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Cantares de la Tacuarita

Cantares de la Tacuarita.

Carta de Gastón Gori y de su esposa Charito Campana.

Cantares de la Tacuarita… desde Santa Fe de la Vera Cruz  (1984-1986)

“SINFONÍA” de la Tacuarita.

PRELUDIO.

SONATA.

EL GRAN  ACORDE.

CRESCENDO.

“ESCALA”  DE  LA  TACUARITA.

LA  “CÁTEDRA”  DE  LA  TACUARITA.

LA  “FIESTA”  DE  LA  TACUARITA

INTERMEZZO

“LAMENTOS” de la tacuarita.

MEDITACIÓN  DE  LA  TACUARITA.

SERENATA DE LA “GRILLA”.

2005 – Casi colofón.

A solas con mi demonio.

Cantares de la Tacuarita

 

 

 

Invierno de 1986. Durante la primavera, intolerantes peregrinos habían intentado desalojar a la Tacuarita sin advertir que para su vuelo sólo necesitaba aire, más aire… y luz… ¡Luz!

 

Tres años después de los cantares y de algunos lamentos, se percibían los ecos de los trinos…

Carta de Gastón Gori y de su esposa Charito Campana.

“Santa Fe, 10 de julio de 1989.

Querida amiga Nidia:

Debo despojarme de mucha condición vana, de eso que a veces, nos empina el espíritu como si la inteligencia asumiera diapasón de altura, (vano también para el corazón humano) tan débil de por sí y que tanto nos ciega.  De eso, y quizás más, debo despojarme para el ser hombre sencillo como todos y penetrar con pureza fundamental en la hermosura conmovedora de tus poemas en los que, belleza y luz, canta tu tacuarita, tus cantos hermosos de tacuarita. La ‘pititora’ de las sierras cordobesas pequeñas rápidas, nerviosas; las tacuaritas simples de nuestros árboles y casas, mimosas e inofensivas para ellas y dulces para su canto.  Nadie ha logrado como vos, un canto tan armonioso, tan pleno de amor.  Tanto que no parece que la tacuarita fuese ese modestísimo ser de la naturaleza, pues está revestido de la excelencia de tu espíritu.

Querida: Miro ya la vida desde el último peldaño de la cima; estoy llegando allí donde comienza el final de esa ríspida montaña que es la vida; allí donde un prieto cernidor se sacude para dejar en su entramado, lo único que puede haber sido valioso en nuestra vida.  Y en ese cernidor quedan: el Amor brillante joya por sobre toda las demás, Amor a los seres y a las cosas que hemos hallado en el transcurso de nuestra existencia, y que hemos amado.  Feliz vos, felices aquellos que sintieron en el corazón la sencillez y la hermosura de los pájaros hasta comprimir todo en el símbolo zorzal, tacuarita, paloma…

“La Biblia en el Eclesiastés nos instruye sobre la vanidad, pero sólo sabemos lo que ella es cuando ya hubimos quemado todas las vanidades y nos quedamos con la modestia de comprender que no importa la brevedad de la Vida si alguna vez hemos sentido una sola de sus bellezas fundamentales. ¿Verdad?…

Un abrazo para vos y para toda tu familia.  Gastón. Charito.”

 

* * * * * * *

ARTE  de  GUILLERMO  HOYOS
(Ilustración en “Plan Trienal de Cultura” Período 1985-1987 – Provincia de Santa Fe
Gestión del Subsecretario Dr. Jorge Alberto GUILLÉN – 11-12-1983 / 02-09-1985
Momento de su Último Desprendimiento en su despacho, al comenzar esa jornada…

 

Cantares de la Tacuarita… desde Santa Fe de la Vera Cruz  (1984-1986)

Edición SEPA (Servicio de Educación por el Arte.

Educación Renovada = INFANCIA MEJORADA = ADMIRABLE GENERACIÓN

3000 Santa Fe – República Argentina

 

 

Dedico estos “cantares”…

a Graciela María Marta,

Luciano Héctor Martín,

Patricia María Eugenia,

Ricardo Carlos Eduardo

y… a ¡Josefina!

 

¡A la JUVENTUD del año 2.000!

 

Invierno de 1986.

 

Tacuarita

* * * * * * *

“TOLLE, LEGE”

 

“TOLLE, LEGE”

Toma, lee.

 

“UNICUIQUE  SUUM”

A cada cual lo suyo.

 

…………………………………………………………..

Con resonancias autumnales

parten en bandada mis vibraciones:

palabra y sentimiento, transparentes…

sobre la página pura, palpitante de esperas.

…………………………………………………………..

De “In Memoriam” – 02 de mayo de 1986.

 

(Reproducción del dibujo original

de Guillermo Hoyos 1985.

Árbol, dos pájaros, nido, armonía  de la naturaleza.

 

Ilustración en el Plan Trienal de Cultura impulsado por el Subsecretario de Cultura de la Provincia de Santa Fe

Doctor Jorge Alberto Guillén 10-12-1983 al 02-09-1985.

Instante final de su vida en su despacho.)

 

* * * * * * *

 

Un diálogo imprescindible…

Cuando escribí estas páginas, y desde la década anterior, me habitaron sueños y desvelos en una búsqueda incansable de armonía en la convivencia y de justicia social, para que sea posible la PAZ.

Sendero estrecho, en la avalancha de los intereses creados, que impiden concretar “nuestro destino de grandeza”.

Cuando estoy finalizando este trabajo, encuentro para regocijo de mi espíritu, renovadas coincidencias en el pensamiento de mi hermano compañero: “Todavía queda tiempo y lugar para la esperanza…”, en 1989… y espacio, para los artesanos silenciosos.

Levanto con emoción las dos bandeas: “una es de Dios, la fe.  Otra bandera es del Pueblo: la esperanza”.  Miro “hacia un horizonte que tiene luz, presente y futuro”, y con estos Cantares… y Lamentos, sólo aspiro a llegar al sentimiento de los amigos lectores, artífices de la cultura del trabajo.

