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PROYECTO: “SEMBRANDO VENTANAS” /2006

PROYECTO: “SEMBRANDO VENTANAS”.

Habitando el aula.

Primeros resplandores de luz

Los sietecolores.

Cronología de las alfombras mágicas.

El Señor de los Picaflores.

El pájaro azul

Cosechando trinos…y regalos.

“Sembrando ventanas”…

 

Sembrando ventanas;

cosechando trinos.

 

Nacidos de:

 

* “Sembrando Ventanas” de Teresa Guzzonato.

* “El Señor de los picaflores” Gastón Gori.

* “En Bandada”. Antología.

Marta Goddio  2006

 

ABANICOS

Como abanicos de espejos,

se abren las múltiples realidades

de nuestras vidas cotidianas.

A veces fecundas, otras estériles…

a veces de colores, otras con matices.

A veces en blanco y negro

otras, solo grises…

Reflejándose unas a otras,

confundiéndose,  mezclándose,

multiplicándose en imágenes

que se penetran y se invaden,

se entrelazan, se cruzan…

Sensaciones infinitas…

Inagotables…

que  reproducen y proyectan

todos los ayeres,

todos los mañanas que se buscan,

todos los minutos que latimos

pretendiendo, presumiendo,

sintiendo, apasionadamente,

que estamos vivos

para darnos la oportunidad de descubrir

que existe mucho por hacer,

al menos un poco más

que tragarnos  mecánicamente

el aire enviciado de desesperanza

que intencionalmente nos han dejado

mientras el tiempo nos  dure.

Porque desde algún remoto espacio infinito

desde  algún gajo del abanico

nace la luz que quema los ojos

para que el encandilamiento

por lo superfluo, lo banal, lo imbécil

se sepulte en las sombras.

Es entonces cuando punza la urgencia

de construir otras miradas:

con los ojos,

con las manos,

                                                  con la piel,

                                                                         con el alma…

                                                                                                 Marta

 

“Sembrando Ventanas” fue una experiencia de trabajo con un grupo de doce niños de ocho  años que cursan el 3° Año E.G.B. en la Escuela N° 46 “Bernardino Rivadavia” de la localidad de Candioti en los meses de junio y julio del año 2.006.

El Proyecto tomó el nombre de un poema de Teresa Guzzonato, escritora y artista plástica santafesina que algunos de los niños tuvieron oportunidad de conocer personalmente  al inaugurarse la Biblioteca del pueblo.

El vínculo afectivo establecido  con la escritora, y el conocimiento previo de parte de su obra literaria, me animó a considerar textos de su autoría para desarrollar los contenidos curriculares correspondientes al ciclo que están cursando los niños.

Antes de organizar una unidad, un proyecto… intento hacer el ejercicio de ver “con los ojos niños” los contenidos que debo presentar. Pienso en los conocimientos que pueden traer,  las curiosidades que puede despertar, las preguntas, los temores, las indiferencias…

Parto de la convicción que el vínculo afectivo es el motor que moviliza todos los dispositivos que posibilitan el aprendizaje, por lo que intento, constantemente, generar y fortalecer ese vínculo.

Entiéndase “construcción de vínculo afectivo” desde el lugar de generar el deseo de querer aprender,  de querer conocer,  de querer escribir una carta, un poema… de querer resolver un problema…de proyectar… de querer compartir… participar… Hablo de Amor.  No  del simple  consentimiento, la displicencia liviana, la caricia fugaz…

El encuentro  directo entre lector-escritor genera y fortalece esos vínculos. Y cuando el lector es un niño, se desmitifica la figura del escritor como la “fotografía muerta” que aparece en los libros, y lo conecta con el ser humano, vivo, de carne y hueso… Y como los niños  poseen “antenitas” para captar la sensibilidad, las emociones… esos vínculos no sólo se fortalecen  sino que se amplían, generando redes unos con otros.

La vivencia, el contacto con la naturaleza, enseñan a “veer” más allá de las limitadas percepciones de nuestros sentidos. Posibilitan aprendizajes muchas veces inaprensibles a la mirada del observador. Aprendizajes que se traducen en miradas que van modificando el ángulo, la expresión… el campo de observación. Aprendizajes que se traducen en conductas, en actitudes no siempre visibles, no siempre inmediatas pero cuya gestación es posible percibir.

Dentro de este marco, es en el que me encuadro cada vez que pienso qué y cómo ofreceré los contenidos a enseñar y aprender.

Finalizando el mes de mayo, comencé a desarrollar algunas ideas  que el título “Habría que sembrar ventanas…” me sugería: partir de las diferentes expresiones artísticas (literatura, plástica, música, expresión corporal…) para abordar los otros contenidos curriculares. Pensar la realidad, desde las artes.

Recopilé las diferentes obras que disponía de Teresa y la ofrecí a mis colegas.  Entre  ella se encontraba  “El señor de los picaflores”, un texto editado en la Antología “En Bandada” que, además, fue el nombre que Gastón Gori eligió para su libro.

Cuando recibí de manos de un amigo  “El señor de los Picaflores” unos meses antes, no podía ver,  ni mucho menos imaginar,  el modo en que cada una  de las finas hebras se estaban urdiendo de los más hermosos regalos: la amistad de Teresa Guzzonato, y de “yapa” la oportunidad de rendir homenaje a un ser humano admirable como Gastón Gori.

 

En los primeros días de junio, entre borradores y charlas, el proyecto, aún en vías de redacción, ya estaba en marcha.

El mes de junio, en el que parecía que todo debía girar en torno al Mundial de Fútbol, se iniciaba para  el pueblo  con un conflicto particularmente significativo para su gente: la amenaza de cierre de la principal fuente de trabajo.

Los chicos traían la angustia  dentro de su propia mochila y la necesidad de hablar, de compartir el miedo a tener que abandonar el pueblo. La amenaza de la pobreza estaba acechando, sin máscaras.

Vivencias, problemas, situaciones que entraban a la escuela sin averiguar si estaban o no consideradas en la selección curricular, pero que exigían ser atendidas por esos “contenidos” plasmados.

Y además, la necesidad de conservar la alegría. La necesidad de comenzar la jornada sintiendo que valía el esfuerzo de remar contra una corriente que se empecina  en sumergirnos en la desesperanza, en la negación.

Gracias a los recursos que brinda la tecnología, el contacto con Teresa fue prácticamente diario: comencé a escribirle para contarle lo que estaba ocurriendo día a día, registraba mis clases con detalle, lo que pensaba hacer y el impacto que generaba.

Nos acostumbramos a compartir, a disfrutar, a emocionarnos con la pequeña novedad de cada día.

Estimuladas por la poderosa fuerza creadora y transformadora  de los chicos,  juntas también fuimos nutriéndonos con nuevas ideas para compartir proyectos, encuentros, acercamientos, lazos, vínculos…. Amor.

 

Se utilizaron  todos los recursos didácticos disponibles, comenzando por la naturaleza, nuestros patios, la plaza… la música, los papeles de colores, los libros, las enciclopedias, los manuales, los colores, crayones, témperas, arcilla… instrumentos musicales, textos literarios ajenos y propios…. Y nosotros, lo que cada uno de nosotros podía brindar.

