Martín Miguel de Güemes, nació en Salta, comenzó su carrera militar en Buenos Aires. Era alférez cuando el general Pueyrredón le encomendó vigilar las costas de los ríos con motivo de las invasiones inglesas, y al divisar a la nave inglesa la “Justina” que estaba varada por efectos de la sudestada, con sesenta hombres decidió entrar al río que los cubrió hasta el pecho y así llegaron hasta la nave y la abordaron; hazaña que significó su ascenso al grado de subteniente.
En la historia de los argentinos, se han acumulado valoraciones que no se corresponden con la realidad. Aunque para algún historiador Quemes “empleó el bien conocido arbitrio de otros caudillos de indisponer a la plebe con las clases más elevadas de la sociedad” porque “carecía de valor”.
En realidad, los hechos demuestran lo contrario porque sin capacidad, responsabilidad y valentía es difícil lograr la integración de batallones dispuestos a luchar y morir por una causa, como sucedió en la guerra de guerrillas que desarrolló con notables conocimientos de estrategia y de táctica militar.
Homenaje en el Congreso Nacional
En el Congreso Nacional, el senador salteño Carlos Xamena propuso un homenaje a Güemes con motivo del 142º aniversario de su nacimiento, y destacó que el “mayor Radulovic del estado mayor del ejército real yugoeslavo” había analizado las guerrillas en América y había reconocido que “en el Alto Perú, los gauchos argentinos hostilizaron sin tregua a los vencedores de las huestes napoleónicas, llevando a su frente a bravos capitanes de la talla de Gabino Saravia y Luis Burela, que respondían al general Martín Miguel de Güemes, heroico defensor de la última frontera y mártir de la libertad. Las montoneras de Güemes hicieron una guerra sin cuartel, que ha pasado a la historia con el nombre de ‘la Guerra Gaucha’. Cada uno de sus miembros serviría de modelo para fundir en bronce la estatua del soldado irregular, del ‘guerrillero’. Bien montados, hicieron de sus caballos su principal arma de guerra. Con pobrísimos aperos, o simplemente en pelo, cargaban con el ímpetu de un alud, causando pánico y muerte en las filas adversarias, para retirarse luego, perdiéndose en la maraña de la selva o en las sinuosidades del terreno. Su vestimenta fue la vestimenta del paisano norteño, humilde y deshilachada por algarrobos y espinillos; sombrero aludo, bota de potro y enormes espuelas de plata, con que acicateaban al animal chúcaro en lo más furioso del combate.
Lo más heterogéneo fue su armamento: unos tenían fusiles recortados, a los que sumergían en el agua hasta medio cañón después de haberlos puesto al rojo; otros hacían sus temibles chuzas atando en la punta de una cimbreante tacuara un facón filoso y temible, que manejaban con singular destreza. Muchos usaron boleadoras y lazos, con los cuales arrebataban al enemigo de su propio caballo para arrastrarlo luego hasta sus escondidos campamentos del monte o de la sierra; finalmente, no faltaron aquellos que hirieron a los realistas con los mismos sables que les arrebataran la jornada anterior y que aprendieron a manejar con una maestría incomparable.
Cuando el Libertador convenció a sus contemporáneos de que el camino de la victoria no era el que siguieron varios siglos antes los conquistadores cruzando el valle de Lerma y la quebrada de Humahuaca para llegar a Lima, sino que la ruta estaba marcada ya por el destino a través de las negras gargantas y de los picachos nevados de los Andes, dijo que la frontera del Alto Perú estaría bien custodiada mientras existieran en ella varios escuadrones de gauchos guerrilleros. Así fue, en efecto, pues mientras en las tierras de Chile, Perú y Ecuador el Ejército de los Andes se cubría de laureles y de gloria, las invictas montoneras de Salta y Jujuy contenían el avance de las fuerzas españolas por le Norte, causándoles sensibles bajas de hombres y materiales.
Cooperación de las mujeres…
Por último es de justicia recordar que la guerra que llevaron a cabo los gauchos argentinos presenta la curiosa característica de que entre sus filas se batieron también mujeres estupendas, como la teniente coronela Juana Azurduy, esposa del famoso caudillo Manuel Asensio Padilla; María Magdalena, Dámasa Güemes de Tejada, hermana del general, y Andrea Zenarrusa, perteneciente a una tradicional familia jujeña, que, cual nuevas amazonas, montaron a caballo y empuñaron la lanza para cargar al lado de sus hombres, con el mismo ímpetu y desprecio dado a la muerte. Las montoneras de Güemes nacieron de la debida voluntad de los pobladores norteños de poner una barrera infranqueable a la penetración española; su espíritu de resistencia fue tan grandioso que ocupa un lugar destacado en las páginas donde se consagran los hechos históricos culminantes de la independencia de la Nación Argentina.” [1]
Vínculos entre San Martín y Güemes…
En Salta, el general Martín Miguel de Güemes era comprendido por el general José de San Martín, como se advierte en la carta -de puño y letra- que le envió el 12 de abril de 1816:
“Mi amigo amado. Hemos triunfado completamente de los godos y hemos asegurado la libertad de Chile.