Sólo palabras, o testimonios… dependerá de la historia, de la Historia, de la HISTORIA… que escribirán otros hombres.

 

Santa Fe de la Vera Cruz.

11 de mayo de 1989.

 

(2005 – Agrego: 11 de Mayo  “Día del Himno Nacional Argentino”

¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!…)

 

* * * * * * *

“SINFONÍA” de la Tacuarita.

I

PRELUDIO

 

Se vestía el ceibo con hojas brillantes

mientras el poeta en el Litoral

dormía sus sueños junto a  la “tacuara”

en un armonioso canto virginal.

…”El sol apenas su cenit pasaba”.              (1)

 

Cautivas pasiones florecían en trinos

en la magia inmensa de sus melodías,

mientras en la orilla, el río bravío

paseaba camalotes, sin rumbo ni bríos.

…”Y la siesta encendía suelo y aire”.                    (2)

 

Quieta, la tacuara estaba en su nido.

sepultó el poeta -en versos- su hastío.

En arte sublime, renacían las notas

de un preludio calmo, en siesta de estío.

…”Inesperado trovador rasguea”.               (3)

 

II

SONATA

 

Rompe ya la tarde, con firmes acordes.

Cantan benteveos, zorzales, jilgueros.

Suenan en arpegios todos los misterios:

las voces solemnes, el sacro silencio.

…”Susurros, gritos, trinos y graznidos”.    (4)

 

En un pentagrama de líneas inmensas,

fugan la paloma, cardenales, poetas.

Unas trenzas rubias desatan los vientos

y cambia su nota -confidente- el verso.

…”Los más bravos acordes, los arpegios”. (5)

 

El último eco revela una historia

hecha de esperanzas en la tierra nueva.

Más allá del dolor y de la espera:

un paisaje con sol, ¡la VIDA entera!

…”Solos dolientes y solemnes coros”.                   (6)

 

III

EL GRAN  ACORDE

 

La tropilla -cansada-, llegada del azote

Desafía al coro en contrapunto.

Croan las ranas con agudos tonos

mientras vibran los grillos en violines…

“para llorar irreveladas penas”.                             (7)

 

Mimética, sacude cascabeles la rugosa cinta

en un son rítmico, uniforme,

completando el acorde vagabundo

la espuela -monocorde- del legendario hombre…

“con loco andar simbólico jinete”.             (8)

 

Se suma la lechuza desde el poste

y vibra el tronco con el carpintero.

Inmutable, persiste la “tacuara”,

juntando plumas, regalando trinos…

“y al chirrido espantoso todo calla”.                      (9)

 

La tarde se vistió de oscuros tonos.

En acorde final, llegó el viento

y la aventura eterna de los truenos.

Retumba el eco y todo queda quieto…

“en la guerra futura del espacio”.               (10)

 

 

IV

CRESCENDO

 

En remembranzas llega desde el norte,

el rudo tono del salvaje potro.

Un toro viejo, muge su lamento.

¡Oh, clavicordio en invisible orquesta!…

“como risas de cíclopes dementes”.                       (11)

 

Cuando amanece el campo en chamamés y chamarritas

silban el viento y las tacuaritas.

Vuelve el poeta a su rutina bella.

La mujer, a sus acordes de comprensión y besos…

“¡Misericordia! a remover parece”.                       (12)

 

Va creciendo todo en armonía

en un concierto regional eterno.

Tintinean los sones de la canica, de niclas y de guitarreros…

“todas las aguas que el abismo expele.”    (13)

 

¡Si Beethoven y Wagner me escuchasen!            (14)

¡SI  EL  MAESTRO  BOERO  RENACIESE!

 

“Citas eruditas y nuevas… -gracias al búho, al loro y a la cotorra” (15)

De la “Sinfonía de la Calandria” de Joaquín Víctor González.

(1) Preludio  –               7º verso.

8º verso.

15º verso.

(4) Sonata   –                  7º verso.

(5)                4º verso.

(6)                9º verso.

(7) El gran acorde 32º verso.

21º verso.

15º verso.

(10)              39º  verso.

(11) Crescendo              5º verso.

(12)                                19º verso.

(13)                                28º verso.

9º verso.

 

Del “Romance de la Calandria” del mismo autor.

(15) Versos 42 y 43.  Verso 45.

 

De mi “abc” elemental.

(a) “Azote”: Expresión que alude al momento en que el ganado caballar y vacuno es sacado de la isla, cruzando el río “a nado”, hasta ser ubicado en algún “puesto”.

(b) “Canica”: Juego de niños, usando “bolitas de barro”, de vidrio u otro material duro.  En el litoral argentino, se dice: “jugar a las bolitas”.

(c) “Nicla”:    Juego de niños, usando dos cilindros de madera, generalmente “cortes de palos de escobas”, tradicional en la zona litoral.

(Páginas 7-11)

* * * * * * *

 

“ESCALA”  DE  LA  TACUARITA

 

¿DO… DO… encontrar un monte

REmanso

RElegado por ser tan ansiado?

MI

MInúsculo nido, crear quiero

FAmiliar

FÁcil, entre álamos y ceibos.

SOLfeará cerca un loro delirante.

LA  LAguna inquieta crecerá en semifusas.

 

¡SÍ!

¡SÍ!  Voces discordantes, aturdirán.

 

 

“Tomo la esencia íntima y secreta             (1)

y aunque el cantor perezca ella no muere. (2)

Puedo gozar de la alta poesía

y recitarle trozos a la luna.”                                   (3)

 

 

 

(1)  Del “Romance de la Calandria” de Joaquín Víctor González, 30º verso.

(2) Verso 40º de ese Romance.

(3) Versos 37º y 38º.  (En el libro, página 12.)

 

* * * * * * *

 

 

“…¡Ah! el más grave mal de los maestros

es ignorar del niño la potencia

sensitiva y mental, con que aparece

en el mundo provisto…”

Joaquín V. González.

 

* * * * * * *

 

“¡Y enseña que te enseña, y amontona

fórmulas sobre fórmulas sin vida!

