoraba que esa edición “fue un desastre” financiero y medio siglo después, mientras dialogaba con Silvia Braunm, sonriendo dijo: “…perdí casi todo lo que invertí en él”.  [6]

Bajo el naranjo es un conjunto de poemas y de narraciones breves.  En aquel tiempo, su alusiones a la mañana de campo pudo parecer nada más que una descripción circunstancial, siendo en realidad el preludio de lo ha sido su fecunda investigación sobre el reparto de las tierras y la agricultura -o la ganadería-, sobre el latifundio y las explotaciones de compañías extranjeras, donde así como eran hachados los quebrachos se iban derribando los hacheros que morían jóvenes, como resignados protagonistas de la aparentemente inevitable lucha del hombre contra el hombre.

Hay más señales bajo el naranjo porque Gastón dejó escrito:

“Sufrimos necesidades muy grandes que no se satisfacen jamás; deseos que tienen su origen en lo proficuo de nuestra imaginación y que más se agigantan cuando más se los quiere satisfacer.  Los que los despertaron alguna vez, sufrirán su osadía: no los aplacarán jamás. Tal la pasión artística. Múltiple como toda pasión, busca satisfacerse en cada acto que realiza el individuo. Es terrible la desolación del que la deja morir sin cristalizarse…

Pasado el tiempo, como en la pasión morosa, se buscan sus restos melancólicamente.”  Intentaba Gastón en 1940 seguir revelando algunas claves y en ese rumbo escribió: “Sin sospecharlo, he sorprendido una escena que me dejó un resabio de dulzura y tristeza.  Una pareja joven, de pie, se miraban al rostro… Lentamente ella, con un gesto plenamente hermoso, elevándose sobre las puntas de los pies, unió su boca llena de amor a la boca de su compañero.  Nada de fuerte presión, ni sus manos se tocaban…

He allí, me dije, un himno de ternura, y continué caminando un tanto agobiado de soledad.”  Ben, p. 92-93

 

Al volver a mirar bajo el naranjo, resulta gratificante observar la ficha de préstamos en una biblioteca santafesina y ver que en dieciséis años, ese libro fue leído -al menos- por doce personas y que si se han recopilado algunas páginas, existe la posibilidad de que sean más aún sus lectores.   [7]

 

Gastón en dos poemas revela su fraternal sentimiento, su anhelo de amistad a perpetuidad.  En Soledad expresó:

“Acércate, hermano, / y bebe en mi vaso. // Está honda en tu pecho / la grávida pena. // Tus pálidas manos / derraman la arena / de todos tus años… // Tus ojos profundos / se endulzan de llanto… // ¡Qué turbias las noches / de los desengaños!… / Acércate… hermano, y bebe en mi vaso…”   Ben, p.28

Dedicó a Enrique Roulet, “el amigo de siempre” su poema Andar y andar… 

“En noches como ésta, / paseé mi indiferencia / por todos los caminos / de la tierra… //  He bebido vino / en palacio o taberna, / y nutrido mi cuerpo / con ricos manjares / o rodajas secas.  //  He visto apiñada / multitud afanosa / en ciudades nuevas, / y gente rutinaria / en campiñas viejas… //  ¡Nunca el cementerio / ni tampoco la iglesia / faltaron en ellas!… // Hombres que trabajan, / ríen, vociferan, / mujeres que guardan / sus tristezas… // Caravana infinita / que sobre la tierra, / inició su marcha / y sin cesar, rueda… // Es la marcha lenta / que ha siglos y siglos / concluye en la huesa… // Buscando, sin prisa, / la senda segura / de mi paz eterna, / en noches como ésta / paseé mi indiferencia / por todos los caminos / de la tierra.”  Ben, p.50-52

 

Es placentera la lectura y relectura de la obra de Gastón, mientras van surgiendo algunos interrogantes:  La misteriosa intuición de Gastón… ¿le habrá señalado en 1940, las claves acerca del rumbo en el arte de vivir y convivir, que fueron reveladas por él cuatro décadas después, en su canto por los Cinco Caminos y el Sexto Camino?…

 

Leamos y releamos, algunos de sus Frutos dispersos:

“Sobre el techo de mi cuarto, estoy oyendo los gritos furiosos y desesperados de dos gatos que se pelean. Eso, me reconcilia con los humanos”.

“La filosofía ha perpetuado los nombres de algunos pensadores que, esquivando el polvo del camino, no pudieron evitar que un día los cubran dos metros de tierra”.

“En muchos casos, deberíamos guardarnos nuestras buenas intenciones y no pretender aliviar la situación de nadie, porque resultamos inoportunos y fastidiosos.”Ben,p.84

 

“Visité un hospital, resumidero de dolor.  Entristece ver tanta gente que quiere escapar a la muerte.

Caras pálidas, ojerosas.  Cuerpos débiles, esqueléticos de andar incierto.  Enfermos que yacen postrados boca arriba, los ojos cerrados, las manos huesosas, como si la muerte ya los hubiera invadido por completo.

Allí están como separados de la sociedad.

Ideas, sentimientos, ensueños: nada, sólo dolor y postramiento de cuerpos que luchan por expulsar la muerte… a veces inútilmente.  Olor a remedios; olor a sepulcros.

Afuera, la vida canta y ríe… Rostros tristes y alegres: humanidad que pasa y, afortunadamente, olvida.”   Ben, p. 91

“Inútil es el esfuerzo con que pretendemos escapar a la inevitable fatalidad del olvido.

Los siglos son inconmovibles, mudos, fríos.

Ante la perspectiva de un tiempo infinito, ¡qué pobre cosa es una vida! ¡Qué insignificante cosa es la Historia de la Humanidad!…”  Ben, p. 93

 

(El 14 de diciembre de 1990, Gastón aportó algunos indicios en torno a ese poemario al recordar el éxito obtenido con su primer libro Anatole France en 1940 porque con su insoslayable sinceridad, manifestó:  “…Se vendió de una manera tal, que durante semanas y semanas recibí cartas, cheques y más pedidos de libros.  Me fue bien pero así lo pagué, porque me engolosiné.  Creí que era yo, no sabía que era por la fotografía y por France; junté poemas y cuentos, y ese mismo año, armé un libro: ‘Bajo el naranjo’.

Me garrotearon por ese libro.  Fue un desastre y perdí casi todo lo que invertí en él.”)  [8]

 

Mientras la brisa acaricia las flores de la madreselva, percibo que tan atractiva como el sutil perfume de los azahares es la fragancia de los frutos maduros que se expande bajo el naranjo

1941: “Sobre la tierra ensangrentada”

Gastón Gori decidió entregar a Porter Hnos. de Buenos Aires para su edición, las páginas que había escrito “Sobre la tierra ensangrentada”; mientras fluían más poemas, publicados luego en la misma editorial porteña con el título: Mientras llega la aurora

Gastón al comienzo de aquel libro, reitera una exhortación de Romain Rolland, nacido en Clamency (Nievre, Francia), Premio Nobel de Literatura en 1915, graduado en París; profesor de Historia del Arte e Historia de la Música en la Sorbona; persona que se destacó como un constante predicador del pacifismo -dla neutralidad durante la primera guerra mundial- y tras la creciente oposición a sus compatriotas tuvo que emigrar a Suiza para seguir defendiendo la causa de la paz.

A fines del siglo veinte, quien tiene posibilidades de reconocer la trayectoria generada por Gastón Gori, percibirá que esa cita explica también sus espontáneas actitudes mientras transitó por distintos caminos.

Leamos y releamos:

“La muerte reina sobre el mundo. ¡Vivientes, sacudid su yugo!

No le basta a ella con anonadar a los pueblos.  Quiere que la glorifiquen, que acudan a ella cantando; y sus amos exigen que los pueblos celebren su propio sacrificio…

¡Es la suerte más bella, la más digna de envidia!

¡Mienten!  ¡Viva la vida!  La vida sola es santa.”  p.5

 

En aquel tiempo, desde 1936 los españoles intentaban sobrevivir durante la guerra civil que terminó en 1939, comienzo de la segunda guerra mundial.  En Europa luchaban en varios frentes y en el extremo sur de América, Gastón Gori, el hombre, el Hombre, escribía:

“Es un día hermoso de sol.  La naturaleza parece haber hecho un alto en su vida prodigiosa, para que los hombres contemplen la plenitud serena de una tarde apacible, brillante.  Los chiquillos juegan y su alegría se derrama en risas y gritos.  Tengo deseos de permanecer junto a los árboles quietos, y disfrutar de tanta tranquilidad ambiente.  Quisiera más aún, que todos los hombres puedan sentir la presencia de sentimientos generosos o arrancar mi propia vida para darla.

¡Ah, cuánto sufren los hombres!  No es posible olvidar que en los campos de batalla, la juventud más rica de los países europeos se despedaza, se destroza en una lucha más negra que el abismo, inútil, estúpida.

¡Cuánto no ha trabajado la humanidad para ser un poco feliz! ¡Y cuánto olvida!  ¿Será por fin, preciso reconocer que el destino de los hombres consiste en destrozarse periódicamente por motivos casi siempre iguales?  No, los pueblos encontrarán su camino de paz.  La verdad de tanto desenfreno no está oculta y ya se agita sobre las muchedumbres. Las rutas nuevas están trazadas. Espanta pensar en la tenacidad de una casta que por mantenerse no vacila en provocar las catástrofes; como si tanto dolor causado podría ocultarse con palabras: gloria, deber, honor nacional…” p.7-8

“Trágico destino el de nuestra especie.  Como si no fuera bastante el sufrimiento cotidiano, es necesario morir estúpidamente. ¡Defendiendo qué! ¿La patria?  Las naciones emplean en sus ejércitos a los mismos hombres a quienes la patria les niega casi todo.”

Gastón, luego insistió:

“El dolor inmenso que agobia al mundo, nos toca y sufrimos. Es angustioso reconocer que el esfuerzo de tantos espíritus haya casi desaparecido como una gota de agua en la arena abrasada. ¿De  qué ha servido el alerta de pensadores y de mártires para detener la máquina en cuyos engranajes caen los cuerpos sangrantes de miles y miles de soldados…?  ¡Tantas palabras aun son inútiles!  ¡Tanto luto, tantas lágrimas!  ¡Qué es, al fin, la vida de los hombres!  Anhelos de qué, sino de tranquilidad, de dicha…”

Gastón destacó:

“Los tiranos no han sentido la dicha de comprender cuán pequeños somos y cuán débiles.  /…/ A las masas laboriosas no les preocupa la ampulosidad de las glorias dudosas.  Son locuras que no comprenden.  Quieren libertad para el desenvolvimiento de la vida, derecho a participar en el progreso humano, no como esclavos, sino como productores dueños de sus fuerzas y de su destino como clase social.  Eso que piden, les cuesta sangre.  Conocer la historia de sus luchas, es conocer su martirio.  ¡Añadan los bárbaros más horrores, pero recuerden que, quizá en una tarde tan hermosa como ésta, puede ahogarlos quizá la ceniza de su glorias falsas, inservibles y criminales.   /…/  La muerte se enseñorea en el agua, en el aire y en la tierra.  Pavor y sangre: he allí los que se pretenderá luego llamar heroísmo.  Gloria detestable y absurda. Criminalidad estupenda que resume siglos de odios.  p. 8-9

La guerra ha estallado y los gobiernos creen que en adelante, el honor exige vencer.  /…/  Sus pueblos deben matarse.  La sangre anónima debe regar los campos y manchar de rojo las aguas por donde siempre les han llevado alimentos y holganza.  La sangre del pueblo, del que soporta cargas eternamente, la de ellos no.  Ellos dirigen, ellos hablan.  Ya tienen su misión reservada: ocultar la verdad.  Defienden su casta, para la que reservan los regocijos suculentos del triunfo.  A los soldados se les impreca en nombre de la patria; se les empuja con las bayonetas; se les amordaza y se les cuelga una medalla.”

Interrogaba ya Gastón -cuando tenía veinticinco años-:

“¿Quién los unge voceros de la patria? ¿Quién los eleva a la condición de gobernantes?  ¿Cuáles son esos intereses?  ¡Ah!, cómo sabéis que los hombres que mandáis al frente tienen derecho a pediros cuenta de vuestras intenciones.  Y los aplastáis.  ¿Sois vosotros, los que dirigís en uno y otro lado de las fronteras, los que nombráis a la Patria.  La Patria no quiere más que paz.  Los hombres del pueblo, no aman la guerra.  El ideal de los hombres del pueblo es el verdadero ideal de la Patria.  De los hombres digo, y vosotros quizá no lo seáis; para ello es preciso haber sufrido, haber amado y comprendido cuánto dolor nos rodea; es necesario haberse conmovido ante la miseria y la angustia”.  p. 10-11.

Mahatma Gandhi… un símbolo.

Recordó Gastón “el desastre mundial de 1914.  ¿Qué ganaron…? ¿Fueron libres los alemanes?  ¿Fueron libres los italianos?  ¿Lo fueron los hindúes?  ¿Franceses o ingleses, qué obtuvieron?  ¡La promesa de volver a destrozarse defendiendo una iniquidad: Versalles.”

“Limitándonos a la India, bueno es recordar que en 1919, en Amtrisar” -en abril de 1919, en Amritsar, ciudad santa de los sikhs- “el general Dyer ametralló en una plaza pública a miles de hombres, mujeres y niños, que se habían congregado para celebrar sus ritos religiosos.  Aquel acto de barbarie, no tiene la menor justificación.  Se usaron las ametralladoras contra una multitud inerme, porque sí, porque sí lo creyó necesario un general del ejército inglés, de ese mismo ejército a cuyo lado lucharon valerosamente los indígenas indios defendiendo la misma causa de Inglaterra durante la entonces recién extinta guerra mundial’.” [9]

En torno al Derecho Internacional…

“Sobre las costas de los Continentes empujan las olas su carga macabra y en el fondo de los mares, entre hierros retorcidos, yacen aprisionadas las víctimas del odio y del interés.  Los mensajes invisibles recorren la Tierra.  No pocos hombres se regocijan enceguecidos: vencen sus favoritos.  Los que ellos creen que velan por el orden internacional.  ¡Donosa manera de establecer armonías…!  Olvidan o ignoran que el Derecho Internacional ha seguido siempre una directiva: la establecida por la fuerza. Y éste es el orden que aplauden, el fundado por el vencedor sobre el vencido.  Aplauden un Derecho rudimentariamente codificado que admitió sucesivamente en su seno las monstruosidades guerreras.”

“El Instituto de Derecho Internacional sancionó en su sesión de Madrid de 1911, un voto para que la guerra aérea sea admitida, a condición de no presentar para las personas y la propiedad de la población pacífica, mayores peligros que la terrestre o marítima. (¡!)

Podemos, pues, descansar tranquilos…” -expresó Gastón con sutil ironía.  p.15

Luego adviertió:

“Pero seamos justos: el actual Derecho Internacional, para beneplácito de los espíritus cándidos, organiza una Cruz Roja Internacional.  Por lo menos, podemos morir ayudados por los medicamentos.  Dar nuestros músculos a la voracidad de los gusanos, después que una conmovedora dama de la Cruz nos haya sostenido la cabeza agonizante, es buen final para una naturaleza romántica.  El derecho Internacional al no atacar los fundamentos mismos de las guerras, demuestra su procedencia de genuino romanticismo…”p.19

“Vencer no sería vencer”…

Imaginaba Gastón el desenlace de la segunda guerra mundial y escribió:

“Vencer no sería vencer.   Aniquilar a dos naciones como Francia e Inglaterra, sería derrotar a la humanidad.  Sería derrotarse a sí mismos.  Alemania impondría nuevamente la ley del vencedor sobre el vencido y su bota enormemente pesada, aplastaría todo un siglo.

No abriría nuevas perspectivas al pensamiento, y la vida colectiva se sumergiría en una nueva noche feudal.  ¡La humanidad uniformada causaría horror…!”

Insistía Gastón: “No triunfaría Alemania para hacer que sobre nuestro azotado planeta reine un poco de alegría en medio de una paz amigable y respetada.  Hitler lleva tras de sí, al Estado Mayor del despotismo y la crueldad fría e implacable.  /…/

Su triunfo cerraría el paso al viejo ideal de la comunidad humana.

El triunfo de los aliados no podría festejarse sino con dolor. /…/ Los hombres enceguecidos por la pólvora y los gases, ya no se sentirían felices dentro de una nación que los convirtió en criminales para sostener a una casta.  Si los pueblos laboriosos de Alemania e Inglaterra, lucharan para restablecerse bajo una forma de gobierno más equitativa, los Churchill, y los Hitler se encargarían de levantar horcas y de construir más prisiones. ¿Qué puede esperarse de un gobierno que ha declarado la guerra ya no a Hitler y al nazismo, sino a todo el pueblo alemán?  ¿Qué le ofrecerían los aliados a ese pueblo después de destruirlo?  Una especie de libertad bajo su dominio, quizá económico y político indirectamente.  Dominarían los aliados.  ¡En ello estriba el mal!  Ni dominio aliado ni alemán.  El triunfo de uno o del otro eternizará la lucha.

Son los pueblos los que deben triunfar.  Los hombres que aspiran a un régimen de vida basado en la paz y en la supresión de los privilegios de casta o económicos.  El triunfo verdadero debe comenzar dentro de cada nación.

El destino de la humanidad es cruel, porque la dirigen los que la odian” y es finalmente cuando Gastón, una vez más vislumbra otra esperanza:

“…la Humanidad ha comenzado a despertar de su sueño engañoso y pese al estruendo en que sucumbe Europa, un sol más límpido se vislumbra en el alba…” p.21-23

1942: Gastón Gori insinúa su ritmo literario…

 

Una mirada sobre su bibliografía, permite decir que hasta que voló su prosa con el señor de los Picaflores -diciembre de 2001-, Gastón Gori publicó veinticuatro libros en el género ensayos (y dos folletos), ocho de poemas; siete de cuentos y cuatro novelas.  Por esas cifras, se podría decir que se ha destacado como ensayista, pero su expresión poética es la que genera mayor resonancia porque sin proponérselo, deja su impronta también en distintos párrafos, en la mayoría de sus cuentos y en sus novelas.

 

Aunque parezca un error imperdonable para algún crítico literario, necesito decir que Intermezzo de las rosas es un ensayo y al mismo tiempo, parece ser el ensayo de un extensísimo poema.

 

No fue por casualidad que el talentoso Leopoldo Chizzini Melo cuando ese libro fue presentado -un año antes de Colonización suiza en la Argentina-, le dijera a su amigo  Gastón: “¡Me sorprende que hagas este libro!…”

Tampoco fue por casualidad que Gastón lo recordara décadas después, cuando dialogaba bajo la bignonia.

 

“Mientras llega la aurora” – Poemas

No puedo precisar si ha sido por casualidad que el libro de poemas que me han prestado tenga en la primera página esta dedicatoria: “A mi amigo Fernando Birri, con todo afecto. G. Gori”.

Intuyo que Quique antes de cruzar el océano a principios de la década del ‘60, necesitó dejar la mayoría de sus libros -he leído que donó a la biblioteca de la Sociedad Argentina de Escritores- y quizás por aquella circunstancia, hoy tengo este ejemplar entre mis manos, mientras siento que las lágrimas exigen ser liberadas mientras intento contenerlas.