En  la biblioteca escolar y en la biblioteca del pueblo disponíamos – gracias a la generosidad de sus autores- de varios ejemplares de la Antología “En Bandada”.

El Señor de los Picaflores”, editado por la U.N.L. llegó más tarde, de la mano de Mónica Marangoni,  que al enterarse de nuestro trabajo posibilitó que cada uno de mis alumnos  contara con un ejemplar.

Aquí, el Proyecto formalmente presentado a  las autoridades institucionales… lo vivo, lo real, lo importante, está en el corazón de cada uno de los que compartimos cada jornada.

 

 

 

PROYECTO: “SEMBRANDO VENTANAS”

 

Fundamentación:

 

Sembrando Ventanas” es un poema de la escritora y artista plástica santafesina Teresa Guzzonato, a quien los niños conocen por habernos visitado con motivo de la inauguración de la Biblioteca Magadalena Cardona de esta localidad.

Cabe aclarar que si bien este poema ha sido empleado como motivador del proyecto, se ha realizado una selección de distintas obras de la autora  que serán ofrecidos desde las diferentes áreas, conforme a los intereses y necesidades particulares.

Este encuentro, ha posibilitado la construcción de un vínculo afectivo entre los niños y la escritora, que generosamente se ha predispuesto a colaborar y participar de las actividades que se propongan dentro del marco de este Proyecto.

“Sembrando Ventanas”, sugiere la  posibilidad de  pensar otras formas de enseñar y aprender, abrir otras perspectivas que permitan ampliar la visión sobre la pluralidad de mandatos y demandas sociales que tenemos como educadores. Estos no se limitan a la mera instrucción, sino que requieren además nuestra  intervención para favorecer la socialización, la formación ética, la participación cívica, el desarrollo estético y creativo, no ya subordinados a un referente económico (formación de recursos humanos para contribuir con los factores de producción) sino privilegiando una ciudadanía activa en todos los órdenes.

El arte, desde su diversidad de manifestaciones, constituye una ventana que nos brinda la posibilidad de poner en juego toda nuestra  creatividad como sujetos, para  -en relación con otros- incorporarnos activa y conscientemente a la vida social, comunicándonos y expresándonos desde múltiples y diversas formas y desde ese lugar modificar o conservar nuestro entorno.

Este proyecto, nos acerca y nos conecta con  diversas disciplinas artísticas, pero fundamentalmente nos permite multiplicar las miradas de nuestra realidad para intervenir en ella.

 

OBJETIVOS:

Promover la participación activa  y creativa en las diversas expresiones artísticas.

Desarrollar distintos lenguajes de expresión.

Leer e interpretar la realidad

Vincular afectivamente “lector” y “escritor” como soporte para la promoción de la lectura y la producción escrita.

“Mirar” la realidad mediante el abordaje curricular interdisciplinario de las diferentes áreas.

Gozar activamente  de las diferentes expresiones del arte.

Fortalecer las relaciones humanas de diferentes grupos de aprendizaje que interactúan en el ámbito escolar, mediante el trabajo cooperativo, interdisciplinario para concretar propuestas.

RESPONSABLES:

Docente 3° Año E.G.B. Prof. Marta Goddio

Prof. de Plástica: Ivana Rolón

DESTINATARIOS:

Alumnos de 3° Año E.G.B. (Doc. Marta Goddio)

Participan con propuestas:

Personal no docente (Porteros. Personal de Comedor Escolar).

CONTENIDOS

La selección de contenidos fue realizada posteriormente a la indagación intereses y conocimientos previos del grupo de clase.

El abordaje de los mismos se realiza en forma interdisciplinaria y globalizadora, articulando  las diferentes áreas.

En esta selección se reflejan las propuestas e inquietudes  formuladas por  los chicos en las actividades de motivación, previas a la redacción del Proyecto.

Se procuró atender la diversidad de intereses en relación con los problemas sociales que se presentaban en ese momento  en la comunidad, sin descuidar los contenidos curriculares que debían desarrollarse conforme a lo que establecen los diferentes documentos institucionales.

Se prioriza en todo los casos generar experiencias directas, el contacto con lo vivo, lo natural.

Para estimular y promover la lectura: el  vínculo afectivo del lector con el libro, con el autor cuando esto es posible, de manera de ampliar el abanico de experiencias y miradas ante el objeto de conocimiento que se está construyendo colectivamente. Enriqueciendo esa construcción con la diversidad de percepciones, apreciaciones y conceptos que individualmente se construyen, se cuestionan,  se comparten y se enriquecen con el intercambio respetuoso de los diferentes criterios. Criterios y conceptos, que por otra parte, se consideran en constante y dinámica transformación.

 

Tiempo probable de desarrollo del proyecto: 45 días ( del 5 de junio al 14 de julio)

 

Evaluación:

Inicial– De indagación de conocimientos previos-

De proceso: mediante el registro formal, testimonios orales y escritos, trabajos prácticos.

Final: Clase abierta. Muestra de trabajos. Registros y testimonios.

 

(*) El  proyecto se desarrolló dentro del período previsto, extendiéndose hasta la última semana de julio, dado que se adelantó también una semana el receso escolar de invierno.

 

Habitando el aula.

 

La organización del espacio del aula puede favorecer o  condicionar las relaciones  que se establecen en el grupo. Por lo tanto, la disposición de mesas y sillas no es estática. Se modifica constantemente conforme a las necesidades de cada clase, pero esta disposición siempre tiende a favorecer la comunicación “cara a cara” de todo el grupo  por lo que en ninguna circunstancia las mesas y sillas están alineadas.

Desde el primer día de clases, comenzaron a acordarse pautas de trabajo y se utilizaron todos los recursos al alcance para generar una ambientación favorable, generadora de un clima agradable  en un espacio en el que convivimos tantas horas de nuestras vidas.

“Habitar” el aula, más que a ocuparla transitoriamente.

Desde el primer día de clases, los chicos se sientan en ronda. Esta organización se modifica de acuerdo a las necesidades, intereses y afinidades  personales. Los grupos son móviles.

Comenzamos la clase con música, sentados en el suelo, con el salón a oscuras nos dejamos llevar por la música y la propuesta de imaginarnos “sembrando ventanas”.

Ventanas fantásticas, diferentes a las conocidas, en distintos lugares. Lugares que nos gustaría estar. Tratamos de escuchar los sonidos que provenían  de esos lugares,  olores… perfumes… sensaciones.

Compartimos oralmente nuestras impresiones, imaginaciones… y luego llegaron, por propia necesidad de los chicos,  las propuestas de dibujar y…escribir..

 

“Hoy me levanté y abrí una ventana en forma de corazón que me mostró amor, paz… y pensé: “Acá falta alegría”.

Sembré una semilla y de ella creció una ventana. Les dije: “Vengan, acompáñenme a un mundo mejor donde hay libertad, felicidad y trabajo. Donde puedan ser felices junto a toda su familia y que nunca nadie los separe porque todos tenemos derecho a crecer sanos y felices.”

Al otro día, sembré otra ventana.

La abrí y vi un bosque con muchos animales, flores, pinos y muchos pájaros cantando una hermosa melodía. Entre ellos, formaron un enorme corazón y dentro de él me escribieron un mensaje.

Me agradecían por haberles dado todo mi amor y todo mi corazón.”