Entretanto, el espíritu del niño,

como el torrente subterráneo, corre

libre, espontáneo, férvido, impetuoso,

fecundando los campos de su mente

hasta el día en que el andamio

inútil de la escuela se desploma.”

Joaquín V. González.

 

* * * * * * *

 

…Y repite que te repite, ¡el ingenuo niño!…

sólo pares de la historia,

la Historia que luego escriben ¡actualizada!

En base a los documentos… ¡los que leen!…

 

Pocos saben de los tormentos

que yacen en expedientes.

Los temas desaparecidos

que aun siendo un proyecto necesario…, fenecen.

 

Y escribe… escribe… el idealista,

sólo partes de la historia ¡verdadera!

La HISTORIA que luego leen hasta los abuelos:

unos creen que son fantasías…

otros, suelen otorgarle admirable mérito.

 

¡Cuentos hay, y versos… que sólo se imaginan,

sin haber sido perseverantes protagonistas!

 

Y concreta… concreta…, el pragmático,

en su apuro por hacer… ¡monumentos sobre arena!…

Apasionado no advierte que lo que hacedeshace…,

porque agota su inventario y todo acaba en ayer

que recrea, rutinario, como abuelo legendario…

cuenta cuentos de la historia,

¿cómo el cuento de la Buena Pipa?…;

¡no!…

¡como el cuento de nunca acabar.

…mientras la televisión,

la informática,

la cibernética…

avanzan

avanzan

avanzan

necesitando

que

el “amor”

de los hombres

justifique

su

existencia.

(En el libro, páginas 13-16.)

 

 

LA  “CÁTEDRA”  DE  LA  TACUARITA

 

Bajo la sombra de los paraísos -en Sauce Viejo-,

la abuela contaba antiguas fábulas.

Su dedo índice -tembloroso y arrugado-

a las almas ansiosas, orientaba.

 

-¡No desesperes, mi nieto, cabeza dorada!

Tú llevas espigas verdes, ignoradas.

¡Cuídalas, antes de que sean cruelmente segadas!

 

En siglos precedieron a Arquímedes y a Pascal,

a Aristóteles y a Pitágoras,

las tornasoladas abejas y las minúsculas arañas.

 

¿Quién les obligó a copiar hexágonos hasta hacerlos perfectos?

¿Quién les explicó la resistencia de los materiales

                                              o el punto justo para el apoyo

                                             o las leyes del equilibrio?

 

Todo eso vino con ellas y es el gran misterio.

¡Contigo! vino la maravilla de la inteligencia.

 

¡Nútrela con palabras,   con lecturas,   con amor,

                                                                    sin “indiferencia”!

Tómate tiempo para contemplar al árbol y al insecto.

Tómate tiempo para VIVIR tu TIEMPO

En armonía con la NATURALEZA.

 

No creas ciegamente en viejas historias

donde la audaz hormiga es siempre un ejemplo.

Ella, sabe ser cruel y lo hace en las sombras

cuando nadie la ve pero muchos la sienten.

 

Si descubres un tapiz de coyuyos muertos             (ch)

debajo de las tipas o del ñandubay…                     (d-e)

Si cruzas ejércitos de hormigas alineadas           

sorprendiendo al caminante si alcanzan a “trepar”…

Si analizas lo dicho en esta fábula hasta el final,

conocerás la verdad sobre lo justo y lo alabado.

 

Sobre las ramas de los paraísos,

revoloteaba la tacuarita, buscando su lugar.

Un dedo índice tembloroso y arrugado

a las miradas curiosas, orientaba.

 

Dueños del aire son todos los pájaros.

Si eliges ser libre, nada impedirá tu vuelo.

¡Mira, mi nieto, cabeza dorada!

Tañe la campana y la “tacuara”

                                              inaugura su cátedra.

Almacenar pajas, hilos, plumas y telas de araña,

sólo para hacer cálidos nidos.

Cargar un único bocado por vez

                                             en el vértice del pico.

Compartirlo con arrullos y con amor

hasta que llegue el aleteo en el mediodía.

No lamentar el golpe frío del rocío.

Gozar con el perfume de la madreselva y del jazmín.

 

-¡Créelo mi nieto, cabeza dorada!

Nadie les enseñó a los pájaros, ni al arroyo,

         ni a la cascada,

escalas, claves…, ni las cinco líneas del pentagrama.

Fue suficiente el día y el silencio

para descubrir sonidos y cantar alegremente.

El despliegue de las alas se extendió con constancia.

¡NO TIENE PAREDES LA CASA DE LA “TACUARA”!

Por eso -dicen- que el hombre la ignora –a veces-

cuando sencilla, educa desde su cátedra.

No pretendió diplomas, ni medallas…

¡sólo tiene su canto, un rayo de sol

                     y las verdes ramas.

¡CRÉELE, MI NIETO, CABEZA DORADA!

 

Pocos lo saben…

pero la “tacuara”… ¡ES SABIA!

 

De mi “abc” elemental:

(ch) “Coyuyo”:  Arg. Cigarra gigante. “Chicharra” grande.

(Agrego: no habían suprimido la “ch” ni la “ll” en ese tiempo…)

(d)  “Tipa”:     América Merid. Árbol leguminoso alto. Su madera dura es empleada en carpintería y ebanistería.

(e) “Ñandubay”: Amér. Mimosa que da una madera rojiza e incorruptible, que es utilizada por su resistencia.

(En el libro, páginas 17-19)

 

* * * * * * *

 

“Siempre es joven la fábula,

interesa al niño y al anciano

por razones idénticas”.

Joaquín V. González.

 

 

LA  “FIESTA”  DE  LA  TACUARITA

 

El campo florecía en trinos.

Ensayos de vidalas y yaravíes                (f-g)

Escapaban entre ombúes y curupíes.                  (h-i)

 

En lo alto -expectante- estaba la tacuarita.

 

En la laguna, se saludaban el tero,

la garza y

la martineta.

Croaban sapos y ranas, indiferentes.

Patos y gallinas, cruzaban la cerca.

Avanzaban recelosos -cuacuacuá cloclocló-

Hasta que el gallo insolente, se impuso –kikiriquiiii.

