
“Cierto es que muchos de los grandes hombres que han existido en el mundo, llegaron a los más altos puestos partiendo de los principios más humildes…” [1]
Palabra tras palabra, verso tras verso, se generaron estas propuestas para leer y releer… [2]
Peru y Marichu
Este sencillísimo cuento de aldea vasca, que relata Unamuno, concluye con una reflexión a la vez profunda y delicada.
Recuerdo un cuento que de niño
Oí contar;
Cómo Peru y Marichu levantaron
Una casa de sal.
Cayó del cielo en lluvia el agua,
Se fue el hogar;
Lo arrastró derretido por la tierra
Y lo más se fue al mar.
Los cuentos de la infancia dejan
Siempre su sal;
El agua de los años no los lleva
Del olvido a la mar.
Pero queda del alma el fondo,
Queda el solar
Salado para siempre con el jugo
De aquella dulce edad.
Si la sal de su infancia pierde el alma ¿Quién nos la salará?
Tiempos que fueron
Bellas y sentidas son las siguientes estrofas de la poetisa española Rosalía de Castro (1837-1885), en las que el ritmo y la armonía se funden tan íntimamente con el pensamiento.
Hora tras hora, día tras día,
Entre el cielo y la tierra que quedan
Eternos vigías,
Como torrente que se despeña
Pasa la vida.
Devolvedle a la flor su perfume
Después de marchita;
De las ondas que besan la playa
Y que unas ras otras besándola expiran,
Recoged los rumores, las quejas,
Y en planchas de bronce grabad su armonía.
Tiempos que fueron, llantos y risas,
Negros tormentos, dulces mentiras;
¡Ay! ¿En dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía? [3]
Una noche
Como en fantástica visión de ensueño describe aquí el poeta español Juan Ramón Jiménez… sus impresiones en una ncohe serena.
Las antiguas arañas melodiosas, temblaban
Maravillosamente sobre las mustias flores…
Sus cristales, haeridos por la luna, soñaban
Guirnaldas temblorosas de pálidos colores…
Estaban los balcones abiertos al Sur…
Era
Una noche inmortal, serena y transparente…
De los campos lejanos, la nueva primavera
Mandaba, con la brisa, su aliento dulcemente…
¡Qué silencio! Las penas ahogaban su ruido.
De espectros en las rosas vagas de las alfombras…
El amor no existía… tornaba del olvido
Una ronda infinita de trastornadas sombras…
Todo lo era el jardín… Morían las ciudades…
Las estrella azules, con la vana indolencia
De haber visto los duelos de todas las edades,
Coronaban de plata mi nostalgia y mi ausencia”.. [4]
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(¿Sabes, amigo de las palabras y de la Palabra?…
¡Todo lo era el jardín!…
Cerca de “Los Amores”… en “Las Delicias, de Sauce Viejo…
Más acá y más allá, las íntimas vibraciones…
¡Y el silencio!…)
Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
[1] Zeballos, Estanislao, Rodó, José Enrique -doctores-, Holmberg, Adolfo D. y otros. El tesoro de la juventud o Enciclopedia de Conocimientos Tomo VII. Londres-Madrid… editores W M. Jacson Inc., p. 2317.
[2] Ídem, p. 2315.
[3] Id., p. 2309.
[4] íd., p. 2316.