                                           Camila Brandt. 8 años.

 

 

Rodolfo contó que se había imaginado un árbol repleto de ventanas, que en lugar de ramas… tenía ventanas… Esto es lo que escribió luego.

 

          “Había una vez un pueblo pobre, y un chico -jugando- se cayó a un pozo.

            Descubrió un mundo distinto y caminó a un océano.

            Había mucha gente. Vio una paloma y un caserito.

            Y vio un hombre mago.

            Tiró una semillita y nació un árbol con ventanas.

            La abrió y encontró un mundo de magos.”

                                                                     “the end” escritor Rodolfo Jerez. 8 años.

“A mí me gustan las ventanas, porque dan luz a la felicidad.

Además…¡Son tan lindas como un corazón y lindas como una flor!

Cuando sale el sol, ilumina la ventana y da brillo al corazón.

Y cuando se abre la ventana, sale el amor.”

                                       Milagros Barrios. 8 años.

Primeros resplandores de luz …

 

Estefanía había ingresado a nuestra escuela apenas unos días antes de comenzar este Proyecto.

Provenía de una escuela rural del departamento Las Colonias.

No lograba superar el duelo de tener que abandonar a sus compañeros y a su maestra.

Los esfuerzos de sus compañeros, por integrarla al grupo no eran suficientes para aliviar la tristeza de no ver a sus amigos. Extrañaba profundamente y lo exteriorizaba con su rechazo para concurrir a la escuela o su aislamiento.

Esta actividad, significó para ella una manera de “sembrar otras ventanas” y empezar a ver otros mundos.

Fue la primera vez que, -luego de escribir- cubrió de dibujos y colores una página en su cuaderno de tantos grises.

 

“Vi muchas ventanas, arbolitos y mariposas de colores… de muchos colores.

También había bichitos de lucecitas de colores, imágenes con pajaritos y mariposas… y encontré una chica.

Era muy linda, pero no estaba bien.

Estaba muy lastimada porque los animales malos la mordieron mucho.

Y colorín… colorado… este cuento ha terminado.”

                                      Estefanía Walker. 8 años.

 

…y el cuento- para ella-  había terminado. “Los animales malos”  seguramente le habían mordido el corazón… Pero a partir de este momento,  había decidido comenzar otra historia.

Las ventanas que se sembraron, permitieron entrar  una brisita fresca de palabras nuevas.

A María, la mamá de Estefanía, se le llenaron los ojos de lágrimas  cuando supo que su nena había logrado desahogarse.

A partir de este momento, Estefanía comenzó a comunicarse. Pudo expresar su necesidad de ser reconocida  sin que eso le signifique renunciar a su historia, a su esencia, a su identidad, a sus afectos.

Conocí entonces la causa de tanta tristeza: extrañaba mucho a sus compañeros porque con ellos integraba un ballet de danzas suizas. Con ellos recorría pueblos y ciudades para fiestas donde representaban a la colectividad.

Ese día le propuse que trajera a sus amigos a la escuela para enseñarnos sus danzas, sus trajes… se aproximaba el acto del 20 de junio… el 9 de julio… ¿por qué  no un ballet suizo en la fiesta?

Al día siguiente, Estefanía llegó acompañada por  María, su mamá.

María es quien organizaba junto a otros padres beneficios para reunir el dinero que necesitaban para comprar la tela  de los trajes que ellos mismos también confeccionaban.

Por ella supe que -aunque el descendiente de suizos era su esposo- le apasionaban las danzas  y también bailaba junto a sus hijos Lucas de 12 y  una chiquita de  cuatro años.

Que había aceptado la mudanza con la condición  de continuar con el ballet.

Que tenía ganas de enseñar a otros chicos que quieran aprender, aquí… que no se necesitaba mucho, que  era posible… y ¡ hermoso!

El 20 de junio, Estefanía, Lucas, María y la chiquita se presentaron en el Acto del Día de la Bandera  y bailaron.

Al terminar, María tomó el micrófono para explicar el por qué de sus danzas y de sus trajes… extendió las manos, abiertas, invitando a sumarse a la fiesta.

Mucha valentía se necesita para presentarse en una comunidad diciendo “aquí estamos, y así somos… venimos a compartir”.

Desde la ventanita del corazón de  Estefanía ya se notaba que un sol nuevo la estaba iluminando.

 

 

El poema de Teresa, antes de haber sido presentado a los chicos, ya se estaba anunciando.

Habría que sembrar ventanas.

 

 

“Habría que sembrar ventanas…

Desde las cunas,

ventanas en el mimbre

ventanas en las manos de los que tejen,

en los oídos de los que tallan,

ventanas sembradas

en los surcos de las espigas,

ventanas en las orillas

de los ríos y de las ciudades

en los ocasos

grandes ventanas en los amaneceres

(….)

Algunas ventanas con lunas

unas cuantas con lluvia

y algo de viento,

y un lejano canto de mar;

Muchas con caminos de tierra…

Y no olvidar sembrar ventanas

de madera en la montaña,

esas tendrán constelaciones minerales

y un brote de frescos tréboles

y las estelas que dejan

los caracoles que habitan

en las grietas de las rocas…

No. No olvidar:

Sembrar ventanas

para que el corazón salga

y el hombre se encuentre.

                                      Teresa Guzzonato.

 

 

Cuando se presentó la copia con el poema, los chicos leyeron con absoluta naturalidad.

 

Como si lo conocieran. Ensayaron distintos tonos, distintas expresiones…. Encontraron semejanzas con sus producciones… Y si eran tan, pero tan parecidos… ¿por qué no continuar esos versos…?

 

 “Habría que sembrar ventanas

para los tristes

para que se den cuenta que estar tristes

te hace mal.

Así que yo te doy plantas.

Semillitas de alegría

siembro en tu corazón

para que no sufras más.”

                                Milagros Barrios.

“Habría que sembrar ventanas

Con el amor, la paz

El espíritu de la felicidad

Para que siempre sembremos ventanas

Donde el corazón nos lleve y nos pida

Para querer a los demás

Y querernos a nosotros mismos.

Sembrar ventanas entre las rosas.

Sembrar ventanas en el amor.”

                                 Camila Brandt.

“Habría que sembrar ventanas

En las escaleras, en el corazón

En la luna de mi alma,

de mi vida,

en la estrella de mis amores.

Siembro mi alma en mi sol,

en el mar,

en el océano de mi fantasía.”

                                Milagros Barrios.

 

Cuando la palabra entra “en bandada”.

Conectar a los chicos con distintos escritores de manera simultánea abre también otras perspectivas, otras visiones. Abre un marco de referencia donde es posible observar una diversidad de estilos y formas de expresión que constituye un valioso soporte para seleccionar y animar la propia producción, tanto en forma individual como -en este caso- colectiva, luego de comparar los versos libres de Teresa Guzzonato con otros, estructurados como los de Alicia Ballanti que -exclusivamente desde el plano de la oralidad- abrieron las puertas para observar “los esqueletos” de los textos, y salir a jugar, libremente, con versos y rimas.