 

En lo alto –preocupada- observaba la tacuarita.

 

¿Vendrían los ruidosos vecinos a su fiesta?

¿Quién los habría invitado?

Ella sólo esperaba al canario y al gorrión.

 

Temió al desprecio y no invitó al hermoso hornero.

¡Seguro que no vendría, porque él es un gran señor!,

dueño de casa con gran sala -murmuró una zorra

que merodeaba cerca del canario y del ágil gorrión.

 

En lo alto -emocionada- arreglaba la tacuarita su mansión.

 

En un rápido vuelo desde la laguna,

llegaron agitadas aves… trayendo desde las aguas,

ecos de extraños saludos que cruzan por el pajonal.

 

En “Las Delicias”, cerca del paraíso      (j)

la lluvia había colmado la “pileta”.

Junto a gastadas bolsas de arpillera

un abanico de granos -desparramados-,

tentaban con sus formas y color.

 

En lo alto -sorprendida- aleteaba la tacuarita.

Siempre es larga la espera, si el amigo no llega.

 

Un vuelo amarillo se detuvo.

Traía un trébol oscilante.. ¡oh, regalo!

Un pajarito gris, llegó asustado:

-¿Le gustará el aromito a la “tacuara”?

 

Con los saludos se inició el concierto

mientras el silencio se imponía,

entre las aves, el baño y alimentos.

 

¡Algo pasa en la rama!, intuyeron calladas.

¡Están felices!  ¡Cantan!… ¡Se han visitado!

 

Crecían los rojos sobre el horizonte,

cuando llegó -turbado- el hornero.

Trajo en su pico un anillo de barro.

 

Volaron los cuatro y celebraron desde la orilla

-junto a las aves que insistían con su algarabía-

el nuevo año de la graciosa tacuarita

la más prudente sabia de aquella villa.

 

Bajo la sombra de los paraísos -en Sauce Viejo-

la abuela contaba antiguas fábulas.

 

Aprende, mi nieto, cabeza dorada,

la fácil lección de la “tacuara”.

Desciende humilde desde la alta rama.

Comparte su tiempo con los que ama.

Guarda en su intimidad frágiles regalos.

No le teme al zorro,

ni oye su torpe y ruin murmuración.

 

Mientras la Cruz del Sur resplandecía

en el oscuro cielo dormía la tacuarita

un sueño de aromos y de tréboles.

 

Al alba…, retornaría el ciclo:

Florecería el campo en trinos, vidalas y yaravíes

jugando gnomos y duendes al Martín Pescador…

entre ombúes y curupíes.

 

En lo alto -conmovida- la tacuarita amanecía.

 

 

De mi “abc” elemental.

(f) “Vidala”:   Canción argentina parecida a la Vidalita, que por lo general es acompañada con la caja.

(g) “Yaraví”:  Voz quichua.  Canto dulce y melancólico que entonan los indios en algunos países de América Meridional.

(h) “Ombú”:   Hierba gigante propia de América Merid., característico de la pampa húmeda argentina, con corteza dura, madera fofa y copa densa.

(i) “Curupí”:   Árbol americano de la región litoral argentina, de cuyo tronco fluye una sustancia blanca lechosa cuando se le hiere.

(j) “Las Delicias”:     Paraje ubicado al sur de la localidad de “Sauce Viejo, departamento La Capital, provincia de Santa Fe, República Argentina.

(En el libro, páginas 21-26)

 

 

* * * * * * *

 

“Y la lucha, dirás, no es causa de odio

entre animales; ¿no se come el fuerte

al débil, y también su tierra y sus frutos?

¿Cuál es la diferencia entre ambos reinos?

¿Cuál es la justicia del dominio humano

sobre nosotros, si como hace el tigre,

el lobo, el buitre y la serpiente artera,

la ley del hambre y la ambición aguza,

y mata sin piedad  miramientos

bajo el pendón de la defensa propia,

o la necesidad en ley erige;

o la inocente víctima disimula

de ajenos planes de dominio y muerte,

cuando en verdad, con artería eximia,

-éxtasis de odio sobre el mundo-, incendia,

mutila y roba, arrasa y envenena

el agua de la vida pura y casta?

Joaquín V. González

 

INTERMEZZO

 

Se prolongan las sombras hacia el oriente.

Todo el rubor del cielo, habita en el poniente.

Desde que un sordo ruido desplumó al paraíso,

vive la tacuarita, serena y v i u d i t a.

 

Cansada de volar entre flores de tilo

medita por las tardes posada en su nido.

Guarda en sus oídos rosarios de fábulas,

de historias, de leyendas, de insólitas anécdotas.

 

En ronda de nietos  b u l l a n g u e r o s,

Teje la abuela recuerdos y blancos baberos.

Su voz -cual campana de Nueva Catedral-

convoca a la sonrisa, al fervor y al silencio.

 

¡Otra fábula!  ¡Otra abuela!

que mañana iremos otra vez a la escuela.

 

Verde césped es la fresca alfombra.

La voz de la abuela: un canto de alondra.

¡Tantas son las fábulas y viejas leyendas…

que de todas nace una larga moraleja!

 

¡Una fábula abuela!… ¡O una moraleja entera!

que ya la tarde se aleja y mañana…

nos espera la escuela.

 

La sabia tacuarita, computaba en silencio,

los vuelos y las huellas, espinillos y tréboles.

Usaba como aldaba un anillo magnífico

aunque nadie golpeara la puerta de su nido.

 

En ese intermedio -sublime y expectante-

comenzó lentamente… el cuento de la historia verdadera:

 

Contaba don Joaquín, cuando yo era niña                       (1)

que la fama no sirve… ¡es ilusión vana! 

 Según las circunstancias y las virtudes dadas,

se podrá ser araña habilidosa o matemática,                     (2)

ética, filósofa, invitando a la meditación,                          (3)

ruin y envidiosa, ponzoñosa…

cazadora de luciérnagas hermosas.                                    (4)

 

Ocurren -además- en el campo, rutinarias tertulias:

…que si las semejanzas… que si la suerte esquiva,

…que si sirven los “golpes” para mejor cosecha…

…que si la esclavitud… que… el servil obsecuente.