Percibo misteriosas conexiones que provocan cierto desasosiego…

 

Gastón Gori, bajo el naranjo había recogido algunos de sus Frutos dispersos y sugirió tener en cuenta que: “En medio de la imbecilidad de nuestra adolescencia, reconozcamos que algo tenemos de admirable: la audacia”.  Sabía ya que “el amor, a los íntegros, les da fuerza de creación, valentía y audacia; a los débiles los convierte en serviles y sumisos” y que “el miedo hace que los seres se aferren a la creencia de una posible inmortalidad.”  Ben, p. 94-95

En la edición de Mientras llega la aurora -7 de septiembre de 1942-, Gastón anuncia que están en preparación Vidas sin rumbo, Y además, era pecoso… y Oraciones de alborada, un título que no aparece en su bibliografía hasta comienzos del tercer milenio.

Valoraciones de otros escritores…

El escritor y poeta Emilio Alejandro Lamothe, en su semblanza de Gastón Gori, señala que “en ‘Mientras llega la aurora’ y en ‘Se rinden los nardos’, sin pretender innovar y sin apuntar hacia alturas sin fin, quedan dos pequeños y graciosos testimonios de una capacidad creadora en el terreno de la poesía, forjados como en un juego y entre sonrisas.”[10]

Al año siguiente, se difundió otro comentario inserto en la solapa de las narraciones sobre Vidas sin rumbo, su primer libro editado en Santa Fe, su lugar de residencia:

“Gastón Gori que anteriormente diera un libro sobre Anatole France, acaba de publicar ahora uno de versos bajo el título ‘Mientras llega la aurora’.  Cinco sugestivos subtítulos agrupan las composiciones que lo integran y son: La ronda rondera, Del amor y de las lágrimas, El río y la fuente, En el huerto y Por otros caminos.

El tono de estos versos de Gastón Gori, en su conjunto, mantienen un sentido sabor lírico. Expresados con sencillez de forma, llegan fácilmente al lector por realce que le dan demás la pureza de elementos y, la atmósfera que ella acerca.  Una sensación de frescura, como si entremezclada de tierra, de cielo y de campo tocara cariñosamente en todos los temas que le dan nacimiento y clima a estos poemas.  De ahí que las imágenes y las palabras den a la vez un color e integren paisaje propio.  Muy cerca de la naturaleza configurándose en sus elementos de plantas y de cosas, van tocándose en las emociones y los recuerdos poéticos del autor.

Con esto queda dicho que ‘Mientras llega la aurora’, es un libro de poemas, trabajado con esa inteligencia sentida del que comprende, que la poesía comienza siendo tal, en el amor de las cosas.  G. Pisarello. Bs. As., 1942.”

Así se expresó Gerardo Pisarello y así se imprimió el 10 de setiembre de 1943 en los talleres de “Librería e Imprenta Colmegna” de Santa Fe de la Vera Cruz, instalada aún en San Martín 2442, una cuadra al sur del local con talleres donde siguieron promoviendo “el libro y la lectura” hasta el ocaso del siglo veinte, cuando cesó tal empresa.

La mágica ronda…

Inició Gastón Gori la ronda rondera con versos del noble Federico García Lorca:  “-¿Dónde vas, niña mía, / de sol y nieve? // -Voy a las margaritas / del prado verde.” Comienza su ronda con el enano escapado, que tiene semejanzas las andanzas del pícaro niño que además, era pecoso.

“-¿Qué buscas, María Rosa, / en las plantas de amapolas? Un enano que ha escapado, / sin permiso, de las hojas. // En el cuento de las Hadas / oyó hablar de nieve y rosas, / y se vino a tus jardines / al amparo de las sombras. // Tiene las barbas teñidas / con zumo de negras moras; / cabellos que le relumbran / rojizos como la aurora…

-Niña ingenua que lo buscas / en las plantas de amapolas, / mira cómo le sonríe / un clavel que lo enamora…! /…/ Y cuando el enano vuelve /  vivir entre las hojas, / suena un bordón de guitarra / hasta apagarse en la sombra.”  p. 9-10

Hay más rondas y entre ellas, la del arroz con leche:

“Arroz con leche / yo quiero jugar / con una niña / que alegre el lugar…” p.11

Sigue la ronda de Mantantero: “-Buenos días, Señoría, / mantantero lirulá, / con alguna de sus hijas / yo he venido por casar… // – Buenos días, señorito, / mantantero lirulá, / ¿me repite lo que dijo / que no púdelo escuchar? // – Que he venido por sus hijas, / mantantero lirulá, / la menor yo más querría / si quisiérasla casar… // -Qué gracioso, señorito, / mantantero lirulá, / la menor ya se me ha ido / que casado la he ya. // – Buenos días, Señoría, / mantantero lirulá, / que por ella yo venía / ya no puédolo ocultar… // Que por ella yo venía, / mantantero lirulá, / ya no tengo más falsía / ni me quiero ya casar…” p.13

Con entusiasmo juvenil siguió recreando Gastón más cantos de la niñez, y que llueva

“El agua, entre las hojas / tiene canción dormida, / y con rima monótona / canta siempre la misma: // -Que llueva, que llueva, / la vieja está en la cueva… // Un caracol errante / nada tiene de prisa, / busca senda adelante / y hace siempre la misma: -Que llueva, que llueva / la vieja está en la cueva… // La lluvia ya se enoja, / y también se escandaliza, / cae, cae y remoja, / porque es siempre la misma: // -Que llueva, que llueva / la vieja está en la cueva… // Dentro de la casa el niño / piensa, y se maravilla / que en tanto desaliño, se oiga siempre la misma: // -Que llueva, que llueva / la vieja está en la cueva. // El agua se ha extendido / del canal a la pileta; hay agua por las calles / tocando las veredas: // -Que llueva, que llueva / la vieja está en la cueva…”  p. 13-16

Cuando Gastón habla del amor y las lágrimas, con palabras de Luis de Góngora reitera: “…y cada flor me cuesta una herida”.

Por el monte verde se emociona con “la niña preciosa que tiene sangre encendida…”p. 21

Después, “era un clavel gigantesco / tu cariño destrozado. / Rojo de beso y deseos, / ¡quién uniera sus pedazos! p.25

Más tarde: “ya dio el clavel sus colores / y su ternura el duraznero; / color y ternura amada, / aquí te espero../…/  Todo canta, todo marcha. / Ven, ven también tú mi amada; /que cantando en el sendero / fuego y ternura, te espero!”  p.27, 29

Fluyó un romance de amor y luna:

“En el lecho que has perfumado / con tu cuerpo y con tu cara, / toda llena de caricias, / me buscas de madrugada. // Por lo oscuro y por lo rosa, / tocan las manos tu falda. // Los nardos de antigua luna / cayeron por la ventana / y en torno de tu cintura / tejieron una guirnalda. // Por los senos escapados, / dos clavelinas moradas. // Tu boca desfallecida, / se abre en voces sin palabras; / con el sabor de los besos / que te deslumbra la cara. // En los muslos entreabiertos, / rumores de tibia grana. // La cara de enorme luna / queda seria en la ventana, / y gime con la caricia / noche de silencio y plata.”  p. 31-32.

Después, Gastón captó el presagio de lo inevitable:

“Te alejarás de mí / y ha de ser como un sueño; / tendré entonces las manos / como claveles muertos… // Quiero que en ese día / haya un hondo silencio; / que nos se mueva un árbol / ni se escuchen gorjeos, // y que una paz blanquísima / se enrede en crisantemos… / Que irremediablemente / he de tener mis manos / como claveles yertos, // y en firme paz del rostro, / dos millones de espinas / me sangrarán los ojos…”

Como sucede todavía, llegó el instante del Punto final:

“ I – Del portal, junto a hiedras, / vi, amigo, a la dueña / antigua de mi amor. // En la pálida noche / era una clara estrella / toda su cabellera. //  Olvidada la historia, / tan sólo ya queda / su recuerdo en mi pena. // Y era hermosa tarde, de hermosura tal, que nunca la viera como aquella más. // Dichosa la niña, / con ansia de amar, / corría en el campo / de lino y trigal. // Y dicen las flores, / y dice el pinar: / besábala el viento / dichoso, al pasar. // La tarde moría, / cantaba el zorzal, / la niña volvía / del lino y trigal. // Y fresca su risa / del labio al rodar, / caía en las plantas / o echaba a volar… // Es que en el sendero / que cruza el lugar, / un beso le dieron, / un beso, no más… // ¡Qué cuento, mi niña, / pudiera contar, / de niña gozosa, / de lino y trigal…”  p.43-45

Gastón Gori rememoró unos versos de Antonio Machado, antes de expresarse sobre el río y la fuente: “Sabes, cuando el agua suena, / si es agua de cumbre o valle, / de plaza, jardín o huerta?”

Después, descubre la tentación del ribereño:

“En la rápida corriente / olas de crestas pequeñas. / Entre los musgos y rocas / el agua estira sus lenguas… // ¡Qué dulce si te ocurriera / entrar desnuda en el agua: / están ansiosas y afiebran / sus lenguas de turbio nácar! // ¡Si tú entraras en el agua / por esta ribera baja…! // Tu camisa y tu corpiño / queden junto con las piedras / y muéstrate al sol desnuda / sin cordón tu cabellera. // Resbalará en tu cintura / el agua de finas lenguas, / ¡ya nunca te irás del río / por esta baja ribera! /…/  …Y cuando al agua doraban / puñados de lentejuelas / quedaron entre los musgos, / camisa, corpiño y piedras…” p. 51-52 

Gastón se detiene ante el sauce: “¡El sauce lánguido / a la orilla del agua! Lluvia verde las hojas, / verde lluvia de lágrimas”… p. 57 

Propone luego otra pausa en el huerto y es allí donde están sus cantos a El Limonero y El paraíso, poemas dedicados a su madre y a su padre.

Dijo Gastón en torno al primero:

“Junto a las tapias viejas / -derruidas por piquetas / silenciosas de lluvias y de vientos- / afelpadas de helechos, / olorosas de musgos, / se asoma el limonero, / milagros en sus frutos.  // ¡Oh tus pálidas hojas desnutridas. / tu verde amarillento…! / Apenas si este sol de mediodía / se derrama sobre tus gajos nuevos.  // Ya el huerto envejecía / -vejez de barro, esmeralda y ceniza- / pero quiso la tierra / abrirse porque fueras, /entre naranjos y tapias derruidas. // Naciste con retraso. / Ciruelos y manzanos blanquecinos / tus brotes con tus hojas cobijaron / unidos al naranjo. // Asomaste como un niño, / al acaso, al descuido, / y viste en este huerto ya caduco, resquebrajarse las ramas, / estrellarse prodigiosas las plantas / y caerse los frutos. // Fueron manos rugosas de mi madre / desgajadoras únicas de tu oro, / pálido y fragancioso. // ¡Las rústicas riquezas / de nuestra escasa tierra! // Por haber despreciado de pequeño / la sazón de tus frutos; / porque a ti te corrían los pulgones / sin que nadie cuidara del arbusto; / porque eras olvidado / entre tapias derruidas y naranjos, / sin agua tus raíces, / ni luz tus hojas tristes, / vengo a ti, ¡oh mi viejo limonero, / a prender en tus gajos / la emoción delicada de mi verso!”   p. 61-63

Gastón desde su niñez, estaba convencido de que los paraísos habían hallado en su terruño, “propicio medio para el esplendor de su follaje y la espesa fragancia de sus flores. ¡Son tan hermosos y tan simples!” Yademás…, p.63-64

 

Detenido en el huerto de su hogar, dejó que la nostalgia expresara su poético susurro, ante el legendario paraíso.  Dedicó ese poema a su padre: “Yo he visto cuando niño / -con el ojo absorto por el misterio – / cómo mi padre, a pala y a cuchillo, / hundía tus raíces en el suelo”.  Gastón integró ese poema en Se rinden los nardos…  p. 39-42

Después, lo incluyó en Mientras llega la aurora y por eso no ha sido casual la inserción de ese poema en 1983, en el ensayo breve que elaboré y con el título Gastón Gori, escritor fue editado por Litar S.A. en 1984…

Anécdota sobre una tala…

En 1993, Gastón Gori autorizó una reimpresión de su poema El Paraíso en la selección organizada por Zulema Merino, poetisa sunchalense, en ese tiempo funcionaria del ministerio de Agricultura, años después diputada provincial.

La edición del folleto titulado Poetas santafesinos le cantan al árbol, fue auspiciada por la “Asociación Cooperadora de la Estación Zoológica Experimental y la Dirección General de Ecología y Protección de la Fauna”, como “homenaje al árbol”.

Como suele suceder cuando alguna inoportuna brisa aleja algunos versos, el poema El paraíso de Gastón fue talado en la séptima estrofa, aun cuando es evidente que había espacio para todos sus versos ya que en trece páginas, hay seis bocetos de árboles e incluyeron dos poemas de algunos autores: Oscar Agú, Zulema Merino, Alba Yobe de Ábalo…

La estatura de Gastón le permitía superar cualquier inconveniente de tal naturaleza, pero recuerdo su gesto de asombro porque realmente, como tributo al árbol… semejante poda parecía ser otra absurda incoherencia.

Españoles… en la poesía de Gastón Gori.

En el rumbo señalado por el joven Gastón para disfrutar de la poesía mientras llega la aurora, son simbólicos los versos dedicados a Antonio Machado:

  1. ¿Tú viste destrozados / los grises olivares? // ¿Viste tierras abiertas / -obuses implacables- / y en los montes de encinas / raleados calvijares? // ¿Tus álamos cantores, / trágicos vigilantes, / a la orilla del Duero / lleno de plata y sangre?
  2. Sobre el cielo de España / rojizas claridades: / se ensangrientan los ríos, / se ensangrientan los aires. // ¡Los yermos andaluces, / ya sembrados de sales! // // ¿Viste en la tierra adusta / aun frescos los cadáveres? / ¿Viste llorar los niños / sobre las muertas madres?

III. Entre las dos Españas, / furores de combate. / ¿Vive la que agoniza y muere la que nace? // …Y habló el hermano Antonio: / -Es eterna la sangre / de la ibérica estirpe.  / No mueren libertades; la que agoniza muere / con pompas y estandartes…

  1. Iba a seguir Antonio / al sueño de la madre; / se oía aún de España, / el chorrear de sangre…” Mientras…p.79-81

Sigue un poema A Rafael Alberti.

“I. El jazmín / retoñaba en la maceta; / los claveles en las rejas / estallaban de carmín. // Tres relámpagos de espadas / relumbraron de fulgores. / ¡Madrid! ¡Sevilla! ¡Granada! // ¡Entre el clavel y la espada! / -¿Con quién vas tú Rafael? / ¡-Con la espada y el clavel!

  1. Luna rojiza en el cielo; / funesta orilla del Ebro, / En cauce de verde y plata, / corre la sangre y el agua. // Detrás quedaron claveles / con el escombro y el llanto, / y la España traicionada / vomita coágulo y rabia. // ¿Dónde andas tú Rafael? / Entre el clavel y la espada. / -¡Con la espada y el clavel!” p.83-84

Señala Gastón el camino a transitar hacia la aurora, con claves “ por la aurora.

  1. Íbamos por callejas / de la ciudad en sombras. / Honda melancolía / se endulzaba en tu boca; // Y con viejas palabras, / dijiste, filosóficas: // -La vida de los hombres / rueda como las hojas; / se hace polvo en el polvo, / y siempre como ahora.” // Un trozo de los astros, / de estela luminosa / se agotó en el extremo / de su órbita.

-Como luz, sin sentido, / caminamos en sombras, / con los pies en el barro / y la muerte en la boca. // Como ríos que corren / y que nunca se agotan, / se sucede la vida / a la muerte. Antes y ahora. // Desgranaba palabras / tu duda melancólica, / y más que a las callejas, / te envolvían las sombras. // -Tú no sientes, le dije, / la existencia que brota / de los mundos ya muertos / y las muertas auroras? // La semilla que cae, / los troncos y las hojas, / son riquezas futuras / de plantas vigorosas. // Sentimos palpitar / la vida esplendorosa, / en la tierra y el sol, / y en ciénagas verdosas. // La vida reparemos. / La muerte destructora,  / no alcanza al infinito / de las horas… // Cruzaron dos extraños. / Con palabras furiosas, / vibrantes, disputaban / por sus cosas. // …Y desaparecieron / en la calleja en sombras. // -Ya lo ves, me dijiste, / ni una luz en sus bocas; / palabras y palabras, / y la muerte los toca. // Breves sonoridades / que se van y retornan: / desde la cuna al mundo, / desde el mundo a la fosa.

  1. Dispersados celajes, / se abrían con la aurora. / El cielo dibujaba / lilas, nardos y rosas. // De gargantas despiertas / se rompían las notas / como perlas de vidrio / contra cuerdas sonoras. // La tierra despertaba / persiguiendo a la sombra. / Milagro de la vida: / canciones, luz, aroma. // De ventanas abiertas, / las radios noticiosas / entre cantos decían: // El mundo se levanta; / los hombres desmoronan / Bastillas herrumbradas, / y cepos y picotas! // ¡Libertad, Libertad! / Ni endechas ni doloras: / ¡cantares y epopeya! / ¡Luz en las herrumbrosas / cavernas de los hombres! / Ni cepos ni mazmorras! // ¡Libertad, libertad! / La vida constructora, / está contra la muerte, / por la aurora! p.85-89
Violencia en el camino hacia la libertad…

Mientras llega la aurora, avanzan los Guerrilleros:

“En el monte, agazapado, / ruge el cañón guerrillero. / Tronchan las balas las copas / de los árboles soviéticos. // Mas, que quemen y que arrasen / los germanos del imperio / sanguinario! ¡De ceniza / se les volverán los cuerpos! // De las vueltas de caminos, / de los ríos o arroyuelos, / de los árboles y aldeas / les lloverán los infiernos! // ¡Les lloverán las mil lluvias / de las balas y del fuego…! / ¡Que es un pueblo de leones / este pueblo de los pueblos! // Nitroglicerina y nafta / en manos del guerrillero. / La Libertad tiene dioses / de acero contra el acero. // La Libertad tiene dioses / que no engrillan los Hefestos / encerrados en los tanques / de los odios y desprecios! // ¡La Libertad resplandece / como los rayos del cielo! / Las turbias noches del odio, / se rajan en sus destellos. // Los tanques arrasan campos. / Siembran aviones estruendos. ¡Marchen feroces su marcha, / camino de retroceso, // Que en el monte, agazapado, / ruge el cañón guerrillero! / ¡La Libertad defendida, / ruge con voces de pueblo! // ¡Las manos que levantaron / cosechas de los ubérrimos / campos libres de la Ucrania, / queman el trigo y el centeno! // ¡No ha de quedar una espiga / una vaca, caballo o cerdo! / ¡Que el invasor desespere / con el hambre de su imperio! // ¡Y que se escupa las entrañas / desgarradas por los cuervos / del frío, la sed y el hambre…! / ¡Quemen trigos y centenos! // Y cuando el campo se cubra / de lluvias, de nieve y viento, / que tengan para abrigarse / las balas del guerrillero! // ¡Que se masquen los abrigos / y que se beban el hielo! / ¡Que se mueran los mandones / que mueran peor que los perros! // ¡Que se les partan las manos, / que les estallen los huesos! // ¡Que una lluvia de la sangre / derramada por aceros / les martillee en los cráneos / hasta romperles los sesos…! /…/ La Libertad tiene un nombre, / pelotón de guerrilleros, / rubricadlo con las balas / contra las bestias de acero.” p. 91-94

Gastón Gori al escribir esos versos, evidentemente estaba conmovido por la historia de los rusos, porque a partir de la primera guerra mundial se había producido un continuo desmoronamiento en la estructura zarista, agonizó ese poder y el 23 de febrero de 1917 se anunció el nacimiento de la Rusia socialista con movilizaciones multitudinarias que estaban reflejando otra tenaz lucha por el poder.