De esta experiencia he podido observar cómo el contacto directo y constante con ejemplares de  la antología “En Bandada” nos ofreció, además de la posibilidad de conocer otros escritores santafesinos, comprobar cómo los chicos van construyendo desde la oralidad “bancos de memoria” que les permite comenzar a armar un repertorio de obras fuertemente ligadas al escritor  que le dio vida, y establecer campos de relación cada vez más amplios.

La obra, el texto, aparece tan  fuertemente ligada a la figura del autor, a su naturaleza y condición de ser humano, de  sujeto social, real,  ubicado en un contexto espacial y temporal que crea vínculos afectivos indisolubles en esta etapa de la vida, que estimulan la lectura y la producción.

 

Luego de observar, jugar, comparar, ante la propuesta de componer un poema  colectivo, optaron por la poesía libre a la estructurada.

Así, en ronda, donde cada uno sumaba un verso, logramos este poema:

 

Sembraremos ventanas

en el corazón, en el

alma

con una varita mágica

en el agua.

Sembraremos ventanas

en la laguna de las

patas quemadas

por el rayo del sol saliendo

de su casa.

Sembraremos ventanas

debajo de la almohada

con una plumita escondida

debajo de la cama.

Sembraremos ventanas

en el nido de un ratón

comiendo su queso

en un plato de algodón.

Sembraremos ventanas

de la noche a la mañana

cantando el tango

en el monte de mi amigo

Catalilo.

Sembraremos ventanas

en los jardines

de las casas para tener

muchas flores aromatizadas.

 

12 de Junio de 2006:

 

Seguimos “En Bandada”

Nos preparábamos para celebrar el Día del Escritor.

Teresa había anunciado que nos visitaría y los chicos estaban preparando sus dibujos y poemas cuando ingresó al salón el Sr. Vicedirector con un ejemplar de “En Bandada” que habíamos solicitado a la Biblioteca del pueblo.

El libro quedó sobre el escritorio, y  despertó la curiosidad de una alumna.

Sin decir nada, lo tomó, comenzó a explorarlo,  observaba  la tapa, y finalmente  lo abrió. No disimuló su alegría al encontrar un nombre familiar: Horacio Rossi.

Horacio Rossi visitó la escuela en reiteradas oportunidades en el año 2005 por una experiencia didáctica que desarrollamos con otro grupo de trabajo, en base a su novela “Lambrusco”.

Esta experiencia generó un fuerte vínculo afectivo de la comunidad de Candioti hacia el autor, que además, compartió con los chicos el acto de fin de año con otro escritor, Alfredo di Bernardo.

Que “alguien tan importante como un escritor, venga a nuestra escuela, camine con los chicos por la calle, venga al acto de fin de año… nos llena de orgullo” dijo una mamá.

Esta expresión,  es uno de los pilares en los cuales se afirma este trabajo que  parte de  la convicción personal  que la promoción de la lectura no es ni más ni menos que un acto de amor, donde se crean las condiciones para democratizar el acceso al conocimiento, desmitificando la figura del escritor como miembro de una elite que ejerce el poder en el uso de la palabra, ignorante de los intereses y necesidades de los mismos destinatarios de su obra.

Promover el acercamiento del lector con el escritor, el contacto directo, el diálogo… crea vínculos que no sólo estimulan la lectura y la producción lingüística, sino que contribuye en la formación de conceptos y valores que tienen que ver con la formación humana en el marco donde se consideren las diversas formas de percibir y sentir nuestros mundos cotidianos, compartirlos, sin que unos primen sobre otros opacándolos o negándolos.

Así, comenzar el año con una de sus  obras: “Un cuento para todos nosotros los niños” era iniciarlo de algún modo, de la mano de un amigo, que se hacía presente una vez más desde el libro “En Bandada” que comenzó a circular de mano en el aula.

Pero acá no está Teresa…- anunció uno de los chicos al leer la página de presentación.

Otro le indicó el índice, las páginas donde podía hallar los textos.

Cuando encontraron las páginas de Teresa, me acercaron el libro para que se los leyera.

Luego de una recorrida por los títulos de las diferentes obras, los chicos propusieron la lectura de “los sietecolores”.

Previamente, jugamos con los posibles significados del título.

 

Los sietecolores

En el patio de mi casa el naranjo apresaba el aire de la primavera con sus azahares. Y convocaba a las abejas. El rumor dulce de las flores, la danza mielambar de los insectos, los abrazos de la luz, embriagaban los mediodías.

Yo me paraba debajo del naranjo y me empapaba las enaguas con ese aroma. Absorta, miraba las flores deshilacharse sobre mis hombros, mis cortos cabellos y delante de mis ojos, que seguían la caída de las hebras blancas  y sus nudos de polen  hasta la grumosa tierra negra, confiando sus encajes cerosos a mis pies. (En mis ojos pulsaban mariposas de azahar)

Me enamoraba. Extasiada, nada era más importante y mi madre luchaba reiterando sus llamados  para que asista, de una vez por todas, a la convocatoria del almuerzo familiar.

Pasados los días del rumor mieloso y blanco, la gestación de las naranjas ocupaba mis asombros.

Milagro y sorpresa.

Pequeñas gotas o piedras sudorosas… Esferas verdes en las puntas de las ramas creciendo  día a día, amarillando, hasta arribar al color que las nombra. Serían soles de ocaso chorreando su jugosa luz en  mis labios.

Pero llegaban los pájaros. Los Sietecolores. Compitiendo por los azúcares. Dejando la fruta herida, tallando la luna llena en el cuerpo de las naranjas.

Sí, era una niña que aguardaba que los azahares blanquearan mis hombros y mis enaguas hasta cubrir de puntillas mis pies.

Mis ojos respiraban el almíbar tibio que acunaba a las huevas verdes.

Y perdonaba las lunas que horadaban los Sietecolores en las frutas secándole la luz a mis soles de ocaso.

Como no perdonar, si yo también era un pájaro.

                                                 Teresa Guzzonato.

 

 

Los chicos interrumpían la lectura con anécdotas de pájaros. Miraban por la ventana a los que estaban a las vueltas por el patio.

Mauricio, es un cazador empedernido… relataba anécdotas de sus crueles  cacerías.  Algunos reprobaban la actitud, otros festejaban las “travesuras”.

Mientras narraban, pensaba cómo “recoger este guante”  de intervenir sin imponer, para modificar conductas.

Una de las nenas se levantó a observar el limonero… comparando la planta con otra a la que se hace referencia en el cuento (un naranjo). Observó que todas comparten las flores blancas, los pequeños azahares y que los frutos se desarrollan en forma similar en uno y en otro..

Micaela describía  cómo alimentaba a los gorriones en su casa.

Mirábamos por la ventana los pájaros, en silencio para no espantarlos.

Luego, salimos en puntas de pie para no hacer ningún ruido a cazar pájaros con la mirada y enseñarlos a los compañeros con algún gesto.

Nos quedamos un ratito mirando los caseros y las palomas del patio. Señalaban los que se posaban en las ramas de los patios vecinos, las palomas que hacen nido bajo el tinglado del patio cubierto…

Mauricio se separó del grupo y buscó su cuaderno y sus colores… necesidad de dibujar, otra forma de anotar.

Casi sin darnos cuenta, salimos de la escuela y cruzamos a la plaza. Siempre en silencio, apenas un bajo murmullo que no podía contenerse apresado ante la sorpresa de descubrir uno más, al vuelo o entre las ramas.