Que si la difamación…, los pactos y conveniencias.

 

¿Sabes?… la lechuza es aparente símbolo de sabiduría

mas ha intrigado a veces al exiliado gavilán.

Un día, la chuña pendenciera, se hizo eco de infamias,

combatió con torpeza al avestruz…

¡rompió los lazos de antigua familia!                                (5)

 

En otros tiempos… le lechuza -vanidosa-

coronó a su pichón, tildándolo de hermoso.

¡Lo hizo presa del torturador ocioso!…

que viéndolo tan feo y malicioso, lo raptó gozoso.             (6)

 

¡Ah…!  Siempre sorprendió la astucia del débil tero

defendiéndose de los crueles tiranos…                               (7)

¡Oh…! la habilidad de la boa constrictora,

para acabar con el zorro difamador, aventurero y raposo. (8)

 

-Abuela… cerca de las estancias ¿cambian las realidades?

 

-Cerca de las estancias, cambian los personajes.

Algunos viven ocultos como bibliotecarios presos,

leyendo y releyendo mil veces cada letra hasta gastarla.

Minuto a minuto, como ingenieros silenciosos,

cavan infinitos túneles secretos.

Aunque el hombre les llame “polillas”

 son auténticas defensoras de la justicia.

Conocen todas las leyes y los expedientes…

Se saben dueñas de todos los anaqueles.

Si pretende el patróndoctor desalojarlas… nada podrá.    (9)

 

-¡Abuela!  ¡Abuela!   Más despacio.

¡Se han perdido tus versos…!

¡Abuela!… Vino a buscarlos la “tacuara”

porque mañana retorna a su cátedra.

 

Oscurece sobre el río.  Se adormece la “tacuara”.

Rumorean cubiertos, junto a platos y gruesos vasos.

Cuatro cabezas doradas buscan refugio en las manos

Y una ¡color de castaño!… duérmese sobre el regazo.

 

Dos lágrimas de rocío pasean sobre la cara.

En un preludio de ausencias y de sueños…

Inaugura otra cena… una apacible anciana.

 

Joaquín Víctor González. (Más datos…)

Nació el 6 de marzo de 1863 en Nonogasta, departamento de Chilecito, provincia de La Rioja. A los veintidós años presentó su original tesis “Estudio sobre la Revolución. Ensayo de Derecho Político”. Diputado, Senador, Gobernador en su provincia natal, ministro del Interior durante la presidencia del General Julio Argentino Roca. Siendo Ministro de Instrucción Pública, insistió en la necesidad de crear la Universidad de La Plata, inaugurada el 12 de agosto de 1905  cuya primera presidencia ejerció durante doce años. Vivió en una casa construida por los arquitectos italianos Zolla y Benzi, con un amplio patio rodeado por habitaciones con galerías abiertas y un segundo patio con jardín.  En 1903 fue declarada monumento nacional y ese año, debió cederla para cancelar una deuda bancaria.  Luego fue adquirida por particulares hasta que en 1969 la adquirió el gobierno de La Rioja y allí funciona el Archivo Histórico Provincial, también es sede de la Junta de Historia y Letras de esa provincia.  En su finca en Samay Huasi actualmente funciona un Museo y pertenece a la Universidad Nacional de La Plata. Sus obras completas publicadas por decisión del Congreso Nacional, abarcan 25 volúmenes, cincuenta y un títulos y más de 13.000 páginas.

Títulos de algunas ediciones: 1888 – La tradición nacional; 1893 – Mis Montañas; 1897 – Manual de la Constitución Nacional; 1900 – Historia; 1913 – El juicio del siglo; 1924- Fábulas nativas… Sinfonía de la calandria…

Su último instante, en Buenos Aires, el 21 de diciembre de 1923.

Este trabajo es un homenaje a su labor literaria.  En estas páginas, las moralejas de sus Fábulas Nativas, ratifican su vigencia; aun cuando aparentemente la cibernética impacta y deslumbra…, entretiene… o aletarga… en este final del siglo XX ¡con bombas y con bombos!… ¡con cuentos, con leyendas, con mitos, con fábulas!… como las que te invito a leer:

En “Fábulas Nativas” –1924 Ed. Librería La Facultad (Bs.As.) Arg.

(2)                   “La araña y la luciérnaga”                                        Pág. 153.

(3)                   “La araña tejedora, la mosca y la música”               Pág. 123.

(4)                   “La araña y la luciérnaga”                                        Pág. 154.

(5)                   “El avestruz  silbador”                                              Pág.  83.

(6)                   “La lechuza y el Rey de los Pajaritos”                     Pág.  89.

(7)                   “La táctica del tero-tero”                                          Pág.   93.

(8)                   “La Ampalahua y el Zorro”                                      Pág. 137.

Este trabajo es un símbolo de unidad, desde el litoral hasta La Rioja… y es un canto de  esperanza.

…es un reconocimiento a la Biblioteca Pedagógica “Domingo F. Sarmiento” de Santa Fe porque las obras citadas, pertenecen a su acervo bibliográfico.

(En el libro, páginas 27-32)

 

* * * * * * *

 

“LAMENTOS” de la tacuarita

 

¡Que  poco  sirve  al  hombre

su sonrisa, si SOLO vaga

al borde de la cornisa…

sin  que  lo entiendan sus  “hermanos”

que  viven  con  prisa!… o  con  avaricia

 

 

“Es que para entenderse,

lo primero es amarse,

y los hombres no se aman.”

Rabindranath Tagore.

 

 

¡Qué poco sirven el sello y la almohadilla,

sin la firma del  am☺  de  la  bohardilla!

¡Qué poco sirve la firma del PODERoso,

si  el DUEÑO  DEL  BANCO se  hace el  “oso”;

negándole  “confianza”  y  “crédito”…!

 

* * * * * * *

 

“…y el acervo

acumulado en ancestral origen;

y las revelaciones de los ojos,

las confidencias del acorde ambiente…”

Joaquín V. González.