Hay abundante escritura sobre ese proceso histórico; ahora, aquí, sigamos junto a Gastón mientras llega la aurora, al ritmo de sus poemas imaginando el velero en el mundo navegando sobre el turbulento océano, que los hombres bautizaron con distintos nombres…

“I. Por el mar va el velero / de la Libertad. // ¡Viva el velero blanco / que va por el mar! // El viento se lo lleva / a todo volar. // Las velas del velero / cantando se van… // ¿Quién al velero blanco / quiere naufragar?

  1. En China y en España: -¡Viva el velero blanco / de la Libertad! // Argentina y Brasil: / -¿Cuándo el blanco velero / de la Libertad? // Por el mar. / Velas y velas / de nieve sin par. // En Francia e Inglaterra / busca playa el velero / y en el Irán. // Noruega y Dinamarca: / -¿cuándo el recio velero / llegará?

III.  ¡Boga; boga el velero / de la Libertad! / A la India ha llegado / y no puede anclar. // En Grecia y en Albania / le tienden el mar… / Las velas del velero / se hinchan, se hincharán… / Busca hermano en el puerto / de Murmansk. /…/ ¡Miren! ¡Veleros blancos / vienen de ultramar! // Les salpican de púrpura / estrellas de coral! /…/ Abiertos están / todos puertos / de los mares, del mar. // Boguen, boguen veleros / de blanco y de coral / a los puertos del mundo / por la Libertad!” p.95-98

(Este velero, por la generosidad de Quique Birri -”pionero y peregrino”, “amigo a perpetuidad” de Gastón-, ha anclado cerca del faro de otros lectores -en la santafesina biblioteca pedagógica-, al menos dos veces en la década del ‘80 y mientras llega la aurora, está otra vez anclado como expresión de ¡libertad!… en un mágico recorrido entre el hombre y la humanidad, cerca del caudaloso río Paraná que sigue yendo hacia la mar, en este segundo año del tercer milenio…)

1943: “Vidas sin rumbo” – Narraciones

Gastón Gori sigue dejando señales sobre el camino -el Camino- porque ya publicó en tres años cuatro libros y al comenzar el nuevo año se dispuso a seleccionar algunas narraciones para la edición de su quinto libro.

Gastón seguía escribiendo con entusiasmo y ya era posible intuir la calidad de su pluma incesante.

Acá y allá… más conspiraciones.

En la historia de los argentinos, el 4 de junio de 1943 comenzó el movimiento cívico militar… “jornada redentora de la historia”, como cantábamos en la escuela.

Recién el 15 de junio asumió en Santa Fe el interventor Capitán de Navío Julio Cárrega quien fue reemplazado el 18 de noviembre por el Ing. Miguel Argüelles hasta el 27 de julio de 1944, cuando asumió el Coronel Arturo Saavedra, reemplazado el 24 de marzo de 1945 por el Dr. Oscar Alfonso Aldrey.

El 24 de febrero de 1946 obtuvieron la mayoría de votos los candidatos del Partido Laborista doctores Leandro Meiners-Juan Pardal (alianza del sector de la Junta Renovadora de la Unión Cívica Radical con sindicalistas y peronistas) y el 17 de mayo de 1946, después de participar en una reunión con dirigentes políticos, el doctor Meiners estando en su departamento del segundo piso en Arenales 1299, mediante un disparo de revólver decidió el instante de su muerte. Algunos imaginaron como sucesor al radical Dr. Armando Antille mientras otros pidieron al ministro del Interior Ángel Borlenghi que colaborara para lograr un acuerdo acerca del candidato y como han reiterado, con “la ayuda de Eva Perón” impulsaron el nombre del doctor Waldino C. Suárez cuando ya había caducado el Colegio Electoral.  Convocado a sesionar el 15 de junio, proclamaron la fórmula Suárez-Pardal, asumiendo esas autoridades al día siguiente.

Décadas después, Gastón Gori en una nota publicada en el diario “El Litoral” de la capital santafesina, expresó: “A partir del 4 de junio de 1943, con el golpe militar de turno, hubo acontecimientos que cambiarían aspectos del rumbo político del país y, quiéranlo o no los escritores, en esos cambios históricos quien no fue testigo preocupado fue actor entusiasta.  Las multitudes comenzaron luego a ganar la calle -acertadas o no- y una nueva expresión popular de la democracia asomaba en la Argentina para concretarse luego en la figura de un conductor y líder. Como era previsible los diversos criterios llevaron a muchos escritores en el país a organizarse según sus simpatías políticas o sus disidencias con la sociedad Argentina de Escritores de ‘Buenos Aires’ o su directa adhesión política al gobierno que proveyó de abundantes recursos a la Comisión Nacional de Cultura a partir de 1945.  Se funda en Buenos Aires la Sociedad de Escritores, con repercusión en Santa Fe.  Ya no quedaba otra institución en esta ciudad.”

 

En aquella década, entre millones de hombres de oficios estaba Pedro Raúl Marangoni, quien siendo maestro, sabía que seguramente tendría que depender de algún presupuesto estatal y así fue como en 1944 logró ingresar como Secretario Técnico de la Inspección General de Escuelas.

El maestro Gastón Gori -también bachiller-, intentaba todavía ampliar la develación de su latente vocación, lógica resultante de su íntima convicción acerca de su misión, en este fugaz tránsito sobre el planeta Tierra.

Su mirada sobre la tierra ensangrentada por la ambición y la estupidez de algunos líderes políticos, ya aportaba algunas claves acerca de su necesaria aproximación al Derecho Internacional.

Las narraciones que seleccionaba para sus ediciones, también revelaban su tendencia a identificarse con causas de justicia:

 

      • Un hombre al margen de una historia.
      • El podador.
      • Una muerte aleccionadora.
      • Detrás de las ruinas.
      • La importancia de Hamílcar Lagos.
      • El matrimonio Pastore.
      • Ernesta Manzini.
      • Vidas sin rumbo o dos amigos y un gato.
Un hombre al margen de una historia

En la primera narración, Gastón expresó:

“En la tierra florece el sufrimiento, como claveles en almácigos.  Dejémoslo así comparado, aunque el dolor agobie, aniquile o mate.  Que encierre también una imagen de esplendor, de manera que en sus destrucciones variadas, haya lugar para la esperanza y la belleza.  El dolor injusto santifica y ennoblece el alma nacida para el bien.  Los inquebrantablemente nobles, se elevan como atraídos a región de amplitud y serenidad.  Es el tamiz purificador; y la ascensión del ánimo, la medida de los valores irrebatibles: equidad y amor”.

La historia se desarrolla “mientras caminaba junto a los muelles del puerto, en Rosario, donde las aguas del Paraná, al entrar en la carrera de amplia curva, levantan sus olas en la ribera.  En medio del río, canoas de pescadores se movían con lentitud; ausentes los buques que la guerra ahuyentó de los mares”.  Lucía es la protagonista que está “enferma, contagiada”; necesita ayuda, está convencida de que: “esto me pasa por haber querido ser feliz…” La vida le permitió acercarse a un hombre que la supo respetar y orientar para que iniciara el tratamiento médico, con un amigo suyo.  p. 9-11.

Ese hombre estaba también convencido de que “la alegría es como cascada bulliciosa que rueda de las cumbres y desaparece en una grieta encubierta.  Pasa y casi nada deja de sí.  Es espontánea, irreflexiva y saludable.  Necesita de movimiento y sus expresiones son la risa, el brillo de los ojos, la soltura del gesto.  Es breve y se la olvida o por lo menos se la puede olvidar.  No es menester que resulte de nuestra personalidad.  Por eso todos hemos tenido momentos de alegría.  En esto se diferencia de la felicidad.  La felicidad es un goce disfrutado con calma y es profunda.  No puede estar a flor de labios, sino hondamente en nuestro corazón.  Participan de ella todos nuestros sentimientos de placer y su espontaneidad es limitada.  Exige una elaboración previa en nuestro ser, y no todos los hombres la pueden disfrutar.  Para algunos permanece como una falaz desconocida, por motivos que los inducen a llamarse naturalezas desdichadas.  Agrego que la felicidad es serena, y cuando más profunda, más silenciosa.  Por ella suele verterse el privilegio de una lágrima…”  p. 18-19

Gastón Gori difundía sus conceptos, era un joven de veintisiete años.

Jorge Luis Borges, ya anciano, en distintos reportajes solía decir:

“…no supe ser feliz”.

Complejidad de los sentimientos humanos y de las interrelaciones personales que siguen siendo inexplicables…

El podador

Gastón cuenta: “Hacía ya veinte años que Don Pedro, cuando finalizaba mayo, iba a la Comuna del pueblo, más que a recabar órdenes, a comunicar que iba a iniciar la poda de los árboles: paraísos en las calles apartadas; plátanos en las centrales; pinos y ligustros y un magnolio en la plazuela.  El poblado no tenía más que algún millar de habitantes.  Él los conocía a todos, y todos le llamaban ‘El Podador’.  Un título magnífico; timbre de su orgullo.” p. 21

Año tras año, el hombre fue puntual y sensato en las podas, hasta que “la provincia tenía que elegir su futuro gobernador. Los comités, abrían sus puertas a la tentación de los vende-votos; y los politiquillos sin Dios, patria, ni puesto, husmeaban en sus umbrales…  La Comuna, estaba atareadísima.  El presidente había prometido al Doctor ganar todo su pueblo para la elevada causa de su candidatura.  Porque la provincia necesitaba, necesitaba… ¡Bueno! ¡Necesitaba que ganara el Partido! /…/ Estaba el presidente salvando a la Comuna, cuando llegó don Pedro.  -¡Eh! Don Chocarro, cuándo comenzamos a podar!”

Se demoraron las respuestas, se extendieron los plazos hasta que “una tarde, lleno de estupor, don Pedro vio a dos mocetones que subidos a sendos árboles, serruchaban las ramas. El puntazo lo sintió en el alma.  Fue como si se le derrumbara una parte de su vida, la más íntima, la más suya; la que lo ligaba con orgullo a su oficio revestido por él, de jerarquía. Vio y no quiso creer.  El presentimiento lo paralizó.”  /…/  “Era sí una catástrofe, uno de esos dolores que se sienten más hondos en la ancianidad, cuando se comprende que serán los últimos.”  /…/  Todo el pueblo perdía ya la razón de su existencia en él.  Quizá llegaran también a mofarse de un pobre viejo. Como la herida era muy profunda, no sintió despecho, ni odio, ni rebeldía.  Caminando muy lentamente, se retiró a su casa y se encerró en un silencio pertinaz; y él, que animoso era capaz aún de subir a un árbol, apenas si podía sostener ahora su cuerpo.”  p. 26-29

Una muerte aleccionadora

Expresó Gastón: “He sido un cazador apasionado desde muy joven.  La afición me poseía en tal forma, que en épocas de caza, no permanecía ni un domingo en la ciudad.  Durante los inviernos, por las perdices, y en los meses de verano, por los patos.  Palmo a palmo he recorrido campos del sur y norte de Santa Fe.  De Entre Ríos, Santiago del Estero y Córdoba, conozco solamente las estancias donde abundaban martinetas.  Como todo cazador que se estima, poseía a fondo lo que con mis amigos, llamábamos ‘la mística’.  Es decir, contaba hazañas innumerables del perro; casualidades, tiros asombrosos, leyendas de cazadores, y a quién estuviera en trance de escucharla, le contaba la historia de mi piel de guasuncho. Dentro de ‘la mística’, estaban comprendidas las cantidades exactas de aves cobradas, quiero decir, que cabía la mentira entusiasta”.  p.31-32

Durante una de esas cacerías, huía veloz una liebre y hubo dos disparos. “¡La liebre siguió corriendo aparentemente ilesa!”  Siguió contando Gastón que “a unos trescientos metros, se detuvo” y fue entonces cuando decidió llamar “al perro, pues no la había visto”.

Un cuarto de hora después, intentó rastrearla, avanzó lentamente.  Se produjo el desenlace y lo comenta “anonadado”: “Y cuando estuve más cerca aún, detrás del yuyo, la vi… Fue una desilusión.  Estaba muerta.  Yo esperaba verla correr como si fuera un enemigo burlón, esperaba alcanzar un triunfo, y me vi frente a una derrota.  Estaba derrotado.  La pobre liebre había muerto alcanzada por las municiones, encogida, débil, insignificante”.  Insistió luego: “No sentí ni la mínima emoción de cazador, ni el más insignificante orgullo por haberla cobrado; ese orgullo placentero del tirador eficaz.”  Escribió conmovido: “No, no fue el cazador quien la alzó; fue el hombre puesto ante la evidencia de un daño brutal, casi estúpido.  La sangre me manchó las manos, e hice lo que jamás había hecho: me las limpié como temeroso de que ardor maligno, me las horadara.  No obstante mi desaliento, la puse en el morral, ¿qué otra cosa iba a hacer?”  /…/  p. 33-35

“Regalé la liebre.  Por la noche, tuve un sueño atroz, uno de esos fenómenos oníricos angustiosos, conturbadores, tan profundos que parecieran tener raíces en cada una de nuestras venas.  Soñé, que, en el mismo campo donde disparara contra la liebre, había una casa rodeada por huertas.  Una señora, robusta, rosada, de mirar intencionado, me ofrecía conejos; pero como estaban en libertad, debía cazarlos con mi escopeta.  La llevaba en mis manos cargada.  Salió uno y apunté; iba a disparar, pero simultáneamente el conejo se irguió, tomó formas de niño y un largo chorro de sangre le salió del cráneo.  Bajé el arma aterrado y miré a la señora.  Ella me sonreía.  -¡Tírele, tírele! ¡Mátelo!  El conejo había desaparecido”.

Un nuevo intento y las mismas consecuencias. “Desperté sobresaltado.  Tremenda angustia me anudaba la garganta.  Mi señora  despertó también. -¿Qué te pasa? Dijo. -Has gritado…  -Nada, un sueño horrible… No pude volver a conciliarlo.  Temía caer en la oscura zona donde dominaban visiones espantosas; y a pesar de estar despierto, en la oscuridad, creía sentir la presencia del niño con el cráneo despedazado… Cerraba los ojos, y una tremenda confusión de imágenes, se me agolpaba: el conejo, el niño, la sangre… Me zumbaban los oídos y me dolían las sienes. /…/  A la semana siguiente, me invitaron a cazar.  Disimulé un pequeño sobresalto y me excusé.  Temía, temía dolorosamente la visión trágica del sueño. /…/ Pasé otros días en el campo, sin mi escopeta.  A veces, iba a orillas del río, con mi familia, y me alegraba paseando, mirando los árboles y los pájaros.  He visto con detención cómo las cardenillas tejen sus nidos en las chilcas; oí cardenales cantando en libertad, y me parecieron más hermosos, más radiantes que los míos encerrados.  Eran meses de primavera y un día, llamé a mis dos hijos, tenía entonces el mayor, trece años, y con ellos, abrimos las jaulas.  Cardenales, tordos, dominós, volaron a los árboles en inesperada libertad.  A los niños les parecía inverosímil, pero rieron conmigo.  Hoy son hombres, y me complace saber que no tienen afición por la caza, aunque me duele más, verlos negociantes tan expertos…

Cuando los visito, les pido siempre un gran paquete de alpiste.  Ellos se ríen de mí; creen que a mi edad, es chochera arrojarles semillas a los gorriones.”  p.36-39

 

La reiteración de estas narraciones tiene un propósito: facilitar a quien esté predispuesto para continuar la lectura de estas páginas, una oportuna comparación entre estos relatos y las experiencias narradas por Gastón a fines del siglo XX, cuando ya lo han distinguido nombrándolo ciudadano ilustre y lo más sorprendente, siendo también reconocido como el señor de los picaflores e identificado como el Patriarca de los Pájaros.

 

 

Detrás, las ruinas…

A principios de la década del 40, Gastón ya había acumulado múltiples impresiones en torno a los obrajes de la Forestal y en consecuencia, no sorprende que en su narración ubique a Navarro en Villa Ana, “en el tren de la Compañía.  Más de cincuenta peones se apilaban en las vagonetas, algunos sentados, otros de pie.  Hablaban a gritos un duro lenguaje en el que mezclaban castellano, guaraní y pocas palabras quichuas.  Correntinos, santiagueños, santafesinos, y unos que otros, paraguayos que bajando el Paraná habían trabajado también en Formosa y en el Chaco”.  p. 41

El hombre tenía mujer y estaba embarazada, había insistido en que se quedara, pero él la dejó: “Juana, dolorida del vientre, quedó sola. Hacía casi tres años que andaban juntos. Levantaron el rancho, por última vez, a una legua de Villa Ana cuando se conchavó para desenterrar raigones de quebrachos.  /…/

Vivieron un mes comiendo charqui hervido… Ahora se iba a los obrajes.”  p. 42

En vano la mujer le suplicaba que se quedara, aunque la castigara, tampoco le creía cuando le repetía que no lo había engañado.  Navarro “quería olvidar la miseria de su rancho y olvidar también a Juana, como a un fracaso…” p. 45

De Villa Ana pasó “al atracadero, en el Paraná, a cargar troncos”. p. 46

“El Paraná, de puro ancho y lento, corría majestuoso.  Sobre ambas orillas crecían vegetaciones tupidísimas, de un verde intenso.  Algunas bandadas de tordos lo cruzaban y se perdían entre los árboles de Corrientes.  El aire fresco parecía seguir, sobre las aguas, el curso del río, y movía, en su empuje, las ramas de las riberas.  Nuestro hombre trabajó todo el día, y como una nueva esperanza lo refrescaba, empeñoso hasta el denuedo, no se tomó descanso.  Al caer la tarde, el barco zarpaba rumbo a Santa Fe.  Se negó a cobrar, siempre que lo llevaran como peón de la Compañía.  Y cuando el agua se encrespó, espumosa, junto a la hélice, se sentó en la cubierta para ver cómo en el horizonte iba desapareciendo un grupo de palmeras.  Las sombras comenzaban a confundir todos los árboles y paneas si relucía el río con el fulgor de la luna que se alzaba.  Navarro respiró con fuerza, y mientras el barco navegaba sereno, bajó a las bodegas a descansar…”  p.47

Si el lector se acerca hasta alguna Biblioteca Popular, tal vez pueda disfrutar de la lectura completa de ese libro que no se cae de las manos -usando una expresión acuñada por Gastón- porque en realidad al llegar a la última página, se siente el impulso de seguir releyendo varios párrafos. [11]

¡Ah!… -como también suele decir Gastón-, casi omito decir que la última narración alude a Zambo, “un gato optimista”, que “mira y remira  fijamente la cacerola…  y se relame” p. 101, 103

Después, “la gata de la vecina, maúlla con quejidos infantiles, y Zambo está inquieto.  Como anochece, da vuelta en torno a la casa.  Sospechamos que esta noche su virtud, ha de sufrir algún delicioso y sensible menoscabo.  Podríamos envidiarlo.  No nos faltan hermosas imágenes, y el amor nos conmueve desde la aurora dispersadora de pájaros…  ¡Ah! Buen compañero, gato nuestro, ve donde te incline tu naturaleza que nosotros rogaremos porque tus goces sean fructíferos; rogaremos por que veas en tu compañera un envío maravilloso, un desprendimiento magnífico de tus dioses.  Rogaremos por ti.  ¡Pierde tu virtud y gana un poco de belleza…!”