El “Vice” de la escuela se sorprendió cuando nos sorprendió  escapándonos por el portón trasero. Con un gesto intentó preguntarme que estaba haciendo; con otro respondí que después explicaba.  Y seguimos, envueltos en esa magia, rumbo a la plaza en siesta, toda, absolutamente para nosotros.

La disfrutamos esa tarde en que el solcito invitaba a tirarse en el pasto, cerrar los ojos, descubrir perfumes,  sonidos…

Jugamos a ser calandrias, cardenales, caseritos… torcazas… desplegamos despacito las alas y alzamos vuelo.

Así regresamos a la escuela, esta vez ingresamos por el portón principal, como correspondía. El portón que conduce directamente al ceibo. A nuestro ceibo que también nos esperaba con pájaros.

 

Intentamos una y otra vez  entrar al salón. Cuando lo logramos, las ventanas atraían como imanes.

Uno de los chicos divisó colibríes.  Así que… ¡otra vez afuera…!

Porque Aula, también es  plaza, patio… “l’intemperie”, diría un amigo.

Los colibríes revoloteaban entre los ligustros y las enredaderas -bignonias  de campanitas rosadas  que han crecido entre el tejido que separa los patios.

Nos sumergimos entre esa frondosidad que hacía imaginarnos la más salvaje de las selvas… (todos exploradores nosotros…) hasta que el ladrido de los perros del vecino nos obligó  retroceder de un salto, entre sustos y carcajadas.

 

No fueron necesarias consignas  posteriores… cada uno tomó su cuaderno, naturalmente, para hacer lo que necesitaban: contar lo felices que habíamos sido.

Algunos aún preguntaban si podían escribir, dibujar… Aún necesitan “pedir permiso” para expresarse. Necesitaban la autorización para ejercer algo que se supone y pregona como derecho.

“Derechos”, “libertad” continuaban siendo palabras despojadas de significado.

Cuando sonó la campana que anunciaba el recreo, nadie se movió.

Estaban concentrados, cada uno,  en su propio vuelo.

* * *

 

Cronología de las alfombras mágicas

12 de junio:

Hacía frío para sentarnos a leer en el suelo. Necesitábamos algún almohadón o un acolchado.

Camila ofreció alfombras… “La tía Machi tiene unas que no usa ¿querés que se las pida?”

“alfombras mágicas…”

 

Apenas tocó la campana de “llamada” a la escuela, la “Tía Machi”, llegó con las alfombras enrolladas bajo el brazo, acompañada por Camila.

No demoramos en estrenarla.

Esa tarde, resolvieron problemas de matemática utilizando monedas y billetes, desparramados de panza  en la alfombra algunos; otros, por propia voluntad permanecían en sus lugares.

El aula, ya no era la misma. Algo estaba cambiando, y pude confirmarlo al día siguiente, cuando intenté ingresar al salón, y Sabrina, una de mis alumnas me informó con un especial brillo en los ojos,  que no podía hacerlo aún.

Sus compañeros estaban  dentro.

Habían oscurecido absolutamente el salón, cerrando todas las persianas.

A las alfombras, las habían colocado en el centro: entre la rueda de mesas y el pizarrón.

Nuevamente se había modificado la distribución de los muebles del aula, pero en esta ocasión por la decisión del grupo, que habían “marcado” el espacio. Las lecturas ya no serían en el fondo, sino en el centro.

Ocuparon el centro del  aula, desplazando sillas y mesas hacia atrás. Acortando distancias.

Las actividades que tenía proyectadas para esa jornada quedaron guardadas en el bolso: enciclopedias de aves, fotocopias de “El Señor de los Picaflores” de Gastón Gori,  una poesía de Oscar Agú,  algunos discos…

Creo que fue la primera vez que me sentí incluida al grupo. Aceptada para empezar a recorrer caminos nuevos.

 

Viernes 23 de junio.

Son sorprendentes los logros que pueden obtenerse en un grupo con ganas de aprender, si  uno se decide a despegar la cola de la silla del escritorio, desplegar las alas y volar un poco.

Es entonces cuando uno comprende que el aula se abre de par en par. Desaparecen los muros  y se extienden los puentes a puntos geográficos inimaginados.

Hace apenas cuatro meses que estoy con estos chicos. Me costó que me incluyeran en el grupo.

Desde que llegaron las alfombras al aula, me esperan con una “sorpresa” cada tarde.

Hoy, pidieron ayuda a Anahí, ayudante de cocina, para aprender a usar el equipo de música.

Anahí, además, es la hija de Hilda, la directora de la escuela. Viven allí. En estos días  está haciendo un reemplazo en el comedor escolar.

Así, con la complicidad de Anahí, esta tarde me esperaron con el aula totalmente a oscuras, bailando con la música de “Chiquititas”

Siento que para ellos, como para mí, venir a la escuela es una fiesta.  Fiesta que compartimos y disfrutamos.

Ayer les pedí que prepararan con tiempo un equipo para salir a explorar la naturaleza… frascos, bolsitas, pinzas… Hoy, tenían sus equipos listos y la decisión tomada de hacer práctica la salida inmediatamente.

La tarde se prestaba. El solcito invitaba a salir…

Mientras avisaba a la Dirección que me iba, solos, sin indicaciones se dirigieron al portón de salida y me esperaron.

Ya saben lo que tienen que hacer.

El primer sitio, fue la plaza.

Ahí, nos acostamos un ratito al sol, en el pasto… a escuchar… a sentir..

Después, jugamos a ser pájaros, también nosotros.

Desplegamos las alas, despacito… sintiendo cada parte de nuestro cuerpo modificándose.

Sentimos el gozo por la libertad.

El temor, ante la amenaza de alguien que quiera cazarnos.

El dolor ante la pérdida de un pichón..

Charlamos mucho, siempre. Todo lo necesario.

Propusieron cruzar la ruta para llegar al monte de eucaliptos.

Cada uno iba caminando, corriendo… deteniéndose ante algo que le llamaba la atención…

Los tubos de alcantarillas, se convirtieron en túneles fantásticos donde podían hallar ejemplares de caracoles.

Dábamos vuelta, lentamente, la manivela de la fantasía…

-¡Escuchá cómo se mueve la víbora…!!

Nosotros, manejando las cuerdas de nuestros propios relojes. Imaginando y danzando con las mariposas que aún quedaban a las vueltas, en esta siesta doradita y cálida, que otros duermen.

Nosotros no.

Preferimos esta caricia fresca del vientito que ya anuncia, con voz ronca entre los eucaliptos, la llegada del invierno.

Camila había atrapado una mariposa amarilla y la conservaba en un frasco.

Luego la soltó y me contó:

-Solté mi mariposa

Recé una oración para que nadie la mate.

La quiso comer un pájaro.

Pero no pudo.

El Señor de los Picaflores

 

El señor de los picaflores es un duende que anda a las vueltas por el aula del 3° Año de E.G.B.

Un duende conocido con el nombre de Gastón Gori, que entró por las ventanas abiertas de Teresa Guzzonato.