 

* * * * * * *

MEDITACIÓN  DE  LA  TACUARITA

 

Soberbios gansos aletean en estanques de privilegio.

Criollos mastines, renuevan sus asamblea…

Siembran la muerte en matorrales umbrosos,

donde se alojan zorros, zorrinos y comadrejas.

 

Desde que -según la Historia- a Roma la salvó el grito,

hay seres tontos -imitadores de gansos- que roncos quedan.

¡Pronta fatiga los atormenta y los margina!…

mientras siguen afuera, los ricos, su holgada “fiesta”.

 

Flotantes islas verdes… de camalote,

cruzan los puertos -lentas- con sus secreta s cargas.

Entre gusanos, tiembla la rana con cada oleaje

y la culebra -eléctrica- muda su traje.

 

Aguas abajo, la tierra y el océano, esperan.

Pactos secretos son provocados por viejos miedos.

¡Ni amor, ni solidaridad!… Tal vez ¡olvido!

En el campo “la cruz formada por dos leños torcidos”

sobre la turba: UN CEMENTERIO DE EXTRANJEROS EN SU TIERRA.

 

En otros tiempos… hubo famélicos perros en espera.

Un dogo sanguinario, sacia su apetito ajeno a la jauría.

Consumirá hasta la última proteína… ¡dejará astillas!

 

Está aún vivo el recuerdo de dolores compartidos:

El Cóndor Gigantesco -desterrado forzoso-,

trasplantado entre despreciables especies…

nutridas con ingratitud, envidia y antiguos enconos.

 

No fueron suficientes las palomas ni los horneros.

 

Lo hicieron esclavo, como a Prometeo…

domésticos implumes agazapados y aves de rapiña confabuladas.

Caranchos prepotentes y alevosos

leyeron el Bando de la Rebelión.

El Gigante -solo- rompió las ataduras.

 

“Después de echar sobre la turba enemiga

una mirada intraducible,

con el mismo silencio y majestad de su llegada,

emprendió de nuevo su vuelo hacia la altura…”

 

En una longitud inesperada…, en esta latitud,

oscuras nubes cual acridios voraces

filtráronse por llanos y montañas,

cruzaron ríos y quebradas.  Hubo martirio y holocausto.

 

Estaba sola el Águila y Soledad, crecía en esperanzas.

No pudo dominar a la ola temeraria… ¡hubo alianzas!

En la cima -gloriosa- recordaba la Gran Sentencia

del vigente ruiseñor… tras una nebulosa de Tiempo.

 

“Es inútil que te obstines en combatir contra un enemigo

tan  d es p r o p o r c i o n a d o

e   i n t an g i b l e

e   I m p a l p a b l e.

 

Es preferible una dispersión oportuna a una resistencia estéril…

y que se cumpla la ley que los impulsa:

de devastación

y de exterminio.”

 

En la cima -imperturbale- la tacuarita añoraba:

Una gaviota asustada -en el ochenta y dos-

vino a posarse en su rama… y después…

una paloma mensajera trajo en su anillo una postal:

¡blancas cruces sobre un tapiz aterrador!

 

Han pasado cuatro años… ¡y todavía!… nadan soberbios

¡más gansos!

 

 

* * * * * * *

…y AHORA… una “recreación”.

 

-¿Querés que te cuente un cuento?

-¡Bueno!

 

-Yo no digo “Bueno”… Yo digo:

¿Si querés que te cuente un cuento?

 

-Contame una “historia”.

-Yo no te digo “contame una historia”

Yo te digo: ¿si querés que te cuente un cuento?

 

-Contame la historia como un cuento.

-Yo no te digo “contame la historia como un cuento”

Yo te digo: ¿si querés que te cuente un cuento?

 

-¡Bueno!  ¡Basta! Dejame terminar de leer este libro

para guardarlo en mi MEMORIA!

 

Tiene verdades que no captan

los “historiadores” improvisados…

Verdades insoslayables para

“revisionistas” muy avezados.

 

-Yo…

 

He quedado solo… solo… solo… solo… solo…

solo…

solo…

solo…

solo…

solo…

solo…

solo…

solo…

solo…

solo…

solo…

¡Oh… MEMORIA!

¡Oh… ME  MORÍA!

 

SERENATA DE LA “GRILLA”

 

La tarde terminaba con su rito.  En el horizonte una escala de colores rojo-violáceos, crecía deslumbrante.  El sol -igual siempre- encandilaba.  En el nido, la humilde tacuarita esperaba paciente hasta que se agotara un nuevo ciclo.  En un amanecer cercano, el piar de los pichones le exigiría mayores esfuerzos.  Un clamor cotidiano, revelaría que era imprescindible saciar al hambre.  Amantísima, la  pajarita transpondría la chimenea hasta llegar al jardín.  Allí, estaría inagotable su reserva de insectos y de gusanos… de migas y de granos.

En un oscuro rincón, un grillo se desperezaba.  Toda la tarde había dormido, par poder cantar a la noche, cuando el concierto de los pájaros finalizara.  La “grilla”, coqueta y enamorada, esperaba silenciosa en el extremo norte del escritorio.  Provocativo, el violinista nocturno empezó a afinar su instrumento.  Ella, simulaba ser muy serena, muy tolerante, muy humilde.  El grillo juntó toda su experiencia que traía de viejos amores y la puso en una singular caja, invisible a la mayoría de los seres que habitaban ese territorio.  La grilla, distraída en su contemplación, en el espejo que cubría casi toda la pared, perdió la mayor parte de las percepciones que habría podido tener si hubiera estado alerta.  El grillo hizo sonar dos o tres veces a la caja.  Era un son monocorde, extraño pero fascinante.  La grilla, inexplicablemente, sintió que a medida que la caja sonaba crecía su enamoramiento.  ¿Por qué, ella que había cantado hasta ese momento con un violinista eximio, del que estuvo tan enamorada, comenzó a sentir otras sensaciones?   ¿Qué misterio encerraba el son de esa caja? Todos esos pensamientos la perturbaron hasta que cansada, al llegar la madrugada, quedó dormida.  Poco duró su descanso porque justo en ese amanecer, nacieron los pichones.  Ambos, grillo y “grilla” se despertaron con el alboroto que crecía en el nido.  La tacuarita feliz, inició su “sinfonía”, letra y música que era transmitida de generación en generación, sin necesidad de tener papeles con repetidos pentagramas ni garabatos que representaran a las redondas, blancas, negras, corcheas, semicorcheas, fusas, semifusas… ni a las claves, los silencios, los sostenidos… ¡Todo resultaba tan fácil!