Después, con Javier se levantaron temprano.  “En la cocina, el gato duerme plácidamente.  Ha encogido con suavidad sus patas y no tiene prisa por despertar. Mejor; que duerma, que sueñe, pues no le faltan motivos.  Tanto maulló anoche, que sus ensueños lo poseerán durante varios días; nada más.  Nuestro gato no cree en el amor eterno puesto que es sensato.  No amará mucho tiempo a la gata blanca del vecino, y en esto, se rige por medio de elementales reglas de prudencia.

Como en amor no se adhiere a ilusiones infinitas, el amor no lo distrae ni hace sufrir mucho.  Sabe que es finito y procede de acuerdo con su naturaleza.  En esto nos distanciamos considerablemente de sus maneras sencillas. ‘Ponemos el infinito en el amor’ y nos tortura la duda en materia de sentimientos.”

Sigue día a día la historia de Zambo, mientras está “acostado bajo una gran planta de malvón”, o bajo la sombra de “las hojas de una plantita” mientras “también algunas, flores hacen sombra”.  A la noche, busca “bajo la cocina, un poco de calor”, mira, mira y está silenciosos; día tras día, noche tras noche…”

Sigue narrando Gastón, y lo que sucede al mes siguiente es sorprendente: alude a “un desocupado recalcitrante” y dice que es “un hombre que mira con invencible zozobra, las casas donde las vacantes son problemáticas” hasta que se decide a expresar:

“-Señor, necesito emplearme para poder comer y vestir; quiero decirle que mi figura y mi estómago ofrecen aspecto casi indecoroso.

-¿Qué sabe hacer?

-Soy abogado.

Una mirada estupefacta le descompuso el rostro.” p. 119

Sigue el cuento con diferentes reflexiones hasta que Gastón plantea el desenlace: “¡Nos reconforta el pensamiento nutrido en el ensueño de los hombres del porvenir, que no tendrán que aislarse y combatir a otros hombres para poder disfrutar de los bienes de la tierra!

No, no podemos despreciar, porque somos parte de una humanidad cargada de dolores que comprendemos.  También, en nuestro corazón henchido, el desengaño, es como una piedra arrojada en el mar: borran sus ondas, marejadas blanquísimas…”

(Lo que agrego aquí, no es ficción; es lo que percibo tras la ventana: está anocheciendo. El gato negro y blanco, se ha acercado hasta el tapial de la vecina. Está maullando, mientras espera a la gata gris que misteriosamente, hoy se ha demorado…)

Memoria perdurable…

Sabido es que tras el movimiento militar de junio de 1943, fueron intervenidos todos los organismos del Estado en todas las jurisdicciones y asumió como interventor en el Consejo General de Educación el Dr. José María Rosa.  En ese tiempo, Gastón Gori se desempeñaba como Secretario Técnico de la Inspección General de Escuelas.   En Crónica sobre la política cultural de los gobiernos santafesinos (1920-1999) –de Ediciones Culturales Santafesinas-, reseña escrita por su cuñado Jorge Campana -secretario y coordinador en la Delegación Sur de la Subsecretaría de Cultura hasta su jubilación-, hay una anécdota interesante y por eso la reitero en esta página, varios años después de estar terminados estos recorridos por distintos Caminos

Rememoró Campana:

“En conversación mantenida con el escritor Gastón Gori, quien fuera empleado en esa época en el Consejo General de Educación, me manifestó su extrañeza cuando un día… vio descender a dos ordenanzas con un gran cuadro de Domingo Faustino Sarmiento que por orden del Interventor del Consejo de Educación era retirado del despacho oficial.

El Interventor en ese momento era el Dr. José María Rosa, historiador revisionista, que además de sacar el cuadro, logró imponer a la Escuela Primaria un manual oficial para la enseñanza de Historia Argentina donde se exponía la figura de Don Juan Manuel de Rosas de manera relevante.  Yo mismo tengo presente ese texto en el que me tocó estudiar.  Gastón Gori, en su recuerdo, me comentaba que de inmediato, la Profesora Costa Méndez dispuso hacer un acto de desagravio al Prócer sanjuanino en la Escuela que lleva su nombre en Santa Fe”.

(Es oportuno recordar que la Escuela Nº 1 “Domingo Faustino Sarmiento” funcionó en la planta baja del amplio edificio de Primera Junta y 1º de Mayo, y que se accedía a las oficinas del Consejo General de Educación de la Provincia mediante escaleras de mármol.

En el mismo edificio donde descolgaron el cuadro, en el patio del sector oeste de la planta baja, estaba emplazado el artístico monumento al ex presidente argentino y allí quedó hasta que comenzó la demolición para luego construir el actual Complejo Educativo “Domingo Faustino Sarmiento”, donde la misma estatua está ubicada en el patio del sector este, con otro basamento.)  [12]

1945: “Y además era pecoso…” – Cuentos

En la legendaria Editorial Castellví, un año antes de comenzar la carrera de abogado, Gastón Gori presentó su libro Y además era pecoso.

En la contratapa de la reedición de 1982, consta que “cuando se publicó la primera edición de este libro, La Nación dijo que ‘parece llevar una finalidad docente la noble inspiración de estas páginas asistida por clara destreza expresiva, por la que se logra la tan difícil sencillez de la prosa trabajada.  Son relatos en los que a menudo se despierta el recuerdo de Juvenilia o los pulcros acentos poéticos en que Obligado evoca las islas amadas -dulce asilo de mi primera edad-.’ Y Teófilo Madrejón -ese gran periodista que fue-” Antonio Leonhardt, “no vaciló en escribir ‘Juvenilia de Miguel Cané es el gran libro de la adolescencia, de la primera juventud.  Y además era pecoso… de Gastón Gori es el hermoso libro de la infancia.  El primero no tiene par en nuestro país, y quizá no lo tenga en habla castellana.  El segundo, Y además era pecoso… viene a ocupar un sitio de eminencia quizás equiparable’.”

Desde las páginas del diario “La Mañana” de Santa Fe expresaron:

“Libro bello, escrito por un alma serena, apacible y trasparente”.

Después, la mayor difusión en las escuelas santafesinas generó diversas propuestas de aprendizaje, entre ellas las Fichas de trabajo individualizado – Para el aprovechamiento inteligente y creador de cada relato, elaboradas por la educadora Rosa Fischer.

Lecturas oportunas…

En un diálogo con Silvia Braun de Borgato y refiriéndose a ese libro que “debía ser el de la niñez en nuestros campos”, Gastón dijo: “Lo trabajé con muchas dificultades y tengo los borradores donde se puede ver cuán laborioso estuve para conseguir la sencillez de la prosa y, en lo posible, la belleza.

Siempre traté de aplicar este criterio: escribir claramente y lo mejor posible aprovechando la riqueza de nuestro idioma, porque la belleza de la forma hace que perdure una verdad.  Una verdad mal expresada parece que deja de serlo, en cambio, bien dicha, con una forma digna de ser recordada, es una verdad que perdura.”

El pecoso Dalmacio vivía en “un barrio de gente sencilla que envejece y sufre; cercada por la tradición de familia o por los guardianes, amistosos o malvados, de su reputación; alguien un día aparece por las calles calzando una zapatilla y un zapato, luego una muleta.  La historia de su infortunio es conocida y pronto nos resignamos ante la idea de su muerte.” p. 10

Sabía Dalmacio cómo vivían y cómo trabajaban los hombres de su pueblo; conocía algunos riesgos y otras tantas imprevisiones;  insistía también en que “tras las vías del ferrocarril, se conservan sitios predilectos y las dos viejas moreras, cuyas ramas cargadas de hojas amplias y de frutos pequeños, se inclinan sobre el sendero.

¡Cuantas veces habré arrojado trozos de ladrillos contra sus gajos para que cayeran las moras jugosas que nos manchaban los labios, la lengua, la camisa, las manos, y que comíamos con deleite, porque a pesar de la tierra que contenían eran riquísimas… Quizá mi propio abuelo, que trabajaba en el Molino, tras cuyas tapias están plantadas, extendió sus manos hacia sus ramas para arrancar el fruto rugoso y dulce.”

Intuía Gastón que “sufrirán el golpe final de hacha porque obstruyen el camino; porque presionan con sus raíces poderosas los cimientos del tapial.  Caerán y serán los hombres los que rajarán sus troncos, tronchando así, dos vidas legendarias. ¡Triste destino el de los árboles! Los hombres destrozan porque necesitan vivir, y vivir, es derrumbar, sacrificar y también resguardar nuevas vidas, levantar nuevos refugios, defenderse de las plantas y los pájaros…”   p. 11-12 

Dalmacio disfrutaba de “la lluvia” tanto como “en una tarde de solp.13,25 o bañándose con sus amigos en la laguna  y hasta se animaba a ser el protagonista del rescate de la ropa de Jerónimo -de Jerónimo con jota-, aunque estuvieran merodeando algunos perros y personas.

Al ser interrogado por un hombre que lo había estado observando, dijo que era “Dalmacio Gálvez, señor.”  Destacó enseguida: “¡Nombre y apellido le había dicho” porque “puesto a rodar en la fatalidad, me había precipitado en ella con ánimo irrefrenablemente inerte.”  p.39

El travieso pecoso, se conmovió cuando su hermana le avisó que “en la leña nació un gatito”.  Contó que Nilda dijo: “Pobre ‘Petrona, parece asustada. ¡No si no le haremos nada!…” mientras él sonría porque “el animalejo” le parecía “despreciable” tanto que cuando su hermana insitía con su “¡No gatito rico, no te llevaremos!”, el sentenció: “No gatito, no te haremos nada… ¡porquería!”.

Después, Nilda le dijo: “Dalmacio, sos perverso. Le decís porquería esa ricura…” El pícaro pecoso, sin vacilar, le contestó: “No me parece lindo, y la gata, podría quedarse en casa en vez de salir a buscar esa clase de hijo. No deberíamos tener otro gato.  Comen mucho y no cazan lauchas…”

Dalmacio no sentía amor por ese animalito y escribió acerca de su hermana: “…me pareció ridícula, dulce hasta hacerme reír.  Odié al gatito defendido, y como el viento sacudió mis cabellos despeinados, al saberme desaseado y cruel, me sentí orgulloso de poseer sangre  tan implacable.”

En aquel momento, Dalmacio observaba a “esa pequeña cosa fea cuya vida no significaba más que unos pocos movimientos indecisos, inconscientes, repulsivos…” y necesitó expresar: “Entonces, la vida de los animales no me merecía un respeto muy hondo.  No los asociaba a la existencia universal, más llena de penurias y dolores, que de paz y alegría.  Atar un tarro vacío a la cola de un perro para verlo huir al ruido que él mismo provocaba, era un placer gustado en ocasiones largamente esperadas. Del sufrimiento, sólo me interesaba la parte risible. Nunca pude imaginar que la carga bullanguera y desesperante, era una tremenda inquietud añadida a los múltiples sinsabores de esa especie domesticada y escarnecida. El amor y la ternura no habían florecido en mí, porque apenas si tenía tiempo para disfrutar de toda la alegría recogida en la calle y en el campo.  Mi salud física era demasiado exuberante; no podía reparar en la larga tristeza de los perros, en la mansedumbre de los gatos. Batallaba, gozaba, no era fundamental, pues comprender y sentir la dulzura infinita de la piedad.”  p. 59-62

Disfrutaba Dalmacio “pasando las vías del ferrocarril” para llegar hasta “el monte de paraísos”.  Pensaba: “Los paraísos parecieran haber hallado en mi terruño propicio medio para el esplendor de su follaje y la espesa fragancia de sus flores. ¡Son tan hermosos y tan simples!”  p. 63-64

Era como un bálsamo el silbido de Jerónimo invitándolo a salir para hacer algún paseo imaginado; era placentero estar con Jerónimo “buscando flores de paraíso”… ¡Jerónimo!, “ese rapaz moreno”… que también sufrió cuando se vieron por última vez; porque había llegado el momento de cargar en un carro, todo lo que había en su casa… p. 117   No se encontraron después y llegó el día en que Gastón, supo que había muerto su entrañable amigo… Suele recordarlo con tristeza…

Dalmacio rememoró que “el camoatí se balanceaba próximo al extremo de un gajo de espinillo” cuando “Jerónimo lo descubrió” y lo llamó.

“-Dalmacio, un ‘camachú’, un ‘camachú’.  Fui corriendo a saltos sobre los yuyos y lo vi cuando las avispas, espantadas por un hondazo, salían del agujero y se desparramaban sobre la áspera superficie de su colmenar.  Huimos riendo a carcajadas y cubiertos con la gorra hasta las orejas…” p.67

El pecoso y curioso Dalmacio, disfrutaba observando la belleza del naranjo y haciendo caer algunos frutos ayudado por Jerónimo.

Después, contaba: “Nunca faltaron pájaros en las jaulas de mi padre, una de ellas enorme, construida de manera que su piso era la tierra y allí había hierbas y pequeños arbustos, en parte bajo techo y en el resto penetraba el sol, el viento, las lluvias.”   p. 85

Rememoraba emocionado: “Mi padre silbaba junto a los tordos que estimulados, aleteaban de gozo.  Hay pájaros que viven alegres en cautiverio.  No languidecen.  Se les abren las puertas, vuelan, silban, festejan y vuelven luego por sí mismos adentro de la jaula, para continuar interminables gorjeos… Comprendo que algunos valoren, amen y estimen más su presencia en los patios, encerrados, que su libertad en los bosques.  El hombre suele distraer sus muchas amarguras y labores, con la felicidad sencilla de acariciar un ave mansa.

Yo abriría las jaulas del mundo para que, con las alas extendidas, todos los pájaros viviesen libres, tan libres como el viento.  La libertad es un don insustituible; ella, sólo ella, hace que la vida guste plenamente y que se logren instantes de felicidad.

Los pájaros encerrados se me ocurren poetas perseguidos”…

Vuelve una y otra vez a la imagen de su padre: “Mi padre amaba los pájaros.  Su afición había conseguido prodigios… pero nunca los prisioneros alados le brindaron la delicia de un nido, con el piar de los polluelos”. p. 87 

Dalmacio Gálvez sabía que “los pájaros suelen impresionar tanto por el retraimiento como por la aceptación callada de una desdicha que no comprenden.  Los mirlos desambientados perecen por inanición.  Yo he visto, cierta vez, a un niño, soportar en un rincón un castigo, sin llorar.  Es que no comprendía su culpa, ni comprendía la penitencia. ¡Su silencio, era silencio de pájaro cautivo!”  p. 87

Insistió Dalmacio: “Mi padre amaba los pájaros.  Nunca su pasión fue compartida por mi madre.  Ella era sensible de manera distinta.  Hubiera querido darles libertad a todos… Pero en el fondo se sentía complacida cuando alguien admiraba tan variada colección… ¡Oír los pájaros era un premio gratuito y hermoso!”  p.89

En otro cuento, Gastón comentó: “La bondad de mi padre, con la frescura de las mañanas, sonreía al dolor inexpresado… Festejaba el baño de los cardenales que sacudían sus alas sumergidas en el agua; silbaba a los canarios que picoteaban yemas de huevos cocidos.  Las martinetas huían bajo los altos helechos: por su instinto arisco, no se reconciliaban jamás con la voluntad del carcelero.  Fuera de su ambiente, golpeándose a veces contra el tejido, sangrábanse la cabeza. ¡Manchas de sangre, en el recinto de su cautiverio!”  p. 85-86

Otro día, recordó el momento del encuentro con el cardenal muerto, “junto a la pileta del agua… El copete rojo, que se erizaba en la pelea o en el desafío vibrante de su canto, estaba aplastado contra la tierra.  Habría muerto al amanecer y quizá en un esfuerzo final por aproximarse al agua.

Cuatro años llevaba de encierro y era el más amado, por su soberbia, por su rabia desafiante.  Era el caballero indomado entre la turba alada.  Agredía y silbaba.  Por su actitud rebelde, se constituyó en ‘llamador’ infalible, que atraía a sus congéneres y se trababa en pelea obstinada a través de los alambres.”

Contó luego Dalmacio:

“Lucio llegó en el instante en que Nilda, saliendo de la jaula, cuyas puertas cuidaba yo,  traía el cuerpecito rígido” y enseguida organizaron el entierro del cardenal:

“Con un pequeño envase de lata hicimos el féretro.  Habíamos adoptado rostro solemne, como si jugáramos a estar tristes… Mis hermanas colocaron la caja en el hoyo; Lucio la cubrió de pétalos.  Yo hice de sepulturero amontonándole tierra con el cuchillo, y luego, puse el epitafio: ‘Aquí duerme el ‘llamador’ / que se murió una mañana’… Diariamente con mis hermanas le colocábamos flores, y nos hicimos mutuas promesas de no abandonarlo jamás. ¿Cuánto duró nuestro culto al muerto cardenal?   Bastó que una lluvia borrara el montículo, para que nunca más volviéramos a levantarlo, para que nunca más le colocáramos una flor.  Quizá agradecimos al agua que nos libertó del monótono compromiso.”   p. 93

Mientras Dalmacio aludía a la ausencia de su amigo Jerónimo, revelaba otras claves acerca de la muerte del cardenal, que habían sido reveladas por su padre:

“Acordate del cardenal, murió la compañera mordida por una rata, y el compañero, entristecido, apenado, rindió a su recuerdo el sacrificio total, dejándose morir.

Nuestro cardenal murió por amor.  Era sublime la fuerza de su sentimiento, que le dio vigor para soportar, sin comer, el dolor de una vida que ya no quería.  El pequeño mundo de los pájaros es un misterio que nos admira por todo lo que nos vincula con la belleza.”   p. 116

En ese tiempo, Dalmacio había advertido: “En aquellos años no poseía claramente la idea de la muerte… cuando oía decir: falleció Fulano se me antojaba un cambio de estado de naturaleza grave que traía en su esencia la idea de tristeza y también de ramos de flores y coronas perfumadas. Se me escapaba casi toda la trascendencia de la muerte”. Luego reconoció que a “la muerte, como disgregadora total, como inexorable aniquilamiento del individuo que ocasiona a veces desamparo y miseria, no la conocía.  Ignoraba su consecuencia humana y social y la necesidad de trascender, preocupación de la religión y la filosofía de los hombres.”