El 26 de junio, comenzamos la lectura de “El Señor de los Picaflores
Los chicos quedaron atrapados a simple vuelo de gorrión aterrizando en un patio para alimentarse por la generosidad de El Señor de los Picaflores, de Gastón Gori… nuestro querido, entrañable Gastón…

Desde las ventanas abiertas por Teresa, se arrojaron lejos… muy lejos las gomeras.

Uno la vendió. Otro, intentó pero  sus padres se opusieron  terminantemente a semejante ocurrencia. No se preocupó demasiado. Se encogió apenas de hombros antes de decir:

No importa. Total, yo no la voy a usar más.

 

Desde la alfombra mágica de la tía Machi, la que nos sirve para escuchar y contar historias, para sentarnos y sentirnos más cerca… nació la propuesta:

– En nuestro patio también hay un limonero..

-…y enredaderas…

-…y vienen gorriones…

– ¡Podemos hacer lo mismo que el Señor de los picaflores…!!

 

Inmediatamente, salimos al patio.

Tenemos un patio de tierra,  que vemos desde las ventanas de nuestro salón.

Buscamos entre los escombros algún elemento que fuera de utilidad.

Encontraron unas viejas tejas sacadas del techo de la escuela. Las dieron vuelta. Le quitaron las hormigas…

La forma de cuenco era perfecta: ya tenían el comedero para los pájaros.

 

Acá. ¡Éste es el lugar! -dijeron casi al unísono Mauricio -viejo cazador de pájaros- y Carlitos.

Los demás consintieron:  ése era el mejor lugar. Una piedra cuadrada, de cemento. Le daba el sol y podía controlarse muy bien desde el interior del aula.

Faltaba el alimento. No tenían semillas, pero estaba la portera… Le preguntaron si no habían sobrado algunas rodajas de pan del almuerzo.

Estela indicó la heladera: en ella podían encontrar una bolsita con las rodajas de pan que habían sobrado de mediodía en el Comedor Escolar.

Tres… cuatro rodajitas, fueron suficientes para comenzar a desmigajar  las ilusiones de ver el patio poblado de bandadas de gorriones, como el patio de las bignonias de Gastón..

Cuando sonó la campana para salir al recreo, fueron al quiosquito.

Esta vez, las miguitas del fondo del paquete de los alfajores  fueron a parar directamente al comedero de los pájaros.

Y los pájaros, a pesar del frío, no demoraron en llegar.

Los primeros, los benteveos, miraban desde la copa deshojada del fresno… parecían vigilar cada uno de nuestros movimientos.

Desde los ligustros, un par de palomas también nos observaban.

Finalizada la tarea de “com- partir “ el pan, regresamos al aula.

Desde entonces, las voces suenan bajas en el salón. Nadie quiere espantar a los pájaros.

Todos están atentos. Pero a las ventanas. Al reflejo del aleteo … al vuelo que se divisa de reojo..

De tanto en tanto, se levantaban  despacito… muy despacito de las sillas y controlaban  la piedra con el comedero.

Cuando alguien veía algo… daba suavemente la voz de alerta.. Entonces, todos dejábamos lo que estábamos haciendo y nos desparramábamos a lo largo del aula, entre las tres hermosas ventanas que tenemos para ver el patio.

Los vidrios estaban  cerrados, por el frío.

Y otros pájaros, además de los benteveos, llegaron.

Se sumaron los gorriones, los chingolitos  y los caseros…

Más tarde, los chicos se fueron del salón a otro, con otro profesor.

Me quedé sola en el aula, mirando por la ventana

Y llegó un zorzal. ¡Hermoso…!! se desplazaba tranquilo, calmo por todo el patio de tierra. No se acercó a comer. Pero tampoco se marchaba.

Nos quedamos los dos, ahí, separados por el vidrio, contemplando el comedero.

Se podía demostrar perfectamente a quien quisiera enterarse, de que era posible cazar pájaros con la mirada, y conservar la compañía el tiempo en que ambos decidieran, de común acuerdo, permanecer. Sin rejas. Sin jaulas. Sin prisiones. Sin trampas.

 

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27 de junio.

 

Hoy los chicos llegaron equipados con alimentos para pájaros: mijo, girasol, harina de maíz…sorgo, pan…

Apenas llegaron a la escuela (luego del ritual de oscurecer el salón, poner las mesas en ronda y la alfombra mágica en el centro…) fueron a  preparar los comederos de los pájaros.

Faltó la mitad del grupo. El frío y la gripe se hacen sentir.

Aprovechamos el solcito de la siesta y nos tomamos unas fotos en el patio. Nos gustan las fotos.

Comenzamos la jornada, continuando con la lectura de “El señor de los picaflores”, y mientras escribíamos la fecha, espiábamos por la ventana para ver si descubríamos algún pájaro disfrutando los “manjares” que habíamos preparado.

Los benteveos parecían avisar, a los gritos, al resto de los pájaros que había comida, otra vez, en el patio de tercero.

Una gran serenidad reinaba en el aula. Todos evitaban hacer ruidos, para no espantar a los visitantes que se acercaban.

De pronto, comenzaron a llegar, en pequeños grupos, los gorriones… un trío de benteveos iban y venían por los bordes de los tapiales vecinos, se ocultaban entre el follaje de los ligustros, para acercarse lentamente hacia los comederos.

Todos estábamos alertas. La cámara de fotos, lista para la caza… pero cuado intentábamos… ¡zácate…! algún atropellado hacía demasiado espamento  o chocaba alguna silla y los bichos se escapaban.

Mirábamos a los pájaros alimentarse, desde la ventana. En silencio.  Los  horneros, picoteando en el suelo, en busca de hormigas, lombrices y otros insectos..

 

El pájaro azul…

 

De pronto, llegó un pájaro azul. Verdaderamente extraño y hermoso. Nunca antes lo habíamos visto.

Se quedó apenas unos instantes.

Estaban trabajando, cada uno en su cuaderno, describiendo “los pájaros del patio de tercero” cuando el pájaro azul regresó acompañado por otros dos, y se posaron en el crespón seco.

Los chicos no pudieron evitar exclamar su sorpresa, su admiración al ver a uno de ellos posado, libando el néctar de una campanita rosada que crece exuberante mezclándose entre la pezuña de vaca y los ligustros.

Incluyeron en sus registros al “pájaro azul “ y anotaron: no sabemos cómo se llama.  Se parece a un casero. El pecho es gris clarito y las alas son azules.  Libaba el néctar de las campanitas.

 

Desde que Teresa “Sembró las ventanas” en tercero, nos acompaña en la Biblioteca la “Enciclopedia Ilustrada de las Aves”.

A ella recurrimos, para investigar si se encontraba entre sus páginas este ejemplar que nos estaba visitando.

Mientras hojeábamos la enciclopedia, vimos picaflores y benteveos. Aprendimos que también se llama “atrapamoscas picón”.

Aparecían imágenes de pájaros parecidos a nuestro “pájaro azul” pero no correspondían, según los chicos, al  (ahora “los”) nuestro.

De pronto, al dar vuelta una de las páginas la alegría se apoderó de todos, los que rodeaban el libro, señalando todos juntos …

-¡Es este…!!!

-¡Lo encontramos…!

 

-¡Vamo’…Vamo’ si queré, Gastón…!!!  ¡Menos mal que Gastón Gori escribió eso y nos dijo…! (Mauricio Picovsky)

 

Quedé paralizada ante tanta euforia, pero fundamentalmente, ante la expresión de Mauricio.