Los “grillitos”, no estaban alegres porque se había producido el milagro de un nacimiento múltiple; se buscaron para poder ¡juntos!… confabularse.

Estuvieron largo rato conversando sin que se entendiera lo que querían decir.  Al final, el oscuro grillo levantando su voz dijo:

-¡Ganaremos la batalla! ¡Viva la “grilla”!

La tacuarita que siempre había sido muy pacifista, tembló horrorizada.   Pensó en sus pichones y todo lo que podría ocurrir en medio de una batalla.

-¿Qué hago?… En este nido está el futuro de la “familia” a la que represento.  ¡Debo ser valiente!  No sólo debo quedarme, sino que tengo que repetir una vez más mi cátedra.

Almacenar pajas, hilos, plumas y telas de araña,

sólo para hacer cálidos nidos.

Cargar un único bocado por vez

                                             en el vértice del pico.

Compartirlo con arrullos y con amor

hasta que llegue el aleteo en el mediodía.

No lamentar el golpe frío del rocío.

Gozar con el perfume de la madreselva y del jazmín.

 

Escondida debajo de al alfombra, la enamorada del grillo escuchaba sorprendida.  Pensó de inmediato:

-¿Acaso no podría yo cantar como la tacuarita?

Mientras tanto, una abuela caminaba lentamente por la casa.

-¡Oh… ya está la tacuarita inaugurando su cátedra!… dijo feliz.  Ella estaba acostumbrada a observar detenidamente todas las actitudes de las personas y también de los otros seres vivos que nos acompañan en este fugaz tránsito por la tierra… la Tierra… la TIERRA… ¡La  T I E E E R R A!    Tierra  de la que nacemos, por la que vamos y a la que volveremos hasta que se dé el milagro de otro renacer.

La “grilla” cuando escuchó la voz de la anciana, maldijo su presencia.

-¡Que ni se le ocurra desempolvar mis pertenencias!… –protestó con su lenguaje original.

La anciana buscó sus “elementos indispensables” para vivir-vibrando y se sentó en un sillón, junto a la ventana.

Las sombras que proyectaban los árboles en la calle eran cada vez más cortas.  El piar de los pichones, en el nido escondido arriba del tirante de madera, era cada vez más intenso.  La tacuarita volaba una y otra vez.  Ahora, atrás había quedado el miedo y la cátedra.  La necesidad de defender del hambre a sus descendientes, la obligaba a no pensar en riesgos aparentes.  La imagen de una posible “batalla” se había diluido hasta desaparecer definitivamente.  Ella sabía que siempre habría un riesgo mayor: el que surgiría en algún momento, cuando algún imprudente ignorante, apretara aunque fuera por simple curiosidad, el botón que desencadenaría una “guerra nuclear”.  Eso, era más grave que “amenazas” en agendas…

Cuando el reloj repitió idénticos sus doce sonidos, en el nido había una paz sublime.  Satisfechas las necesidades, todos descansaban silenciosos.  La anciana, cansad, se había quedado dormida en su sillón.  La “grilla” percibió que el momento suyo había llegado.   Como el nido estaba demasiado alto, soportaría su curiosidad hasta que le fuera posible conocer a toda la familia de la tacuarita.  Ella, nunca había engendrado “grillitos”.  Esa situación le planteaba una incógnita constante.  Pensó que su amantísimo grillo estaba demorando demasiado y entonces… optó por salir del escondite e ir a su encuentro.

-¡No voy a ser menos que la tacuarita!… -pensó mientras ensayaba con su diapasón.  Cuando llegue mi ágil grillo, lo deslumbraré con mi canto -vaticinó.

Poco a poco, comenzó su trabajo la “grilla”.  Se posó sobre un papel, que se había caído de la carpeta que llevaba la anciana y haciendo como que leía, recorría una y otra vez los desparejos renglones que desee lejos, no permitían aprecias las composiciones con minúsculas y con mayúsculas, que los caracterizaban.

Don grillo cruzaba la gran sala, arrogante.  Su “novia”… esperaba que él plasmara un gran acorde, para comenzar su novedosa “serenata”:

“Trabajando con esmero y paciencia

hermoso canto de las tropas

animaba al Brigadier

que tiene espíritu federalista,

maestría y habilidad.

-Te pido la canoa, poeta, islero.

¿Dónde habita

la gran familia de los Abipones?

 

-Junto con los tobas y los pilagás…

Abriendo surcos al salir el sol,

forma la línea el labrador…

Planta la semilla.

 

Cuando desbordan las aguas

de la gran laguna…

atraviesa -¡salvaje!- el campo…

sembrado con trigo.

 

Con una flecha vertical…

por su semejanza…

en la acción, se resuelve el conjunto.

¡Sin violencias… sin ser crueles!

 

-Terminado el juego…

llegando a destino la canoa

sobre el agua subsisten flores blancas.

 

En los terrenos…

desde la Puna hacia el Sur

tienen sus nidos las aves.

 

-Se podrá leer –sin profundidad-

la palabra… a veces, una estrofa.

 

Arribando las naves al puerto

sobreviene la canción… guía y orientación:

 

-Así es mi Santa Fe, lucero litoral…

…cuna del Brigadier, trinchera federal.