Supo Dalmacio que había muerto el padre de su amigo y con honda impresión advirtió que “el barrio parecía cambiado.  Mujeres conocidas cruzaban la calzada e iban a la casa del duelo. Mi padre salió vestido con su mejor traje y adiviné que él también despediría a don Jerónimo.  Lo seguí mirando para verlo caminar. ¡Como me agradaba ver a mi padre caminando bien vestido…! Tenía un andar lento y firme, levantaba un poco la cabeza, sin orgullo, pero como realzando la limpidez de su frente.  Movía con lentitud los brazos y parecía dominar las calles.  Poseído por el placer de sentirse respetado y de saludarse con gente conocida, una noble expresión le revestía el rostro de amable dignidad…  Más personas se dirigían a la casa de mi amigo, eran todas conocidas…” p. 101

Dalmacio se sintió “dominado por recelosa curiosidad” y se acercó hasta la casa de su amigo: “… lo vi cruzando el patio, vestido con pantalones limpios y blusa gris, con una pequeña cinta negra sobre el lado izquierdo, no me atreví a llamarlo ni a acercarme pues me separaba un grave sentimiento de respeto y realzábalo a tal límite, que me resultaba imposible llegar hasta su soledad.  Confuso, me retiré para evitarlo.  Lo veía transfigurado por un acontecimiento capital… Nunca supe cuánto sufrió la muerte de su padre, ni si tuvo la ingenuidad mía cuando pensé que en el juicio ante Dios, podría don Jerónimo ser castigado por error…  p. 102

Volvió Dalmacio a su casa sin hablar con su amigo; se quedó quieto y silencioso en su lugar y había motivos para eso:

“Los más serios problemas que me preocupaban en mi niñez, los he meditado bajo los árboles umbríos, quizá porque su frescura fue siempre beneficiosa para el descanso de mi cuerpo y para dulcificar mi espíritu. Después del entierro de don Jerónimo, cuando para el común de la gente había recobrado normalidad el cotidiano ritmo del barrio, yo hasta con el aire respiraba misterios sin distinguir sagrados de profanos.  Mi madre, cruzando entre plantas de amapolas, y recogidas las puntas del delantal lleno de lechugas recién cortadas, se acercó sonriéndome con apacible dulzura.

– ¿En qué piensa mi bandido?”

Fue entonces, cuando el inteligente niño respondió:

“-Pensaba cómo hará Dios para conocer a toda la gente que muere y no equivocarse para castigarla.

-Tonto, Dios no necesita conocerlas como las conocemos nosotros.  Todos somos de Dios y Él nunca castiga, comprende nuestra vida y le basta saber que los malos sufren más que los buenos.

Esto dijo mientras se ponía a la sombra para que el sol no marchitara sus lechugas; y con ánimo pausado, mirándome con ternura que brotaba de lo hondo del corazón, prosiguió:

-Ya llegará el tiempo en que pensarás verdaderamente sobre esto; dejá ahora a la muerte y a Dios, y andá a escardarme los canteros invadidos por las quinuas…

Me sentí reconfortado más por sus modales que por sus palabras, y mientras ella iba, tomé la azada y carpí la tierra hasta que lo agradable de la labor me hizo olvidar preocupaciones.  Comencé a silbar, limpia el alma y rebosante el cuerpo de salud.”  p. 103

 

Dalmacio, pasado el momento en que había que matar al chicho, rememoró sus “últimos encuentros con Jerónimo” en el cuento titulado La ausencia de mi amigo  y como sucede al leer un excelente texto, es lamentable llegar a la página “donde concluye este libro”.  Dalmacio –Pedro, Gastón- recordaba que todavía usaba pantalones cortos, pero cuando unos muchachos del barrio se burlaron de él, tal vez porque sus “piernas eran demasiado largas”, se animó a plantearle el problema a la madre, y así fue como salió “con flamantes pantalones largos”…  p. 121

Luego expresó: “Ya estaban cubiertas mis piernas, pero más desnuda mi alma…, porque fueron agudizándose mis inclinaciones hacia una vida que me llenó de íntimos dolores y de inefables contentos.”

Dalmacio destacó enseguida: “Creo que por este tiempo, dejada mi vida de callejero despreocupado, comencé a querer desentrañar misteriosos ensueños… De la cacería de pájaros a la de imágenes, habría mediado el vuelo de una mariposa, pues bien pronto comencé a llenar cuartillas. Ese fue mi destino… Y como es indispensable concluir estas páginas, quédese el lector con la fresca ternura de la mujer que más he admirado, y cuya deliciosa ingenuidad y su amable manera, no marchitan los años, porque ella sabe amar a todos los seres y las cosas con su inocente alegría… Pero si nombro a mi madre, no concluyo el libro, porque ella llena toda mi vida.”  p. 122

En torno a las comparaciones…

Sabido es que Silvia Braun de Borgato pudo grabar algunos diálogos con Gastón y que fueron difundidos en el libro titulado Bajo la bignonia.

En una aproximación a la página cuarenta de esa edición, es posible leer acerca de “Y además era pecoso:

“…Lo particular de todo esto, es que no lo escribí para los niños.  Quise hacer un libro de literatura para todos, como ‘Juvenilla’, según se dijo.” (Leamos Juvenilia, según es y olvídese el error en la impresión.)

Decía Gastón: “Sin embargo, en la primera edición hay partes amargas, inaceptables para ser leídas por las criaturas, porque, repito, no pensaba que iba a ser leído por chicos.  Cuando vi que el libro se me escapaba y se iba a las escuelas en busca de un destino que nunca pensé que iba a tener, en las ediciones siguientes, modifiqué y saqué párrafos muy crudos, porque no tenía derecho a torturar y crear imágenes cruentas en la mente de los niños”, destacando que “en algunas escenas autobiográficas, no hay crueldad, hay injusticia.  Los padres somos injustos, a veces, con los hijos porque no comprendemos el sentido que ellos dan a muchos actos”.

Luego recordó la costumbre de su padre: “me llamaba una y dos veces sin que yo obedeciera; a la tercera me pegaba un grito y no siempre me libraba de un correazo.  A él le irritaba mi manera de ser, me creía soberbio, altanero, porque nunca lloraba ni me humillaba por sus castigos.  Yo no comprendía por qué obraba así, por qué no entendía que estaba entregado de alma a mi labor y no me respetaba.  Tardé muchos años en comprender a mi padre”…  BlaB, p. 40

 

Quizás estimulada por la confianza en nuestra intensa amistad, me atrevo a decir que este libro escrito por Gastón, no es comparable con los que ha dejado Elías Castelnuovo “un cuentista de cosas de la infancia sumamente trágico y dramático”; tampoco sería posible identificar a Dalmacio con el pequeño Pierre Nozière de Anatole France; porque cada uno está situado en un espacio diferente, intervienen personajes distintos y los hechos acontecen en circunstancias lógicamente irrepetibles.

Tampoco sería acertado comparar Y además era pecoso con Juvenilia de Miguel Cané, porque eran momentos diferentes; éste se desarrollaba en la época del apogeo de Bartolomé Mitre, cuando Monsieur Jacques asumió la conducción del Colegio Nacional de Buenos Aires y en el relato se suceden grotescas burlas hasta desbordar el límite de lo tolerable con el desenlace de una violencia deplorable.

No hay tales signos de intolerancia en los cuentos de Gastón sobre su infancia de modo que con tantas variables, lo aconsejable es alejarse de la tentación de hacer vanas comparaciones…  Sugiero como actitud positiva, si están disponibles los dos, si es posible ¡leerlos!… ¡Leerlos!… y si al llegar a la última página se sintiera una sensación de tristeza será porque era deseable que continuara… Entonces, quedará latente el propósito de releerlos.  ¡Releerlos!… porque el generoso esfuerzo del escritor merece ser compensado con lúcidas lecturas.

 

Silvia de Borgato ha escrito acerca de Gastón: “dejó los pantalones cortos y convirtió el vuelo de las mariposas en cuartillas y cuartillas”.  BlaBp.46

Con la levedad del susurro -aunque no es un secreto-, expreso que en este comienzo del siglo XXI, como lo hacen tantas personas -varones y mujeres-, Gastón en el agobiante verano santafesino vuelve con frecuencia a usar los pantalones cortos, más por comodidad que por moda.  Sigo intentando abarcar la estela de su trayectoria y observo que siguen volando las mariposas en su maravilloso Jardín; que tras cuartillas y cuartillas -como sucedía con la fecunda morera que crecía tras el tapial del Molino y año tras año regalaba sus frutos-, ahora es posible distinguir su potente obra literaria, que se inició con un ensayo su Anatole, publicado cuando tenía veinticinco años-; que continuó con bellos poemas, que se proyectó aún más… Sobre la tierra ensangrentada…; que se fue expandiendo más y más, con poemas… Mientras llega la aurora… hasta que se produjo la insoslayable confluencia cuentística… en  Vidas sin rumbo.  Emocionada, propongo otra una breve pausa porque es oportuno reflexionar sobre tan fecunda creación y recreación

1946: fecundidad poética.

Gastón cuando siente el impulso de escribir, anota en un cuaderno lo que luego relee y corrige hasta que lo reitera en mecanografía.  Sabido es que durante el invierno de 1946 en el hemisferio norte, terminada la segunda guerra mundial comenzaba otra etapa de reconstrucción.  Entre los argentinos, los ciudadanos celebraban haber recuperado el derecho a elegir a las autoridades y el cercano comienzo de otra etapa…

Los proyectos literarios de Gastón eran evidentemente “incesantes” y ese año logró editar dos libros.

   “Se rinden los nardos” – Poemas

En aquel tiempo de visibles cambios políticos entre los argentinos, en Santa Fe de la Vera Cruz surgió el grupo Espadalirio.

Gastón Gori ha destacado que “no surgió como movimiento generacional aunque adquirió después ese carácter; no tuvo por objeto imponer, por eso mismo, una visión renovadora y homogénea de la poesía, aunque a ello aspiraran algunos de sus miembros; como tampoco dar un carácter determinado a la creación poética del interior del país.  Sus integrantes fueron diez: José Rafael López Rosas, Miguel Brascó, Fernando Birri, Gastón Gori, Victorino Decarolis, Germán Galfráscoli, Estela G. –Galfráscoli- de De Carolis, Leopoldo Chizzini Melo, Leoncio Gianello y Roberto Beguelín (Robger).  Luego se incorporaron el P. Pedro Pagés Sellarés y César Mermet.  Carlos Carlino no intervino porque consideraba que su labor ya tenía otros medios de difusión.  Se trata primordialmente de eso: de difundir los poemas del grupo por medio de cuadernos, cuya impresión estuvo al cuidado de Victorino De Carolis, que de hecho intervenía en la selección tipográfica y en su diagramación.”

“José Rafael López Rosas impuso el nombre a la nueva entidad.  Hizo un apócope tomado de un poema de García Lorca: ‘Con el aire se batían / las espadas de los lirios.’  La influencia del poeta granadino era poderosa en la poesía americana, de modo que el nombre tuvo rápida aceptación y ‘Espadalirio’ estuvo sugiriendo no la combatividad de Rafael Alberti en su ‘Entre el clavel y la espada’, sino la presencia del talento poético del autor del ‘Romancero Gitano’, aunque no se tratara nada más que de una sugerencia.  ¡Lejos del Romancero andaban especialmente Birri, De Carolis y Galfráscoli, porque ellos serían los menos ligados a modelos!  Con respecto a la combatividad, la institución, entre la espada y el lirio, le dio preeminencia a la flor…

Miguel Brascó -que desde muy joven se destacó por sus dibujos- hizo las viñetas para cuatro de los cuadernos publicados… También Brascó dibujó los ‘pergaminos’ hoja de cartulina blanca’ que firmados por todos los integrantes del grupo, se entregaban como homenaje a cada uno de los poetas a medida que publicaban sus cuadernos.”

Luego, Gastón destacó: “Es así como la agrupación en menos de dos años había trascendido en círculos literarios de jóvenes poetas de otras provincias y de la capital federal e impuso su nombre e hizo historia en el movimiento cultural de Santa Fe.  Decaída su actividad, aún Espadalirio era símbolo del trabajo poético y recordado siempre como positivo impulso, generoso además, y despreocupado de la iconoclastia… Sus planes financieros fueron efímeros como el humo del tabaco cantado por Galfráscoli; amplia cultura, estrechos recursos; muy deficiente administración.  Y la empresa lírica fue, lógicamente, lo que debía ser: un derroche de entusiasmo e inteligencia, un sembrar de inquietudes, un ir explorando horizontes literarios y un feliz momento cultural de Santa Fe.  Cuando llevaba publicados cinco cuadernos, ya con su plan en agonía, fue editado mi opúsculo poético ‘Se rinden los nardos’, y en el pergamino, debajo del bello dibujo de Brascó, quedaron las firmas que rubricaban finalmente, la cesación editorialista de Espadalirio, porque fueron las últimas, y Espadalirio se prolongó en postreras reuniones enriquecido de experiencias, pero empobrecido del necesario, deseado, ambicioso elemento que hace andar a las empresas… Murió Espadalirio afectado de metálico y sobrevivió de poesía en quienes continúan creándola, y en quienes vueltos sus pensamientos hacia el pasado -1945/1946- en revistas, diarios o en los cuadernos poéticos encuentran que Espadalirio fue un hito destacado en el movimiento artístico de Santa Fe. ¡Nunca muere todo lo que ha sido bello alguna vez!” …es otra de las sabias conclusiones de Gastón.  [13]

 

A comienzos de la década del ‘80, durante los primeros diálogos con Gastón, le comenté que empecé a conocerlo cuando cumplí quince años, porque el 24 de mayo de 1947 día de acto oficial en recordación de la Revolución de Mayo, vísperas de los tradicionales desfiles en el Parque del Sur, la serena bibliotecaria de la Domingo SilvaAmparo Salvadora Fernández, contadora pública nacional, lectora en varios idiomas-, me regaló Se rinden los nardos que lucía sobre su blanca tapa una viñeta dibujada por Miguel Brascó para Espadalirio…

Hasta entonces tenía en nuestra biblioteca ese bello libro, guardado como un tesoro, hasta que el deseo de compartir -por el placer de servir-, determinó en nuestros anaqueles una ausencia que creí momentánea pero que como suele suceder, parece que es definitiva.  Me libera de la tristeza por esa pérdida, imaginar que podría ser el único libro de Gastón en otra biblioteca y en tal circunstancia, hasta siento justificado el trasplante…

A la sombra de otro paraíso, sigo observando el vuelo de los pájaros.

Me conmueven los vuelos de la tacuarita y miro, cómo en “Los amores” de Sauce Viejo, están floreciendo los perfumados nardos.

Vinculo ese persistente perfume con perdurables recuerdos que atañen también a la trayectoria poética de Gastón…

“Intermezzo de las rosas” – Ensayo

En los talleres de la editorial Colmegna, en 1946 se imprimió Intermezzo de las rosas, un poético texto difundido cincuenta años después por la editorial Litar S.A. de Armando Pavletich, incluyendo una semblanza de Gastón Gori resultante de la mirada y el sentimiento del destacado periodista y escritor Emilio Alejandro Lamothe.

Situado en “la gran casona del amigo”, Lamothe rememora que “la vista, displicentemente, paseaba su disimulado cansancio por los anaqueles grávidos de libros que con su presencia ilustraban y ennoblecían al ambiente cálido que hacía olvidar el frío crudo, desatado por las calles en alas de un viento ululante”… hasta que “alguien de pronto, con voz que trizó el medio tono impuesto por las circunstancias, instó a uno de los presentes a que leyera un trabajo inédito.  El aludido, sin remilgos, con llana espontaneidad, accedió.  Se trata de un muchachón fornido de aventajada estatura, redonda cabeza cubierta de rizoso pelo castaño cobrizo y un rostro de óvalo lleno, donde las pecas y los ojillos pardos y vivaces aniñaban simpáticamente la maciza estampa, aunque sin disimular totalmente una pizca socarrona que deambulaba sin detenerse en parte alguna de ese rostro que ganaba carácter con el bigote rojizo.

Sin amaneramiento, con voz de timbre varonilmente agradable, comenzó a leer nuestro muchacho.  El silencio fue total, pero tenso, expectante.  Ahuyentóse la pesadez del sueño en avance, como si las ráfagas de la calle hubieran logrado penetrar en el recinto.  Pero no; era fresca la atmósfera que había creado la lectura, mas era frescura de primavera y por consiguiente en la sala reventaron capullos de gracia ingeniosa, brotes de tierno verdor y se esparció un delicado aroma de rosas que en el mundo son.  Y como que las rosas son símbolo de discreción, la sutileza y la hondura del ensayo se disimulaba en aquellos atributos primaverales, en una aura sana de juventud restallante, aunque controlada diestramente por un pensamiento maduro y lleno de rigor, donde el método y la disciplina expositiva lograban, sin esfuerzo aparente, esa claridad tan grata a los franceses.  Así, por meditación de un capítulo de ‘Intermezzo de las rosas’, conocí a Gastón Gori, de entrada en dos de sus aspectos definidores: sagacidad de investigador y su brillantez de expositor.”2ªe.,p.7-8

Destacó Emilio Lamothe -como nos ha sucedido a tantos…-:

“Llegué a la amistad con Gori sin esfuerzo y sin trabajos… Justicia es consignar que su mano abierta y su corazón de generoso latido hicieron posible y siempre perfectible la hermandad.  Viéndolo desenvolverse en la vida y admirando su capacidad de trabajo y su insobornable honestidad, fue creciendo en mí un sentido valorativo de sus calidades, pero lleno de amigable cordialidad, porque ese muchacho era todo hondura humana, todo comprensión, todo tolerancia.  Mal quedaban en su cercanía las frialdades puramente intelectivas, a las que si a veces es posible rendir homenaje, no nos sirven, por sí solas, como por ejemplos de vida o como formas de perfeccionar un acercamiento entre los hombres que los eleve a la categoría integral de tales.”  p. 9

Preguntando si ¿puede hablarse, con fundamentos serios, del hombre de Buenos Aires y del hombre del interior? ¿Puede haber, acaso, en este minuto del mundo una real diferenciación, cuando se impone la comprensión exhaustiva de los problemas argentinos? ¿Qué argentino que tome en serio su labor de investigador o de escritor no estará dispuesto a ir hasta la raíz de las causas que han determinado acontecimientos trascendentales, dejando definitivamente de lado leyendas cuando no menos anécdotas?  Conviene adelantar que Gastón Gori por su formación cultural, por la universidad de sus ideas y por la amplitud de su espíritu sensible a todas las corrientes que pujan por mejorar la condición humana, vive atento a los acontecimientos del mundo.  Pero es, antes que nada, un argentino que vive en función de tal, vale decir, de desentrañar la estructura primigenia por factores de distinto orden y de llegar a conclusiones respecto al futuro mediante la interpretación científica de los fenómenos que van plasmando al hombre de nuestro país.  Puede agregarse, eso sí, que dentro de esta característica Gori es un hombre del interior o, para decirlo con más estrictez, un hombre del litoral, región que ha jugado y juega papel preponderante en la organización nacional.

Afirmo también, por acendrado conocimiento personal, que se siente cómo en esta Patria Litoral -como la llamara nuestro Carlos Carlino- para realizar su obra, que por seria, documentada y por el rigor de su examen crítico, ha merecido la consideración de los estudiosos y también el apoyo del lector inteligente que busca algo más que el simple solaz en la confrontación de los libros.

Cada vez que se hable de Gastón Gori, habrá que hablar del poeta, del cuentista, del ensayista y del historiador.

En su obra, con ser nutrida, pues está integrada por numerosos títulos, y con sus permanentes publicaciones periodísticas en los distintos géneros, resultaría difícil, a la fecha indicar la disciplina que prevalece en el conjunto donde, no obstante adviértense una ponderación de juicio y un ajustado equilibrio que son fruto y base de un talento y una obra con los signos inequívocos de la madurez.”  p. 10-11

 

Vínculos perdurables…

 

Al leer las publicaciones de Gastón, es fácil advertir que se nutren de íntimas percepciones, de constantes observaciones, de frecuentes estudios, de vínculos amistosos perdurables.