Lo miraba mientras exclamaba lo que textualmente transcribí en las oraciones anteriores. Era tal la convicción, la seguridad… Creo que en ese momento comprendí el significado de “internalizar los aprendizajes” que tantas veces escuché repetir como loros a tanta gente que dicta cursos,  sin que nadie pudiera explicarme cómo uno se daba cuenta que realmente ese hecho se había producido.

Y aquí  se estaban sucediendo, concretamente los  ejemplos.

 

En medio de la euforia, Mauricio se separó del resto. Una repentina preocupación lo asaltó…

-…y …pero… cuando nos vayamos a otro grado…

-¿Qué pasará “ cuando vayas a otro grado”, Mauricio…?

– Vos no vas a estar…

-¿Y qué problema hay…?

-Que no vamos a poder seguir dándole de comer a los pájaros.

 

Me conmovieron profundamente sus palabras.

Otros de sus compañeros, escuchaban en silencio, nuestra conversación mientras algunos aún continuaban mirando la enciclopedia.

 

Les expliqué que para lo que habían aprendido, ya no me necesitaban. Y se los demostré al preguntarle si sabían cómo hacer para que los pájaros lleguen.

 

-Hay que darles lo que necesitan. Comida y Agua. Y no molestarlos.

 

-Vieron…? También pueden enseñarlo a otros que no lo sepan.

 

Sabrina tiene estrellitas en la mirada. Le salen los destellos.

Escuchaba, atenta, la conversación.

En un momento, interrumpió y propuso:

 

-¿Y si le hacemos casitas a los pájaros?

-¡Dale…!!!

-¡Yo  sé! (Sabrina)

–…con Cañas…

-Necesitamos madera, un martillo, clavos y cañas…

-…también tarritos.. para darles agua y comida…

 

28 de junio

 

*Continuamos la lectura de “El Señor de los Picaflores” mientras observábamos  y registrábamos  lo que ocurre en “nuestro patio de los pájaros”

 

Leemos sentados en el piso, en la alfombra mágica de la Tía Machi. Mientras leemos, los chicos levantan la mano para comentar anécdotas que recuerdan… también algunas bromas y chistes.

Pero no pierden de vista las ventanas.

Esta tarde regresó el zorzal.

 

Los chicos registran diariamente los pájaros que observan desde la ventana.  Tienen ganas de escribir. Y lo hacen como pueden. Intentan hacerlo como se los enseña Gastón desde su libro.

Mientras escriben, preguntan con “qué letra va…” “cómo es la mayúscula de…” “van juntas o separadas…” Y se acercan… corregimos juntos, con lápiz cuando aparece algún error.

Hoy, por las coincidencias en las preguntas y en las dificultades ortográficas, pudimos aprender que las familias de palabras nos ayudan a equivocarnos un poco menos.

 

Jueves 28 de junio…

 

Ya es una agradable rutina iniciar la jornada con la lectura de  El Señor de los picaflores” sentados en la alfombra.

Una mano levantada indicó  la necesidad de interrumpir la lectura…

-A mí me sonó…eso…cuando el picaflor le daba comida en el pico me hace acordar al que estaba en mi casa ahí y que le daba comida en el pico…

Conversamos…

La realidad y la fantasía comienzan a entramarse… y la narración oral nace, espontáneamente…

El resto, lo escucha, atento…

Cuenta que el nido estaba en un palo…  y lo describe… ¡larguito… así…!

Pero un gato montés salió y lo comió al picaflor…

-¿Se lo comió…? entonces no lo viste al picaflor…

 

-Sí lo vi…! y que estaba ahí llevando comidita porque nosotros siempre tiramos maíz de todo, gusanito… para que crezcan lombriz y vino y le llevó una lombriz y después, le daba de comer y el gato montés iba despacito y lo mató a los pichones..

-Entonces no tenés más picaflores…

-Lo tenía en una planta de naranja…! mansitos eran…! Lo mató a los pichones y él también…

Y se suman otras anécdotas…

 

Carlitos…

 

-Cuando vos leés… me imagino… cuando salen volando…

¿Te lo imaginás…?

-Yo también.

-…y cuando dice algo mi mamá… también… me lo imagino..

 

-…y a mí me lo imaginé con la regadera cuando había un pájaro hace mucho que llegó y yo volteaba y me dijo mi mamá..”¡Vendela la gomera así tenés plata y te comprás las cosas de la escuela…!” (sigue mezclándose la fantasía y la realidad…)

-A cuánto vendiste la gomera?

– A dos pesos.

.¿Y qué compraste?

-Una linterna y un laser..

-¿Y a quién le vendiste la gomera?

-“A unos chicos del quiniento…”

-Del kilómetro quinientos…

-No, del quinientos..

-Sí, los chicos del campo…

(Hablábamos de lo mismo. Solo que él no incluía la palabra “kilómetro”.)

 

Continuamos la lectura. Me detengo para preguntarles si sabe que significa “vuelo estático”. Ellos responden:

que aprenden a volar arriba…

que vuela sobre el nido… (representan… agitan los brazos…)

que vuelan como un helicóptero.

 

Se reanuda la lectura hasta que una nueva interrupción es propuesta por los chicos para narrar alguna anécdota…

 

Vos sabés que en mi casa hay un picaflor que ni sé dónde debe estar el nido escondido

Mauricio explica..

No hay que buscar los nidos porque los rompen, se hacen otro nido más lejos..

Y si tienen cría… las matan… te acordás que Gastón decía…

Recuperan aquí, la información de un fragmento del libro en el que Gastón hace referencia a especies de aves que aplastan los huevos, con sus crías cuando descubren los nidos, y comienzan a nombrar pájaros…

 

Carancho

Pirincho

La gallina también… (risas)

Tero..

Los caranchos…

Tuyango!

Chajá…

 

Las lenguas se sueltan para conversar sobre las diferentes especies de aves y las distintas maneras de observarlos sin molestarlos.

¿Qué podemos hacer para ver a los pájaros…?

-Darle pan…

-Y si no con lo que trajo el Lionel…

-¡Con el largavistas!

……………………………………………………………………..

 

Comenzamos a pensar qué podemos hacer para que no cacen pájaros…

Mi papá reta a los chicos que cazan…(Lionel)

Tenés que ir y hablar con la madre…! (Carlitos)

¿Qué le dirías a la mamá?

¡Decile a tu hijo que no gomeree más…!

¡Sacarle la gomera…!

Se ríen pensando en lo que puede ocurrir si pretenden sacarle la gomera a un chico más grande que ellos..

Las primeras propuestas, son actitudes agresivas… le recordé a Mauricio…

Vos, una vez dijiste, que podíamos hacer un plan…

¡Un plan…! claro…!

 

Las ideas que proponen revelan, que:

Fantasean con  “cazar a los cazadores “con diversas y divertidas estrategias: esconderse tras los árboles, esperarlos con pistolitas de agua y quitarles las gomeras…

Mientras algunos aplauden la idea, otros -callados- observan, negando con la cabeza… Saben que este “plan” no va a funcionar.

El eje de la conversación cambia. Se centra en cada uno de nosotros. En por qué cada uno dejó de cazar.