Sé cuánto agradará a usted esta noticia.
Probablemente la Serna se retirará precipitadamente y las provincias del Perú serán libres. Vamos, amigo, a trabajar con tesón, ya que la causa de la patria va ganando terreno.
Parto esta noche para Buenos Aires a objeto del servicio. Si en aquella o en cualquier distancia puedo serle útil, mande con franqueza a su afectísimo paisano y amigo.”
Se ha recordado que estaba en Mendoza el general San Martín cuando se enteró de la reconciliación de Rondeau con Güemes, y para celebrarlo dispuso el toque de campanas y el disparo de veintiún cañonazos. Hay que tener en cuenta que Rondeau había sido derrotado en Sipe-Sipe y al retirarse llegó hasta Salta donde se encontró con Güemes y le pidió que lo siguiera, negándose el salteño porque consideró necesario sublevar al pueblo de la provincia para formar un frente que impidiera el avance del ejército español.
Refutación de Vélez Sarsfield a Bartolomé Mitre
En 1863, en una comentario publicado en “El Nacional”, Dalmacio Vélez Sarsfield refutó algunos comentarios de Mitre: “Se dice que el comandante Güemes procuraba atraerse siempre las multitudes; que se apoyaba en el pueblo más bajo, de quien era idolatrado; que usaba de la palabra de la plebe para atraerla, aunque era un hombre de educación, lujoso en sus trajes y un cumplido oficial de línea. Estos pequeños defectos, si lo eran, han bastado para obscurecer un nombre que debía estar tan alto, más alto que Bolívar, por su heroica constancia de haberse servido de todos los medios que tenía la provincia de Salta para detener al ejército invasor en Sipe Sipe.”
No ha sido por lirismo que el cordobés Leopoldo Lugones expresó: “Y las alcurnias ilustres protestaban contra la voluntad de esa plebe cuyo espíritu, regenerándose en el infortunio, honraba a la tierra que redimía”.
El 17 de junio de 1921, Martín Miguel de Guemes falleció en el Chamical (Salta), a las once de la mañana.
Noble descendencia
El senador salteño Alberto Durand, en la sesión de homenaje en el Congreso Nacional, el 17 de junio de 1953 recordó el espíritu patriótico de Güemes y manifestó que su nieto, el doctor Adolfo Güemes siendo gobernador de la provincia -1927-1928, cuando él integraba el senado de esa provincia- se opuso a que la mayoría conservadora del Senado entregara la riqueza petrolífera de Salta a las empresas extranjeras, posición que había apoyado con su voto, al mismo tiempo que el presidente Hipólito “Yrigoyen y el general Mosconi -dos esclarecidos argentinos- evitaron que ese intento se convirtiera en realidad; “fue posible lo que en aquel entonces parecía un verdadero milagro: la salvación de aquellos yacimientos”… “una riqueza incalculable.”
Relaciones entre “los caudillos”…
Francisco Pancho Ramírez con sus valientes entrerrianos demostró a los invasores portugueses que pretender usurpar sus derechos, no sería tarea fácil y no dudó en luchar por la defensa de vastos territorios.
Facundo Quiroga -el Tigre de los Llanos- demostró su valor en El Coneta, El Tala, Rincón, Rodeo Chacón y Ciudadela, en cualquier encuentro con el enemigo hasta el instante final en que fue asesinado en Barranca Yaco. El tucumano José Aráoz de Lamadrid, alentaba a sus soldados cantando vidalitas y las cicatrices que tenía en su cuerpo no le impedían participar en frecuentes batallas. Con gauchos valientes luchó Benavídez en San Juan hasta lograr las victorias de Punta del Monte y Chacarillas.
En Salta, ya se ha comprobado que el general Martín Miguel de Güemes era comprendido por el general José de San Martín, como se advierte en la cordial carta que le envió en abril de 1816… reiterada en estas páginas.
Lecturas y síntesis: Nidia Orbea de Fontanini.
[1] Argentina. Congreso Nacional. Cámara de Senadores. Diario de Sesiones, 1953, t. I, p. 259-263.