En su Intermezzo de las rosas tras la semblanza esbozada por Lamothe, ya en el primer capítulo necesitó expresar:

 

“Así nace la rosa según Carlino:

Antes de darle al día la alborada,

al campo su verdor resplandeciente,

guardar la soledad en su mirada

de modo que el rumor abra su fuente,

dorar la espiga apenas sazonada,

pintar el aire azul y transparente,

el sol vuelca en la rosa despintada,

los fanales de oro de su frente.

Antes de amanecer duerme la rosa,

entre edredones frescos de rocío,

el sueño de su edad maravillosa;

es cuando el sol a la nacida advierte

y arma en ella los tonos del estío

para que con el alba se despierte.”

 

Así tuvo resonancia ese soneto, otro eco de Carlos Carlino, su poeta amigo, campesino…

Y siguió Gastón con su Intermezzo de las Rosas:

“Ya la tenemos despierta con el alba y armada con los tonos de estación luminosa.  Aun conserva lágrimas que en la frescura de su corola, le lloró el rocío en la quejumbre de la noche.

¡Ha nacido una rosa! Las abejas son gotas vivas de oro que zumban buscándole el corazón; mariposas tiemblan en el aire atraídas por su hermosura deslumbrante.

Ha nacido una rosa, y también, con una carga deliciosa de sueños, con un rebosante tesoro de palabras, le rinden homenaje los poetas.  Ha nacido una rosa y se acercan los poetas.

Le pide su púrpura brillante el que ama apasionado; quiere su púrpura, porque la voz de su alma, por ser tan honda, tan de toda su sangre, reclama en cada frase su púrpura.  Y he aquí que la rosa como si tuviese en su espina clavado el pecho del ruiseñor wildeano, se inclina y enciende más su color: viva púrpura le da para mitigar el delicioso drama de su corazón.

Según se cuenta en página enjoyada por artista magistral, quiso también un ruiseñor, dar consuelo y esperanza a quién sufría por el bien inalcanzable que abundantes lágrimas le costaba. ‘Y cuando la luna lució en los cielos, el ruiseñor voló hacia el rosal, y colocó el pecho sobre una de sus espinas.  Toda la noche estuvo cantando con el pecho sobre la espina y la fría y cristalina luna se inclinó para escuchar.  Toda la noche estuvo cantando, y la espina se clavaba más y más en su pecho, y la sangre de su vida corría sobre el rosal.

Cantó primero el nacimiento del amor en los corazones de dos adolescentes.  Y en la rama más alta del rosal floreció una rosa maravillosa, pétalo tras pétalo, como canción tras canción.  Pálida era al principio como la bruma que fluctúa sobre el río; pálida como los pies de la mañana, y argentada como las alas de la aurora.  Como el reflejo de una rosa en un espejo de plata; como el reflejo de una rosa en una balsa de agua, así era la rosa que florecía en la rama más alta del rosal… y el ruiseñor se apretó más contra la espina y más y más creció su canto, porque cantaba el nacimiento de una pasión en el alma de un hombre y de una virgen.  Y un delicado rubor cubrió las hojas de la rosa, como el rubor que cubre las mejillas del novio cuando besa los labios de su prometida.

Pero la espina no había llegado aún al corazón del ruiseñor, y el corazón de la rosa permanecía blanco, porque sólo la sangre del corazón de un ruiseñor puede enrojecer el de una rosa.  Y el ruiseñor se apretó más contra la espina y la espina alcanzó su corazón y una fiera congoja de dolor lo traspasó.  Más y más amargo era el dolor y más y más impetuosa era la canción, porque cantaba el Amor perfeccionado por la muerte, el Amor que no muere en la tumba y la maravillosa rosa tornóse carmesí, como la rosa del cielo de oriente.  Purpúrea era la corona de pétalos y purpúreo como un rubí el corazón.’

Ya podía el amante llevar su rosa a su amada. No importa que la ingratitud la destrozase después porque la rosa era símbolo de un sacrificio íntegro por el amor y la hermosura y tenía la purísima esencia de un gesto inmortal. No muere el amor ni desfallece toda hermosura cuando la muerte le infunde su inmortalidad.  La rosa purpúrea estaba teñida con la sangre y con la inmortalidad de un mártir.  Fue destrozada sin piedad su corola, pero lo que no pudo destrozarse, lo que no podría aniquilarse nunca jamás, por su nacimiento y muerte en la pasión, renueva su púrpura en el alba de todo amor que despierta para proyectarse en ensueño de eternidad.”   p. 18-20

Gastón siguió elaborando ese ensayo y palabra a palabra, página tras página es evidente el tono poético de esa composición literaria.

Gastón Gori, logra “en la hondura del lirismo salvar una bella imagen de rosa pura”.

 

LA ROSA BLANCA

He visto morir una rosa blanca;

caía

pétalo a pétalo como lágrimas;

la miraba irse en blancura

y recordaba

gota a gota de agua

sollozada.

¿Porqué?, pregunto ingenuamente

morirán las rosas?

¡Tan inocentes

y hermosas!

Miré cómo el viento

la destrozaba;

moría en el aire

en aire, la rosa blanca.

Dije: -Ayer nacida

y perfumada

hoy pétalo a pétalo

se deshoja en la muerte.

Sólo yo la miraba.

Oh, rosa inmaculada

esparcida muerta en la tierra,

blanca rosa del alma,

eras toda armonía

esplendorosa y vivías…

Pétalo a pétalo caías,

el viento los llevaba,

el triste viento

de la mañana.

Eso he visto.

Como hombre antiguo

yo su suspiraba.

La rosa era blanca.”  [14]

De la entrañable actitud amistosa de Gastón hay frecuentes testimonios; también es posible reconocer en su trayectoria una fecunda labor que en determinado momento, por absurdos reproches intelectuales, le han generado incertidumbre.

Entre quienes conocemos algo de la historia de los santafesinos -precisamente de La Capital, sede del gobierno provincial- es fácil relacionar los altibajos de determinados desempeños con los matices políticos de diferentes momentos.

Pedro Raúl Marangoni tuvo que alejarse de un cargo cuando su amigo, el doctor Leoncio Gianello -que fue “un profesor ejemplar”-, era ministro de educación en la provincia y con pesar le anticipó la decisión de las autoridades de turno…  [15]

Cuando Gastón evoca esa circunstancia, lo hace con una sonrisa porque él también sabe cómo suele ser la turbulencia de la burocracia, a la que irónicamente he identificado como la comuniquedia de la poliburocracia.

En su bellísimo Intermezzo es posible leer: “En un soneto de su mocedad, Leoncio Gianello -finura y calidez- unió así las rosas a la esperanza.

Ábrele, Corazón, llama a tu puerta

esa misma esperanza que una tarde

hallaste ajada, pálida y cobarde

y arrojaste como una rosa muerta.

Ábrele, Corazón, bajo esta incierta

luz del ocaso, postrimer alarde;

mientras presagio de azahares arde

la estrella, novia que recién despierta.

Ábrele, Corazón; y si aconseja

la experiencia -soltera hermana vieja-

no florecer en pródigas locuras,

Contéstale que hay prólogo de rosas

porque aquellas antiguas desventuras

le sirvieron de podas milagrosas.

 

Reitera Gastón que “el clima de la esperanza es el clima de la rosa, prólogo en el deslumbramiento primero y epílogo en el recurso final.  No en vano la historia de los grandes místicos es la historia de la fe y de la esperanza más pura y trascendental, capaz de ver en las zarzas regadas con la propia sangre, el nacimiento de la rosa.

Así se dice en las Florecillas: “Entonces San Francisco salió sin hábitos de la celda y entrando en el bosque por un valladar espeso y enmarañado, revolcó su cuerpo por los zarzales y espinos y se dijo a sí mismo: -Mejor es para mí estar en este lecho doloroso para conocer por experiencia la santa Pasión del señor, que admitir los regalos y las blanduras del enemigo.

Y estando llagado todo su cuerpo, lo rodeó una gran luz y brotaron de las zarzas rosas encarnadas y blancas en gran abundancia, con el resplandor vino una gran multitud de ángeles dentro de la iglesia en rededor de ella’.

Esto contó fray Pedro Catáneo, cuando el santo de Asís vivía en el retiro del monte Subastio. El bienaventurado había conseguido por intervención divina las indulgencias esperadas y en el altar fueron depositados a honra de la Santísima Trinidad y de la Virgen María, tres rosas rojas y tres blancas de las tomadas en el bosque.

No importa que siglos después las floristas napolitanas vendieran a Anatole France, rosas de aquel rosal milagroso; poseían el ascendiente de la leyenda, y nada humano, ni la virtud perdida, invalidaban su procedencia para quienes estaban dispuestos a creer…

Siendo la esperanza alta virtud que se hermana con la fe y la caridad, ella guía hacia camino perfecto.  Y quizás sea por designio distinguido que tal camino está sembrado de rosas, con abundantes espinas… o mejor, es un camino espinoso en cuyo último extremo, brilla la rosa apetecida.”   p. 73-76

1947: Primer Premio Regional de Historia

Es oportuno tener en cuenta lo expresado por Gastón Gori cuarenta años después de recibir esa distinción, mientras dialogaba con el joven escritor Pablo Guastavino, abogado:

“…No elaboro con mucha rapidez, ni es natural, sencillo para mí, escribir.  En una palabra: no tengo facilidad para redactar lo que pienso, ni soy rápido para imaginar o estudiar un asunto.  Me lleva mucho tiempo, por lo general, concretar en el pensamiento un libro y al escribirlo, debo corregir constantemente lo que redacto y a medida que desarrollo el tema.  Si algo me resulta bien, es por una cuestión de ahínco, de tesón, de persistencia y hasta de sacrificio.

Es demasiado complejo el acto de escribir, y creo que se trata de algo insalubre.  Un trabajo que muchas veces enferma.  Sí, el nerviosismo, la incertidumbre, los efectos de la volición, la anorexia, la astenia, son anormalidades nada agradables, por supuesto. Escribir no es divertirse, ni una manera de pasarlo bien… por lo menos para mí.”

“…Los borradores de mis escritos padecen de tachaduras, rellenos de entrelíneas, llamadas y aclaraciones, sustituciones de frases, y de cuando en cuando, alguna página se salva de parches y de oscuridades jeroglíficas…” [16]

“Colonización suiza en la Argentina” – Ensayo

La Comisión Nacional de Cultura otorgó a Gastón Gori el Primer Premio Regional de Historia y Arqueología, teniendo en cuenta sus trabajos de investigación y la pertinente difusión realizada en torno a la colonización en la Argentina.

“El indio, el criollo y el gringo” – Ensayo

Este trabajo fue publicado en 1947, por el Departamento de Estudios Etnográficos dependientes de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe, organismo creado en la década del ‘40 por iniciativa del doctor Agustín Zapata Gollán, quien lo condujo con entusiasmo hasta su fallecimiento el 11 de octubre de 1986.

Resulta evidente en la mayoría de los ensayos de Gastón, su constante preocupación por las condiciones en que vivían los aborígenes, los gauchos y los inmigrantes.  Ha expresado en varias oportunidades que mientras realizaba sus investigaciones, sólo lo animaba el propósito de reflejar los hábitos y las condiciones sociales en las que podían desarrollarse esas familias, aunque inevitablemente en esa dirección hay que transitar dentro de los límites establecidos por lo político-histórico.

“La segunda Sociedad de Escritores de Santa Fe

Gastón suele entusiasmar a los lectores de El Litoral con sus notas periodísticas.  Así sucedió el 12 de marzo de 1983, tras la lectura de lo escrito en la página seis, un interesante relato sobre La segunda Sociedad de Escritores de Santa Fe, “la primera fue, la filial de la Sociedad Argentina de Escritores con central en Buenos Aires… que prolongó lánguidamente su actividad hasta casi finalizado el año 1944.  Su herida de muerte no fue su condición de filial aunque nunca sus socios aceptaron plenamente que fuese tributaria de Buenos Aires, rindiéndoles cuenta de sus ingresos, que en definitiva era lo único que en aquel entonces interesaba a quienes recibían los aportes pecuniarios de las provincias, situación que perduró hasta la modificación de sus estatutos.  Lo que creó la discordia, en el seno de la filial Santa Fe, fue su no adhesión al acto organizado en honor de Luis Gudiño Kramer -socio conspicuo” -y agrego, destacado Jefe de Redacción del Diario El Litoral– “cuando obtuvo el premio regional de la Comisión Nacional de Cultura en 1943.  Militaba Gudiño Kramer en el Partido Demócrata Progresista.  Era natural que fuesen sus correligionarios quienes auspiciaran el homenaje que adquirió entonces los contornos de futuro gran acto público al aire libre (cena por medio) y a él adhirieron numerosas personas con y sin militancia política, y escritores amigos.  Se vislumbraban síntomas de fervor en los discursos. La C.D. de la SADE, filial Santa Fe, no participó de ese acto y dejó definida su posición de… prescindencia política.  Con lo que desairaba a un socio destacado y restaba virtualidad a los estatutos, puesto que en los fines de la SADE no se excluye la adhesión a los principios democráticos ni a los pronunciamientos públicos en ese sentido.  De modo que Gudiño Kramer careció del lógico apoyo y reconocimiento de su institución de escritores, en ese acto, y la filial Santa Fe, quedó por ello metida en ámbito de negativas apreciaciones y ahogada en ese motivo de divisiones y alejamientos, agregados a la inercia que suele enfermar a este tipo de asociaciones.  //  A partir del 4 de junio de 1943, con el golpe militar de turno, hubo acontecimientos que cambiarían aspectos del rumbo político del país y, quiéranlo o no los escritores, en esos cambios históricos quien no fue testigo preocupado fue actor entusiasta.  Las multitudes comenzaron luego a ganar la calle -acertadas o no- y una nueva expresión popular de la democracia asomaba en la Argentina para concretarse luego en la figura de un conductor y líder.  Como era previsible los diversos criterios llevaron a muchos escritores en el país a organizarse según sus simpatías políticas o sus disidencias con la sociedad Argentina de Escritores de ‘Buenos Aires’ o su directa adhesión política al gobierno que proveyó de abundantes recursos a la Comisión Nacional de Cultura a partir de 1945.  Se funda en Buenos Aires la Sociedad de Escritores, con repercusión en Santa Fe.  Ya no quedaba otra institución en esta ciudad.”

Es interesante seguir las señales de Gastón Gori:

“En ese ambiente, cuando apasionamientos ciudadanos, sindicales, etc., intensificaban el fenómeno nuevo de una Argentina distinta, que desconcertaba a muchos, se procuró en Santa Fe (desaparecida la filial de la SADE), crear la segunda agrupación de escritores que la sucediese con características independientes de la orientación de la cultura oficial y libre de connotaciones políticas, es decir, un imposible en ese momento, notoriamente alejada de la Sociedad de Escritores de Buenos Aires de tendencia oficialista.

Durante el mes de marzo de 1947 en círculos literarios de Santa Fe se habló mucho sobre la conveniencia de fundarla.  Confesé mi poco entusiasmo por ella, pues ‘no la veía’.  Y recién el 26 de abril se produjo la primera reunión autoconvocada por Leopoldo Chizzini Melo, Leoncio Gianello, José Rafael López Rosas, Fernando Birri, José Cagnin, Eduardo Raúl Storni, Gastón Gori, Miguel Brascó y Alberto Ferrando.

A esa reunión se llegó después de acordados algunos de sus objetos principales: ‘Agrupar a los escritores del Litoral, en defensa de sus intereses gremiales y de los derechos que acuerda la Constitución Nacional a los ciudadanos y a todos sus habitantes, por la libre expresión del pensamiento y de la educación del pueblo en las artes y en las letras’.  Chizzini Melo fue el más entusiasta promotor de la nueva sociedad; Miguel Brascó ofició de ocasional secretario y Leoncio Gianello aparecía junto a Chizzini Melo como las figuras más visibles de ese movimiento.

El 28 de abril hubo una nueva reunión, ampliada, con el fin de redactar los estatutos y según mis apuntes no faltaron quienes querían restringir la acción de la sociedad en cuanto a sus pronunciamientos a favor de la democracia y las garantías constitucionales (que un sector consideraba afectadas).  Ese germen de discordia fue decisivo para la institución en tal momento político de la Nación.  No se redactaron los estatutos en esa reunión, pero quedaron aclarados y aceptados los propósitos perseguidos y al mes siguiente en nota impresa, se convocó para el día 29 de mayo de 1947 a asamblea ‘para conversar en todo cuanto concierne al establecimiento de una asociación de carácter gremial con los siguientes fines: 1º) La defensa del ejercicio de la profesión de escritor y los derechos del hombre en cuanto éstos incidan directa y sensiblemente sobre aquélla; 2º) la difusión y fomento de toda expresión artística y literaria del Litoral; 3º) defensa gremial del escritor.  Firmaban la invitación: Leoncio Gianello, Carlos Carlino, Gastón Gori, María del Carmen Noverasco, Edmundo Blanco Boeri…”

(Don Blanco, el hombre -¡Hombre!- de inagotables anécdotas en apacibles sobremesas en nuestro hogar, el regente del Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral creado por nuestro amigo del alma: ¡Quique!… Fernando Birri.)

 

Firmaban también la invitación, escribe Gastón: “…Alberto Ferrando, Miguel Brascó, Isaac Aizemberg, E. Raúl Storni, José F. Cagnin, José Rafael López Rosas, Fernando Birri“ -el inquieto e inquietante Quique-, “César Mermet y Leopoldo Chizzini Melo.  // La nueva sociedad no tuvo el entusiasmo unánime de sus fundadores, quizá porque el fenómeno masivo que había avanzado en nuestra sociedad y en nuestra política exigía posiciones claras, definidas que, por otra parte, eran muy difíciles de ser tomadas.  Además, no pocos creíamos que dentro de un sistema federal, era necesaria la unidad en torno de la SADE central Buenos Aires, que debía reformar sus estatutos para tener mayor adhesión de las provincias. // La nueva sociedad, la segunda de Santa Fe, aislada en una ciudad; creada en momentos de adversidades evidentes, con innumerables pasiones actuando vivamente en la ciudadanía, no duró más que la rosa mutábile… No podía esperarse otra cosa.  De ella quedaron las elevadas intenciones que siempre movieron a los escritores a asociarse, y diez años después aquellos principios que sostuvo, se ampliaron y concretaron en la tercera asociación santafesina de escritores, que también tuvo su nacimiento mechado de implicancias políticas, caído el régimen anterior.”

(Gastón Gori al final de esa historia, al expresar “diez años después”, se refiere al año 1955, cuando se funda la ASDE -Asociación Santafesina de Escritores-, al mes siguiente de la autodenominada Revolución Libertadora que impuso la censura, declaró estado de sitio y aplicó la ley marcial después de los fusilamientos del 9 de junio de 1956.

Si se intenta continuar tal historia, habría que recordar tiempo después la integración del NEA -Nucleamiento de Escritores Argentinos– y a otros grupos de acciones fecundas aunque efímeras, precisamente por todo lo que con precisión ha destacado Gastón…

Esa oportuno tener en cuenta que a fines del siglo veinte, Gastón Gori fue reconocido Socio Honorario de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Santa Fe.)