Mauricio, el cazador que vendió su gomera, explicó:

 

-Yo la dejé. Porque estaba triste de matar a los pájaros. Porque vos me dijiste que no mate más, porque después  no van  a haber más pájaros.

 

Comenzamos así, a pensar juntos, una propuesta que desde el diálogo, genere en los demás la voluntad, la decisión de proteger a la naturaleza.

 

-Lo invitamos y le decimos… “¡Vengan a esta escuela y le enseñamos que no maten los pájaros…!”  (Mauricio)

.

-Nos hacemos amigos.. y le decimos que no maten a los pájaros… y a los chicos de 4° y 5° le decimos que hacemos una casa allá y no matan más pájaros… (Carlitos) y hacemos así, y después le vamo’ enseñando…

-¿Y si le hacemos unas  casitas para que vengan acá y después le decimos a todos los chicos?… (Sabrina)

– Invitar acá …una “ruñón”  y le decimos…que no cacen más pájaros.

-Podemos hacer así: le damos tarjetitas,  hacemos  un pic-nic y le decimos que no cacen más pájaros…(Rosario)

-Podés hacer un pic-nic pero llamás a las mamás y los papás para decirles  y hacer tarjetitas y la “metemos” por las casas…(Lionel)

-¿Y si hacemos un pic-nic así… el que quiere pasar al pic-nic, que nos den la gomera… después vamos y se la damos a la mamá que se la esconda…

-Hay que enseñarles a los chicos que cuando sean grandes no van a ver más pájaros…(Rodolfo)

-Mi hermano más grande caza pájaros y yo un día le rompí la gomera, le compré una igual y la guardó para el recuerdo. (Mauricio)

-Seño… cuando sean más viejitos… le van a tener lástima a los pajaritos…

-…Aparte no van a tener más pajaritos.. van a tener que buscar un libro para ver como eran…

-¡Una enciclopedia van a tener que buscar…!

 

Los chicos opinan sobre el libro “El Señor de los Picaflores”.

 

A mí me gustó todo…! Me gustó porque me  llena de imaginación la cabeza…(Mauricio.)- Y  después eso de que no hay que acercarse a los nidos.. y yo tampoco me voy a acercar..  me enseñó que nosotros no sabíamos nada… y después hicimos lo mismo que él… con el librito nos dio buena  suerte…

¿Por qué te dio buena suerte…?

Porque vinieron pájaros de todos lados…

Y así los pudimos ver a todos juntos…

Pero igual tenemos que cuidarlos…

 

Carlitos:

-Me gustó porque nos gusta lo que dice de los animales… como los veía y de ahí fui aprendiendo… y yo en mi casa puse semillas  y se acercaron los pájaros… un negrucho, cardenales, gorrión, tacuaritas… y yo anoté otro..

-¿Y dónde anotaste…?

(Me muestra un cuaderno armado con hojas… su “anotador”)

Éste es un libro para anotar lo que veo de los pájaros. ¡¡Estuvo lindo el libro…!!

Estefanía:

-Me gustó porque aprendimos pájaros nuevos como el “mielerito azul” y …ese que vino ayer, el zorzal.

 

Sabrina:

Es muy bueno porque así podemos aprender todos los pájaros, los nombres…y a saber de los pájaros. ¿Sabés seño…? Mi papá ya sabía que Gastón Gori era escritor…

 

Rodolfo:

-Estaba muy bueno porque vimos muchos pájaros y uno que se encontraba en el norte… era azulcito… el Mielerito…

Cuando Teresa llegó de visita a la escuela, nuestro patio ya estaba poblado de casitas de pajaritos, algunas de cartón, otras de madera construidas con ayuda de la familia.

– “Esto parece un fonavi, seño… un fonavi de pájaros…”

 

 

Cosechando trinos…y regalos.

Teresa Guzzonato cumplió su promesa de visitarnos.

Sentados en la alfombra mágica uno por uno mostró su cuaderno, con los dibujos y los poemas que también leímos.

Teresa le contó de la casita para los pajaritos que le había fabricado una vez su papá, y nos dejó de regalo los moldes para armar otras.

Al “fonavi de los pajarito”  se sumaron dos casitas de cerámica que Teresa trajo de regalo. En una de ellas, hoy habita  una tacuarita.

 

Un libro para cada uno. Y de verdad.

Mi relación con Mónica Marangoni, la hija de Gastón Gori, nació por correo gracias a esta experiencia.

 

Estimada Marta, me emocioné muchísimo al leer tu trabajo, es maravilloso lo que pudieron generar en  el aula, creo que con tu trabajo y esos doce chicos la finalidad del libro está cumplida y hasta te diría una vida de escritor justificada. Gracias por todo. Ya pedí los libros al centro de publicaciones de la UNL, me van a entregar esta semana 20 libros para tu escuela, para los chicos y para la biblioteca.

Un abrazo gigante y emplumado para vos y tus alumnos.

Mónica.

 

Cuando le conté a los chicos que por Mónica cada uno recibiría un ejemplar de “El Señor de los Picaflores”, me preguntaron si era verdad.. y si era igualito al que tenía yo.

Y los libros llegaron, uno para cada uno, y con yapa para la biblioteca de la escuela.

También una fotografía de Gastón, para el  aula y con ella una nueva idea.

Nombrar “Gastón Gori” a nuestro salón.

Un alumno, aguardaba en la puerta a las autoridades de la escuela para entregarle la carta que había escrito, y que aquí se transcribe textualmente.

 

6 de julio

Señora Directora y Señor vice director.

Los chicos de 3er año queremos que nuestra aula se llame “ Gastón Gori y los protectores de pájaros” Porque Gastón Gori es un gran escritor y estuvimos trabajando sus cuentos y libros y nos dimos cuenta de que a esta aula le falta un nombre y decidimos el nombre de Gastón Gori y los protectores de pájaros y queremos recordar siempre su nombre.

 

Al entregar esta carta, Carlitos comenzó a interrogar a las autoridades sobre los por qué sí y los por qué no de las respuestas.

Uno a uno fueron ingresando a  Dirección los doce integrantes de este grupo, para practicar este ejercicio ciudadano de peticionar a las autoridades, que se nombre Gastón Gori a su salón.

Les explicaron de normas, de disposiciones, de reglamentaciones, de requisitos, de espacios públicos, de espacios privados… de tiempos, de esperas…

Comenzaron también a construir el concepto de “burocracia”.

No se sabe cuándo llegarán las respuestas, pero como dijo Camila, “no importa, para nosotros ya se llama así..”

Durante las vacaciones de julio, los chicos venían a la escuela para seguir alimentando a los pájaros.

En sus casas, construían más casitas.

Cuando se reiniciaron las actividades, las ventanas sembradas nos permitieron continuar cosechando trinos en este patio, que ahora, está habitado no sólo por los chicos de tercero.

El 29 de agosto, en el Día del Árbol, todos arrimamos un puñadito de tierra para plantar, en el patio de todos los chicos, el jacarandá que nos regaló Mónica, en nombre de Gastón Gori, el Señor de los Picaflores.

No tengo dudas que, bajo su sombra y su amparo, se conservarán estas infancias que tomaron las manos de escritores nuestros para construirse.

Marta.

 

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