1948: “Colonización” – Ensayo

La Municipalidad de la ciudad de Santa Fe, premió a Gastón Gori por su libro “Colonización – Estudio histórico y social de la colonia Humboldt” y por “Ha pasado la nostalgia”, dos ensayos que revelan su constante preocupación por el hombre y las enormes dificultades que ha encontrado -y sigue soportando-, el hombre que debe emigrar y buscar un lugar que le permita seguir viviendo con dignidad.

Señaló Gastón acerca de esa Colonización que “a pocas leguas hacia el oeste de Esperanza se fundó en 1868 la colonia Humboldt.  Eran quizá las únicas tierras pintorescas de la zona apartada del río”. p. 7

“El desierto ahogaba las poblaciones y en su seno amplísimo predominaba la arbitrariedad de los indios maloqueros que en terremotos redoblantes… avanzaban en terribles medialunas asoladoras. p.15  La pampa despoblada era problema agudo, por eso en la Constitución, expresamente se estableció: ‘fomentar la inmigración’ y ese solo precepto nacido de una imperiosa necesidad, encarnó las aspiraciones de la política de oposición al antiguo régimen; y los hombres del 53 y los que les siguieron en el desarrollo económico del país, concentraron en el problema tanta atención, que en un momento dado, no se hablaba de otra cosa que no fuera de abrir las puertas a los inmigrantes para que uniesen sus esfuerzos en el común trabajo de crear nuestra economía agraria como fundamento principal de la vida del estado…  Nunca se dice de manera preponderante: ‘fundar pueblos’, sino crear colonias, arar la tierra.  Porque ese era el camino, de tal manera no nacerían como fin primordial nuevos pueblos en la llanura, sino colonias de gente que se dedicaría a la agricultura, sobreentendiéndose que la convivencia y el comercio harían lo demás.

…Fundar colonias, es decir, delinear grandes cantidades de tierras donde trabajaran colonos… La colonia, y el campesino eran lo fundamental… p.16-17

Nótese que cuando se crea una población en la frontera avanzada, antes de 1853, es siempre una guarnición militar que está rodeada del desierto improductivo.  Así se creaban ciudades en la antigüedad romana y así las fundaron los españoles en Sud América después de plantar el rollo simbólico, así también se fundaron en nuestra provincia el fuerte de Melincué, San José de la Esquina, etc.” p.18

Advierte Gastón Gori que “un libro tan árido como el de contabilidad, puede sugerirnos las más cautivantes imágenes de la fundación”  Observó en su archivo el Libro de Contabilidad correspondiente a Humboldt en el año 1868 y en la página 21 consta que “ocho peones trabajaron durante dieciocho días con carros, caballos, etc.”  Inmediatamente, Gastón anotó: “No hay nada más parco que una cifra pero gracias a ella podemos figurarnos a los ocho hombres en medio de la llanura donde el viento movía pastizales, ya detenidos en el carro, ya bajando postes, cavando hoyos donde los mojones marcarían límites divisorios. Ocho hombres y quienes los dirigían, fueron durante dieciocho jornadas a paso de caballos, clavando estacas en la pampa medida, que a fuerza de ser enorme el empeño de fundación, eran como centenares de piedras fundamentales que recibían el bautismo de soles y vientos sin más pompa que el esplendor del cielo y sin más himno que el canto de los pájaros.  Ocho hombres prepararon el camino durante dieciocho jornadas y a los cuatro rumbos, el rectángulo de Humboldt quedó esperando -virgen de rejas- la aradura príncipe, la semilla civilizadora; quedó esperando que allí donde el silencio de la llanura durmiera por siglos, invadiera el traqueteo de carruajes, el mugido de las bestias, el resonar de los yunques.” p. 33-34

El maíz fue durante 1869-70 la única semilla que se sembró y que levantó sus cañas sobre la extensión para señalar en la llanura los cuadrados donde ya los gringos habían dominado con su esfuerzo y asentado los primeros ranchos de adobe, postes y paja, para guarecerse utilizando la construcción clásica del criollo de campo, pero no para adaptar a ella su vida y sus aspiraciones, sino para afirmar los primeros pasos en la habitación sencilla, que la casa de azotea o de la edificada con reminiscencia europea iba a suplir en fuerte alarde de riqueza y mejor apreciación de la vida confortable.  Nadie podrá reconstruir el estado anímico de aquellos suizos y alemanes que apenas conociendo el país y aún empeñados en levantar fortuna, arreaban sus bestias cargadas de troncos para alzar con ellos los rústicos horcones y travesaños armadores del esqueleto que el barro y la paja recubrirían, nadie podrá reconstruir ya el momento en que las mujeres y los niños se cobijaron por primera vez en los ranchos -aun con olor a construcción silvestre- para reiniciar en Humboldt una vida asombrosa de tareas medidas de ‘sol a sol’, arreando las bestias, atando caballos, guiando en medio de altos pastizales y tierra virgen el arado en busca del otro extremo de la recta que va trazando la reja mientras el ojo del campesino no pierde de vista la bandera -trapo en la punta de una rama- que el viento mueve allá donde su concesión termina.  Esa gente de 1869-70 debió emplear su experiencia en todos los trabajos de la tierra, pero también su experiencia para soportar la vida de hogar incipiente, sin pozo seguro, sin atahona, sin carne cotidiana, y, para algunos, sin más lumbre que las ramitas resecas de algún yuyo más o menos consistente, porque el monte, tan deseado, está ahora de buey y ya pertenecía a quien, por ser dueño, cobraba el corte de leña.  Y eran de privaciones aquellos días.  Se estaba en la estribación de una montaña -la deuda- y había que subirla poco a poco y desde ya economizando para llegar a la cima en cuyo último punto -el último pago- blanqueaba el premio de un título perfecto sobre la tierra.  Y todas las familias que se trasladaron con el propósito de trabajar por sí mismas las concesiones, se apresuraron a plantar árboles, porque no sólo sus límites con vecinos estaban marcados en forma precaria, sino que el sol, el recio sol de la pampa, ardía en verano sobre el lomo de los vacunos y caballares.

…Durante la primavera del 69, comenzaron a retoñar los paraísos, aquellos venerables abuelos de los que hoy cubren de verdor tanto espacio y caracterizan la zona.  Y también álamos y sauces plantaron los colonos pero el confianzudo paraíso, el que se entrega al cielo, a la lluvia, a los vientos y generosamente a la tierra, fue el que rodeó los campos, prolífero, robusto, apresurado por ensancharse y por ganar altura.

…Humboldt nació también protegida por el amor de sus hombres hacia los árboles”; destaca Gastón, un admirador constante de los pájaros y de los árboles, de la lluvia y del aire…

“Perales, manzanos  durazneros se plantaron desde el principio, porque aquellos pioneros que vivían tan realmente su presente, asombraban por la decidida preparación del bien futuro.  No de balde fueron sembradores y esa función agrícola los tenía pletóricos de sueños.  Y cuando algún producto extraían de su trabajo, no demoraban en comerciarlo: allí a pocas leguas, estaba Esperanza…”   p. 55-57

 

Analiza Gastón Gori las circunstancias que generaron la necesidad de construir ranchos: “El rancho es de la misma tierra que ha de sustentar al colono; de la tierra virgen que ara y siembra y que, destinada a una necesidad también fundamental para su vida, modelada, trabajada -con paja y troncos de árboles regionales- lo protege de la naturaleza, le sirve para reunir las fuerzas de la familia, hasta que lo desligue de él la prosperidad.  Pero mientras nada posee el campesino, el rancho es su haber primero, su punto de arranque en la conquista de la fortuna.  Rústico y elemental, no ha de aferrarse a él.  p. 60

 

En La pampa sin gaucho, reitera Gastón esas conclusiones:  [17]

 

“El rancho es para los colonos inmigrantes una etapa, la primera; y es la primera forma de conquista que sobre ellos ejerce la tradición del país.  No pudieron evitarla, ni procuraron eludirla mientras eran gente desarraigada.  Desaparece ese tipo de vivienda cuando vencen los escollos más gruesos, cuando cosechan bien y venden la ganancia, cuando ven cerca la propiedad de la tierra y van concluyendo las últimas contradicciones en sus destinos de hombres que no sabían bien durante cuántos años seguirían en la lucha: si renunciarían a ella o verían el camino despejado del futuro. p. 62

No pudo existir equilibro entre las aspiraciones que pudieron tener los nativos y el casi total dominio de la tierra por parte de los inmigrantes, que a pocos años de incorporados a la región, poseen títulos de propiedad en las colonias que fundaron.  Son sus dueños.  Indios y criollos quedaron al margen y los directores de la empresa de colonización emplean en sus escritos y en la vida de relación el tono que les confiere la superioridad de ser propietarios: ‘De los indios reducidos, nuestros vecinos, no tenemos molestias, en cambio los que están a cuarenta leguas al norte son un problema para las colonias por más que se hayan destacado guardias nacionales para detenerlos. Los gauchos también están más quietos aunque parece no pueden echar al olvido a su querido caudillo Denis‘(muerto por los colonos).”   p. 69

 

Destaca Gastón que “el aumento del ganado fue otro factor favorable porque también en esta zona los animales fueron los ‘civilizadores’ de los pastos y los que coadyuvaron por efectos de su propia vida sobre la tierra a mejorar las destinadas a sementeras.  El ganado, asimismo como producto, fue siempre un recurso ventajoso en la economía de los colonos.  p.73 

Con relación al aspecto del inmigrante y del criollo el problema planteado desde el origen de la colonia se resolvió con el predominio de sus descendientes con distinta cultura, más permeable a la influencia general del país, pero que conserva, no obstante, rasgos típicos que forman parte del modo de ser y de vivir del argentino de esa vasta zona.  p. 90

 

1949: “El camino de las nutrias” – Cuentos

Gastón Gori logró la publicación del tercer libro de cuentos en 1949 y una vez más aproxima al lector a la vida de los campesinos, inmigrantes que trabajaban de sol a sol y que a pesar de conocerse entre vecinos, no podían evitar sus temores y desconfianzas mutuas.

En distintas oportunidades Gastón ha expresado que también publicó en diarios y revistas y que en algunas oportunidades, los libros son la resultante de tales recopilaciones.

Así sucedió con El camino de las nutrias  porque como le comentara a Silvia Braun de Borgato, “hay algunos cuentos que figuran en antologías y casi todos fueron publicados en una gran revista, ‘El Hogar’, ilustrados por Luis Macaya.”

El protagonista es un hombre de sesenta años, el carpintero Calixto Brillard.

Es sabido cómo ha evocado Gastón al “extraordinario Marcuzzi”, su maestro de carpintería en la escuela primaria esperancina y también ha comentado que tiempo después, sintió que podía ser su verdadera vocación…

Calixto Brillard, era un inmigrante francés que recién llegado, vivió en Buenos Aires mientras las naves francesas estaban bloqueando el acceso a ese puerto. Si Calixto poco entendía el lenguaje local, menos aún podía interpretar los asuntos políticos.

Indudablemente sabía de qué árbol era cada tablón, por el color, por las vetas, por el aroma y no dudaba de la correspondiente resistencia. Como la mayoría de los inmigrantes, era una persona de poco hablar; su consigna no era original: trabajar, trabajar y trabajar, para poder vivir o sobrevivir. Cuando le gritaban “franchute traidor” quizás no haya podido imaginar las causas de ese agravio.

En su relato, Gastón ubicó a Calixto en Esperanza, en el momento en que llegaban los primeros colonizadores agrícolas y como era persona hábil, enseguida se destacó porque diseñó y construyó una chata para que sirviera a los colonos. Luego se generó otra frustración en el espíritu emprendedor de este francés trasplantado, porque se empezaron a extender las vías ferroviarias, se construyeron puentes… hasta que una voz socarrona le gritó: “¡Adiós, viejo, se acabó tu chata.”

En oposición a ese temperamento tolerante al máximo, Gastón describe a Jules Gerard, un hombre rodeado de misterio, temido, aunque también silencioso y alerta a lo que sucedía en la colonia Sunchales.  Nunca sembró, vivía con su padre; vivía viendo cómo sufrían los colonos hasta que pensó que era necesario promover otro éxodo. Iba de rancho en rancho recomendando: “Hay que tener a mano los animales, los carros, las herramientas”.  Como suele suceder, unos lo miraban con recelo, otros dialogaban y se imaginaban un destino mejor.  Cuando vieron que Jules Gerard se despedía de ese lugar, como ya tenían todo a mano –y ese todo no era tanto-, lo siguieron unos caminando y otros al galope, porque había llegado el momento de poblar Grutly.

Pintó Gastón el inquietante cuadro donde impacta la presencia de Salomón Stteifel y a su mujer, Ana, su compañera; trabajadores de sol a sol, porque era necesario lograr la propiedad definitiva de la tierra.  Al morir su mujer, Salomón tuvo que integrarse en otra familia, de modo que días después, su nombre fue reemplazado en los registros por “Familia Gaspoz”.

Siguen en el libro otras historias, de hombres silenciosos, arriesgados cuando comprendían que era necesario hipotecar para poder comprar alguna máquina, resignados cuando todo lo perdían y tenían que ambular con sus familias, hasta conseguir un nuevo medio de subsistencia.

La imaginación de Gastón trasciende en otro cuento, al relatar lo sucedido en torno a La herencia de Kracovich donde algunos soñaban con disponer de los bienes del muerto que no era tal, porque estaba vivo, un poco lejos, pero no tanto…

Hay más relatos, con distintos personajes, con diferentes percepciones: el hielero Nicola es feliz con la ternura de su mujer aunque en cuestiones del trabajo ha sido tratado con poca consideración; nada dice de su enfermedad pero ella un día le dijo: “Acuéstate, Nicola” y después, él cerró los ojos mientas ella lo acariciaba.

En otro cuento, un milagro de palomas que se reproducen en una canasta, provoca inquietud en el sorprendido padre Antonio…

Cuenta Gastón que Ernesto Grudi vive en una casa cómoda y tiene alucinaciones, está convencido de que lo persiguen, sólo él siente algunas voces y oye determinados ruidos.  En su delirio cree que es un mono, con aptitudes extraordinarias.  Quizá en eso, estuviera bastante cerca de la realidad, más evolucionado…

La asombrosa creatividad de Gastón logró hacer un esbozo de… “el alma” de Margarita, reflejada en la lucha continua entre la inocencia y el pecado, mientras vivía entre la tierra y el cielo -como toda la humanidad-, con temores al demonio y con esperanzas de salvación -como algunos hombres; presionada por las actitudes de un sacristán y de un sacerdote -como tantos…- , hasta que termina siendo… “Un alma salvada”.

El último cuento titulado “El lago imposible” fue incluido también en el libro El obsequio de los pájaros.  Luis J. Perassi, poeta, tallista, campesino… después de su lectura, sintió el impulso de escribir: “… las garzas del lago imposible ¿no son como alados poetas dando al paisaje el toquecito de gracia imposible de concebir sin su presencia?, aman la limpidez del cielo, la transparencia del agua, la fragancia vegetal del bañado…”   [18]

Por lo que se expresado, es bello el camino de las nutrias y obliga a transitar por angostos senderos, que generalmente conducen a las sombras del monte o al agua inquieta e inquietante.

Quienes puedan leer esos relatos, percibirán el reflejo del propio tránsito terrenal, porque aquí, allá y acullá, la vida nos va llevando como ríos que van a dar a la mar, que es el morir.

Señales sobre ese camino…

En 1955, Gastón logra la reedición de El camino de las nutrias, en los talleres del diario “El Litoral”.

En diálogos bajo la bignonia, ha expresado que antes de la primera edición realizada en 1949, “hay algunos cuentos que figuran en antologías y casi todos fueron publicados en una gran revista, ‘El Hogar’, e ilustrados por Luis Macaya’.”  [19]

Considera que al mismo tiempo que se habla de inmigrantes y de los esfuerzos realizados para trabajar la tierra, en esas páginas está reflejado “el amor y el odio, porque los colonos eran vecinos y tenían sus picardías y sus rivalidades”.

Recordó Gastón a su personaje: Calixto Brillard, el carpintero, un “hombre de paz” que decidió “alejarse de Buenos Aires y vivir en Santa Fe, y para trabajar en su oficio”.  Destacó luego: “Calixto es uno de los tantos ejemplos de seres que quedaron abatidos por el progreso.”

1950: entre evocaciones y nostalgia…

(Vigésimo aniversario de la muerte de Aníbal Ponce.)

En un acto realizado en mayo de 1950 –Año del Libertador General San Martín–  en la Sala Mayor del Museo “Rosa Galisteo de Rodríguez” de Santa Fe de la Vera Cruz, Gastón Gori pronunció un discurso con motivo del vigésimo aniversario del fallecimiento de Aníbal Ponce, cuyo texto fue reiterado por invitación de la I.R.C.A.U., durante las deliberaciones de la V Conferencia Nacional en Mendoza, en 1959.

Gori destacó que “la construcción de la República Argentina, tiene su cimiento firme, y éste se llama Revolución de Mayo.  Pero es un edificio incompleto, no sólo porque su levantamiento será permanente a través de las generaciones, sino porque una palabra adversa, a lo largo de su historia, ha insistido en remover los cimientos para desvirtuarlos, y para torcer las líneas mayúsculas de su arquitectura.  Es una marcha a contramano de la construcción, y no por audacia razonada a favor de la obra, sino por una forma de irresponsabilidad ante el pueblo que en ella habita.  Y para que esa contramarcha sea específica en lo político, en lo social, y en lo económico, se han buscado -como enseña la historia- los más diversos caminos por donde alejar al pueblo de la directa observación de los hechos, así como se buscara apartar a un juez para que no sea cumplida su faena de justicia, su quehacer de juzgamiento.  Pero las bases de sustentación son tan firmes, que sobre ellas, incansablemente, la dialéctica del desarrollo constructor las consolida y enriquece, y después de cada desfallecimiento, son iluminadas por un raudal más ancho proyectado no sólo desde adentro, sino de los ámbitos más esclarecidos del mundo.  Quienes retoman la herencia de Mayo, la robustecen con el patrimonio del esfuerzo nuevo, mientras en la vigilia del estudio, abren sus ventanas a los hechos y las ideas que confirman el convencimiento de que en una sociedad, avanzar, es la manera de su movimiento.  El movimiento es un fenómeno de lucha contra la resistencia, y esto es singularmente valedero para el desarrollo de la sociedad.

El destino de los hombres que personifican este fenómeno, es cruento y es magnífico. Entre nosotros, la lucha en Mayo, y la lucha por la aplicación y desenvolvimiento del pensamiento de Mayo, confirma esa crueldad y esa magnificencia en el destino de sus hombres representativos.  La talla de sus valores como próceres da la medida de la grandeza histórica, y es un síntoma de la reciedumbre de la lucha, el hecho reiterado de la muerte en el exilio.  Moreno muere alejado del escenario donde gestó su pensamiento directriz, donde luchó contra lo que llamaríamos el miedo a la soberanía total; Monteagudo muere donde lo llevó la fuerza revolucionaria de Mayo; Rivadavia, de hipocondría en el ostracismo; Florencio Varela cae bajo el puñal movido por el pensamiento colonialista en Montevideo; Echeverría muere en el exilio donde su ideario se robusteció con los ideales de la revolución francesa en 1848; San Martín conservó su gloria de libertador en su retiro de Francia, y desde allí nos llegaron, también, los restos mortales de Juan Bautista Alberdi.  En nuestro siglo, cuando el desarrollo político y social exige retornar lúcidamente el pensamiento de mayo enriquecido por experiencias mundiales, cuando se agudiza el ataque a los basamentos y a las fuerzas progresistas que lo sostienen, víctima de la persecución ideológica, Aníbal Ponce se aleja del país -pareciera un signo de nuestra historia- y muere en México. ¡Esto denuncia un hecho cruento, pero lógico en los riesgos de la lucha, mas nos queda la magnífica envergadura de su personalidad y la lucidez maravillosa de su pensamiento!  Fue fortuito el accidente que le costó la vida en tierra mexicana, pero tiene su explicación el accidente que lo despojara de la cátedra de Psicología al estudioso más ilustre de su disciplina entre otros, y culminara con ello la represión ideológica al ensayista que era llamado con justicia el maestro de la juventud argentina.

Para explicarnos esa represión, y para rendirle homenaje a Ponce, ‘replegándonos en nosotros mismos’ hagamos aunque más no fuera, un breve ‘examen de conciencia’.”  [20]

En La pluma incesante, con acertado criterio Gastón Gori incluyó el texto completo de ese discurso, y aquí es imprescindible transcribir algunos párrafos que serán como señales insoslayables para avanzar hacia ese momento del examen de conciencia que servirá también para comprender aún más, la idiosincrasia de los argentinos.

“El general que gobernaba, el ministro del decreto de cesantía, y el clima de regresión institucional, tenían su fuente histórica.  Y no es necesario buscarla en su manantial más profundo del siglo XX, porque es a partir de 1880 cuando consolida sus bases poderosas, con la burguesía terrateniente aristocratizante, con Roca, que si forma su equipo con hombres liberales, por ora parte es proclive a la entrega de las riquezas nacionales a esa misma burguesía que tiene desconfianza hacia el pueblo.  La línea que la une con 1937 -fecha del exilio de Ponce- atraviesa una múltiple problemática que se informa en lo político, social y económico, pero el sustractum permanente de la trayectoria lleva los nombres de agricultura y ganadería, de tierra y vacas, que podrán en su momento transformarse en los nombres de cereales y frigoríficos, o en la antítesis política de oligarquía y democracia si se le opone este último término como una expresión de lucha, y no como de realidad.

Desde 1880, el patrimonio territorial que aún posee la nación se dilapida vertiginosamente, y la tierra, repartida en gran escala entre favoritos y partidarios -según expresión de Miguel A. Cárcano- en concesiones, donaciones, reconocimientos de derechos posesorios, en premios militares, es objeto de dominios privados tan fabulosos que alcanzan extensiones evocadoras de los feudos legendarios.  Más de 5.000 leguas se regalan en premios militares y en menos de diez años el territorio argentino está dividido en latifundios inmensos cuyos dueños, en virtud del criterio romanista del derecho de propiedad, son señores absolutos de la tierra que abarca en algunos casos más de 1.500.000 hectáreas en una mano, extranjera.

La tierra se convierte más que en el período anterior, en objeto de especulación o de renta, para unos pocos y en problema imposible de resolver para la inmensa mayoría de los campesinos que no son propietarios.  Y mientras la riqueza territorial es privilegio de minoría, el presidencialismo de Roca aparta al pueblo de las urnas.  Con el tesoro público se pagan propaganda y agentes en Europa para traer hombres trabajadores al país, y con el tesoro público se les paga pasajes para internarlos y conducirlos a las tierras que generalmente están en manos de ‘favoritos y partidarios’.  Roca tiene dedo de monarca criollo y señala al futuro presidente -su concuñado Juárez Celman- como si poseyera un poder hereditario, y toda una familia se posesiona de los resortes del gobierno.  ‘La República está amenazada -dijo entonces Sarmiento- de ser propiedad de una familia’.”

En consecuencia, Gastón plantea: “¿Qué tiene pues de extraño que la fuerza política organizada en posesión titular de inmensas extensiones del suelo argentino, viera con espanto el crecimiento de la marea democrática que hizo fuego en 1890?  ¿Qué tiene de extraño pues que esa misma fuerza dictara las leyes de prensa para limitar la expresión pública del pensamiento, y la llamada de Defensa Social para contener la protesta del pueblo sobre cuya espalda, como siempre, cayó el peso de la crisis?  Y si el aluvión de obreros y agricultores inmigrantes se había incorporado en parte a las filas de los que luchaban por los derechos y garantías constitucionales ¿qué tiene de extraño que se descargara contra los más combativos la represión que se concreta en la ley 4144 tanto como una amenaza contra las personas como para integrar el clima adverso de la democracia y el voto universal?”

Sigue con su propósito de identificación de “una corriente en la vida del país, que se interrumpe en lo político en 1916, para reaparecer, vigorizada, teorizada de antidemocracia, en 1930, cuando los mercaderes del imperialismo, desde los frigoríficos del Plata, enviaban a su metrópolis, a través del océano, las cuentas fraguadas de sus negocios en tierra de los argentinos.   Y aquel presidencialismo a dedo de príncipe, apenas disimulado, reaparece con una cohorte que confirma, de palabra y de hecho la triste inteligencia del ministro de Roca y de Juárez Celman, sobre las cualidades de nuestro pueblo.  Y en nombre del ‘libre juego de las instituciones’, el escamoteo de la voluntad popular sienta en las cámaras una mayoría que -en momento cumbre de los debates parlamentarios- sirve a los intereses de los grandes monopolios, sorda, obstinada, hasta que el desatino criminal revienta un tiro de revólver en el recinto del senado, y cae Bordabehere…

¿Qué tiene pues de extraño que un decreto represivo alcanzara a un hombre como Aníbal Ponce, que había ‘divulgado los conceptos científicos, filosóficos, políticos y sociales que la reacción ultramontana condena?’

‘Poco importaba entonces -dijo de la Torre- que el escritor magnífico, modelo de limpidez y de elegancia, no fuera un agitador virulento ni un orador inflamado.  Era suficiente la independencia de su carácter para expulsarlo de la cátedra que su sabiduría honraba.’

En junio de 1930 había dicho en la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires: ‘La inteligencia de hoy, justo es decirlo, no siente como antes la brutal tutela de quien manda.  Pero no ha perdido del todo su vieja servidumbre.  Muchas ligaduras le quedan todavía por romper, y mientras el intelectual aguarde una dádiva, cuide una prebenda, seguirá revelando todavía en la marcha insegura y en la voz cortesana, el rastro profundo de la antigua humillación.’  Lejos de los honores, de las recompensas con cátedras, del servilismo áulico, mantuvo incorruptible la independencia moral y la rectitud civil.  Por eso la totalidad de las fuerzas morales de la República estuvieron junto a él.  Lisandro de la Torre, que había levantado su voz más que en defensa precisa de la cátedra de Ponce, en salvaguarda de la rectitud moral de un sabio, cuando al año siguiente nos llegó la noticia consternadora de su muerte, dijo: ‘La vida nada vale para los que pueden contemplarla desde la altura en que se cernía el pensamiento de Aníbal Ponce. Él no ha perdido bien alguno con su injusta desaparición; es la argentina, tan desprovista de valores intelectuales, la que expiará su ausencia, y los que sean capaces de aprender lo que ella representa en una hora de descenso mental, salvarán el honor de la cultura argentina llevando en el corazón el luto de tan gran desgracia’.”

Al final de ese emocionante discurso, Gastón Gori expresó:

“Se nos ha dicho -con claridad- desde el alto sitial de la presidencia de la República, que estamos atrasados, y por supuesto que esto no constituye una revelación sobre una situación desconocida.  ¿Y de quién esperamos para salir del atraso? Del trabajo en común de los obreros e intelectuales contra las fuerzas que detienen nuestro avance, nuestro desarrollo.  Abandonemos el mirador desde donde Próspero observa los acontecimientos, resguardado por la altura del atalaya, y descendamos hasta llegar al camino donde los pies de nuestro pueblo dejan la huella de su trabajo, de su esfuerzo, de sus ideales, de su esperanza, y donde amalgama la sustancia cultural que de él proviene.”

Conmueve comprobar que esas palabras pronunciadas por Gastón en mitad del siglo XX constituyen todavía un llamado de atención para los argentinos, aun en el primer año del siglo veintiuno.

“Ha pasado la nostalgia” – Ensayos

Gastón rememora con frecuencia la obra de Domingo Faustino Sarmiento y teniendo en cuenta que el sanjuanino publicó un artículo titulado “La nostalgia de América” concluyendo con: “Aguardemos a que pase la nostalgia”; decidió titular Ha pasado la nostalgia al conjunto de comentarios relacionados con publicaciones de distintos autores, sobre el tema que más lo ha ocupado: la inmigración y los procesos de integración o síntesis cultural.

Advierte Gastón que a la nostalgia: “La curó el tiempo… Aquellos millones de extranjeros que mientras araban nuestra tierra engrandecían las industrias, comerciaban, etc, hacían de su nacionalidad de origen un derecho irrenunciable, como si en ello les fuera el honor, cumplieron el ciclo inevitable: trabajaron, vivieron, y al entregar sus cuerpos al seno de la tierra, dejaron descendencia argentina en posesión de sus bienes e incorporada a la vida del país en todos sus órdenes.  La nostalgia murió con ellos.”

Incluyó en ese libro una crítica a la novela Las primeras espigas de José M. Del Hogar, porque “tiene la obra mucho de ficticia” y aunque ese género permite desarrollar arbitrariamente la historia, tratándose de “un fenómeno que cambió el rumbo pastoril del país y creó las bases para esta Argentina de hoy ¡Vaya si habrá que tener cuidado cuando se lo desarrolla.  Equivocarse aquí, es grave, porque es un fenómeno nacional y de tanta importancia que modifica con los años toda una configuración etnográfica anterior, sin contar otras vastas consecuencias. Por eso interesa fundamentalmente el hombre, la realidad y las circunstancias históricas.”

En distintos estudios sobre ese mismo tema, Gastón ha citado a Guillermo Wilken, un inspector de colonias que fue designado secretario de la Comisión Central de Inmigración por Domingo F. Sarmiento.  Dedica el segundo capítulo de Ha pasado la nostalgia, al análisis de la obra titulada Las Colonias, editada en 1873, mencionada en las páginas 8-18-68 de su difundido ensayo La Pampa sin gaucho.

En los capítulos siguientes, Gastón Gori comenta los testimonios de Alejo Peyret y de José Ceppi, considerándolos como dos viajeros que han observado los progresos en las colonias sin profundizar en lo que para Gastón es fundamental: la vida del hombre, la convivencia entre los hombres que integran un pueblo.

Amigo a perpetuidad de José Bartolomé Pedroni, concluye esa obra con un análisis referido a algunos poemas dedicados por el titiritero-poeta a los colonos que abrieron los primeros surcos, levantaron las primeras cosechas de cereales sobre la llanura luminosa y lograron que tiempo después se realizara la primera exportación de trigo desde la pujante provincia de Santa Fe.

Donaciones desde la Biblioteca de la Legislatura

Es oportuno tener en cuenta que siendo director de la “Biblioteca” del Poder Legislativo D. Juan Carlos Rigesti, desde 1937 ejerció la presidencia de la Comisión Bicameral el Senador Simón Carlen, representante del Departamento Garay.

Por primera vez en la historia de ese servicio, durante la sesión del 17 de mayo de 1940, el senador Carlen leyó en el recinto un informe sobre la labor desarrollada en la Biblioteca durante el último bienio, destacando que “la biblioteca mantiene su carácter público; pero es todavía poco visitada por personas extrañas a la casa”.

Tras diálogos personales con Gastón, sabido es que é era uno de los profesionales que se acercaban a ese servicio.

(A fines de la década del ‘30, el periodista y escritor Luis Di Filippo era diputado provincial con término de mandato en 1947.

En 1939, durante el tratamiento del presupuesto de la Legislatura hizo una objeción  porque los gastos de la Cámara de Senadores eran superiores a los de la Cámara de Diputados y no prosperó. [21]

En tales funciones, presentó un solo proyecto: donación al XX Salón Anual de Pintura, Grabado y Escultura…

Décadas después, la Municipalidad de Santa Fe de la Vera Cruz organizó un homenaje a Gastón Gori y Luis Di Filippo y en ese acto incorporaron sus nombres en el “Sendero de las Personalidades”.)  [22]

 

A fines de la década del ‘40 desde la Biblioteca de la  Legislatura de Santa Fe, como consta en actas de la Comisión Bicameral de 1950, donaron libros de autores santafesinos, entre ellos de Gastón Gori y de Salvador C. Vigo.

 

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas   I – Caminos de Luz y de Amor

[1] Esperanza y su historia.  Cuaderno 5. Esperanza (prov. de Santa Fe), Editorial “La Unión”, Sarmiento 2416. Textos de Manuel Streiger, reiteración de la crónica publicada en el Diario “La Capital de Rosario” el 3 de mayo de 1987, con el título La Escuela Normal Mixta y el Congreso Pedagógico, incluyendo bibliografía que incluye a Aníbal Ponce: 14. Sarmiento, constructor de la nueva Argentina. y 15. La vejez de Sarmiento, Buenos Aires, Ediciones El viento en el Mundo, 1970; 32- Gastón Gori, Eduardo Wilde, Fondo Editorial de la Municipalidad de Santa Fe, 1962 y El 75 aniversario de la Escuela Normal. El Colono, Esperanza, 6 de julio de 1971.

[2] Braun de Borgatto, Silvia. Bajo la bignonia. Imagen y obra de Gastón Gori. Santa Fe, Distribuidora Litar S.A., abril de 1992, p. 33-34. Leo con emoción, una dedicatoria manuscrita: “A Nidia, por apoyarme en este sueño al fin, cumplido. Gracias. Silvia. Mayo.92.

[3] Ver Quién es Quién en la Argentina –1959-; “Fichas de trabajo individualizado – Para el aprovechamiento inteligente y creador de cada relato” del libro “Y además era pecoso…”, una propuesta de la maestra  Rosa Fischer;. Santa Fe, Best Seller –1975; Litar, 1982, p. 32.  Silvia Braun de Borgato publicó en abril de 1992 el libro Bajo la bignoniaimagen y obra de Gastón Gori; dedicado a su esposo Mario Borgato. En el ejemplar que conservo en nuestra biblioteca familiar, es posible leer: “A Nidia, por apoyarme en este sueño, al fin cumplido. Gracias / Silvia / Mayo.92.  En ese tiempo, me acercó una invitación de la Secretaría de Asuntos Culturales de la Universidad Nacional del Litoral, al acto que se realizó en la sala cultural del CERIDE –Güemes 3450-, el viernes 22 de mayo a las 19:30.  La presentación estuvo a cargo del Prof. Jorge A. Hernández, Presidente de la Asociación Santafesina de Escritores y de un panel integrado por la Prof. Catalina Pistone, Miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, el Dr. José Rafael López Rosas y el Dr. Carlos Creus. El Coro Universitario Independiente dirigido por Jorge Céspedes completó esa aproximación al universo del Arte.

[4] En las elecciones del 11 de noviembre de 1951, el Partido Peronista se presentó con la fórmula Dr. Luis Cárcamo-Dr. Enrique Arnaldo Roulet y obtuvieron el triunfo con el 63,9% de los votos; la Unión Cívica Radical logró el 31,6 % y hubo un 2,6 % de votos en blanco.  El 16 de setiembre de 1955 el gobierno democrático fue reemplazado por los militares que habían organizado el derrocamiento del presidente de la Nación Gral. Juan Domingo Perón (1946-1952 y reelecto), conforme a la Constitución Nacional sancionada en 1949.

[5] Reproducción incluida en la p. 11-13,  Bajo la bignonia escrito por Silvia Braun de Borgatto.

[6] Braun de Borgato, Silvia. Bajo la bignonia. Ob. cit. p. 12.

[7] Ibídem, p. 12.

[8] Reproducción incluida en las p. 11-13 de Bajo la bignonia escrito por Silvia Braun de Borgatto.

[9] Gastón cita: “Higinio Noja Ruiz. ‘Gandhi animador de La India’, p. 69. Edición Estudios – Valencia.”  / Lo escrito con respecto a los sikhs, a sus jefes espirituales y puntos de vista sobre la India e Inglaterra, corresponden a Historia Universal, Barcelona, Océano, 1995.

[10] Gori, Gastón. Intermezzo de las rosas.(2ª edición)  Santa Fe, Litar SA., junio de 1994, p. 10-11.

[11] Agradecimiento al personal de la Biblioteca Popular “Mariano Moreno” de calle Marcial Candioti 3341, teléfonos (0342) 452-1027 y 452-8341 por la respuesta ante una consulta telefónica, el 1º de febrero de 2001 y por el préstamo a domicilio de los libros necesarios para completar esta aproximación a la trayectoria de Gastón Gori, entre ellos Sobre la tierra ensangrentada, Vidas sin rumbo…

[12] Campana, Jorge Crónica sobre la política cultural de los gobiernos santafesinos (1920-1999). Santa Fe de la Vera Cruz, Ediciones Culturales Santafesinas, 15 de noviembre de 1999, p. 26.

[13] Gori, Gastón. La pluma incesante. Santa Fe, Litar S.A., 1984, p. 87-91.

[14] Gori, Gastón. Intermezzo de las Rosas. Santa Fe, Litar S.A., 2ª ed., 1994, p. 35-37.  En su dedicatoria se lee: Para Nidia y Eduardo Fontanini, con un abrazo grande de su amigo Gastón.  En la última estrofa, Gastón con su letra segura, inconfundible, reemplazó …Como tonto antiguo por Como hombre antiguo.  Dejó otras correcciones manuscritas por errores de imprenta: en la página 20 reemplazó “una fiesta congoja el dolor lo traspasó” por “una fiera congoja de color lo traspasó” que fue realmente su expresión original.  Cuando esto sucede en distintas publicaciones, me pregunto además de un involuntario descuido no habrá alguna misteriosa razón que está confirmando que todo lo que el hombre hace tiene algún sesgo de imperfección… aunque a juzgar por algunos críticos, tales errores merecen severa condenación, pueden ser argumento para negar un pasajero reconocimiento…

[15] Con el título “Leoncio Gianello, un profesor ejemplar” publiqué un breve comentario en el diario El Litoral cuando regresó transitoriamente de España, donde estuvo haciendo estudios para futuras ensayos.

[16] Santa Fe. Diario “El Litoral – La comarca y el mundo”; viernes 12 de febrero de 1988, p. 8.

[17] Gori, Gastón La pampa sin gaucho. Buenos Aires, EUDEBA, 1986, p. 23, 26.

[18] Perassi, Luis J. Gastón Gori y “El obsequio de los pájaros”. Santa Fe de la Vera Cruz, Edición Litar S.A., 1987, p. 7.

[19] Braun de Borgato, Silvia. Bajo la bignonia. Santa Fe, Litar, 1992, p. 47.

[20] Gori, Gastón. La pluma incesante. Santa Fe, Edición Litar S.A, 1984, p. 69.

[21] Legislatura de Santa Fe, Cámara de Dipuados, 1939, t. I, p. 1270.

[22] Luis Di Filippo, a partir del 30 de enero de 1940 pasó a desempeñarse como Jefe de Policía de La Capital y al cesar, reingresó como legislador. Consta en los diarios de sesiones que presentó un solo proyecto: propuesta de donación de $ 1.000.- al XX Salón de  El movimiento del 4 de junio de 1943 determinó el cese de todas las autoridades. Legislatura de Santa Fe, Cámara de Diputados 1939, t. I, p. 270.

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