Donde la patria entera, vio su bandera un amanecer.  (1)

 

Tanto ruido no sólo despertó a la tacuarita… Asustó tanto a la anciana que inmediatamente, gritó pidiendo socorro porque le parecía estar en otro planeta, donde los grillos en pareja desafinaban muchísimo y además… tenían pretensiones de ser “revisionistas históricos”… y “poetas”…

Y así termino la historia del grillo y de su enamorada: “la grilla”… que vivieron sus últimos tiempos arrinconados en un viejo escritorio, contemplados con indiferencia por un monje blanco que permanecía siempre en la misma posición, en un cuadro que un paciente pintor concluyó, sin imaginarse su monótono destino.

 

…Y así terminó… “pitipín pitipón, coco coquito coquetón… Martín Pescador”, la serenata de la “grilla” heredera de un “trono”…, ¡sí, señor! Ubicado en un museo, entre paredes de “cartón”… en una ciudad de “ilusión”… en un país con “gran imaginación”.

 

Últimos versos, parafraseando el canto “Así es mi Santa Fe”, del cantautor JUAN CARLOS DURÁN, santafesino.  La “Serenata” es una recreación empleando cincuenta y seis grupos de palabras de una “hoja voladora” -al decir de José Pedroni refiriéndose a Domingo Faustino Sarmiento… y a su prédica…-, que los “duendes”entregaron a la TACUARITA para que ella también gozara con el “entretenimiento”… y que algunos niños santafesinos habrán procurado descifrar sin entender con claridad el MENSAJE.  Un indicio: ñ, p, l, mm, ñ, f, u, q, o, g, ff, g, f, ii, a, e, d, bb, c, e, h, g, kk, Int, de, m, c, Int… (Todo se muestra al hombre sobre la tierra como una GRAN METÁFORA… y los mensajes están en criptogramas indescifrables para la mayoría de sus habitantes, porque siempre se mantienen en reserva las CLAVES.

¡Solo siendo TESTIGO de las ESCRITURAS… resulta simple transitar por la VERDAD y lograr trascendente  REVELACIÓN!  …Mas,  ser  TESTIGO… ¡es una grande paradoja!… Es ser  LIBRE… por el conocimiento y el sentimiento… y ESCLAVO… por el deber… que al mismo tiempo ¡LIBERA!)

Tacuarita

22 de noviembre 1985

Día de la Música

 

(En el libro, páginas 33 a 46.)

 

* * * * * * *

 

¡Qué  breves  son las  siestas,  las  noches…

y  el verano!…

¡Qué  poco  duró  la últim a “serenata”!

 

¡Qué  miedo  le   tengo  a  la  gata

cuando  la  veo  llegar

al  rincón  del   aula !….

arrastrando  unas   gri­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­~~~~llas…

 

* * * * * * *

Ahora… una “revelación”:

            Josefina, nació el once de enero de mil novecientos ochenta y seis.  Igual que han hecho muchísimas “tacuaritas… ella anunció su “llegada” en “Sauce Viejo”, en “Los Amores”, la casarrefugio ubicada en “Las Delicias”, un paraje limitado por el río y las vías del ferrocarril…

            No tiene su “cabezadorada”, pero tiene “pestañas muy… muy arqueadas”… y vuela… vuela… en viajes transoceánicos…, y en “sueños”… que es la más hermosa manera de volar… porque así, nunca nos separamos de quienes “amamos”, y hasta podemos sonreís con los que no nos aman.

            Antes de partir hacia “LONABARCE”… -como dicen los duendes- dejó estas huellas visibles, para que las descubran los ociosos que aturdidos por la televisión, dejan escapar por el agujerito del “espíritu” -¡que ni los duendes saben dónde está!- las huellas invisibles y magníficas de los primeros gestos… que han sido irrepetibles… en todos los nietos.

            …Y crecerán, crecerán desde ese ocho de diciembre del mismo año.  Crecerán hasta que se repita el milagro de “crecer”

 

(En esa página 49 del libro,

posó sus manitas Josefina

y quedaron sus señales:

con los dedos separados

…siete centímetros y medio

la distancia entre el pulgar y el meñique.

Edición de quinientos ejemplares

donados a docentes y a bibliotecas escolares.)

 

* * * * * * *

2005 – Casi colofón…

 

No ha sido por casualidad que el 5 de febrero de 1893, el talentoso riojano Joaquín Víctor González, escribiera:  [1]

A solas con mi demonio

 

Nadie es en este mundo como parece, ni nadie hace la menor fuerza por parecer lo que es. ¿En dónde está la razón de todo esto? Se pierde en la oscuridad de los tiempos y de la filosofía. Pero, es el caso, la humanidad, sin saber precisamente cuándo ni cómo, inventa de pronto unas cosas como para creer que se propone ser como es. Verbigracia, ha inventado el carnaval, espacio muy corto en cada año, durante el cual se apresura a ejecutar todo lo que está vedado, lo que se ha prohibido ella misma por sus códigos convencionales llamados costumbres, moralidad, buen tono, corrección…

La fiesta, sea cual fuere su origen, -cada pueblo le da el suyo-, se ha impuesto, ha echado raíces profundas en toda la tierra civilizada y aun filósofos hubo que las han encontrado también en la misma naturaleza humana. Y las tiene, y así, bien metidas en su organismo.

No se puede vivir siempre haciendo la misma cosa, siguiendo la misma línea de conducta, pensando y obrando lo mismo los trescientos sesenta y cinco días y minutos del año, de todos los años; esa monotonía repugna a la constitución del ser racional; porque hay en él un principio de libertad que nunca se sujeta ni se domina del todo; es como ciertas materias que siempre tienen un residuo insoluble, el cual se aglomera en el fondo del vaso para el tormento de analistas, o se volatiliza por los poros de la retorta o se escapa de las manos.

Raciocinemos, pues, o divaguemos, que en cierto modo viene a ser una misma operación mental. He dicho que la libertad es un principio esencial, coexistente con la organización humana. Pero es un principio malo, muy malo; esto lo ha descubierto el hombre mismo, a juzgar por todo lo que ha hecho para suprimirlo, ya en forma de formas de gobierno, ya de cultura codificada, ya, en fin, de moralidades más o menos religiosas. Y ésa es una prueba de que la libertad es una cosa mala. No sé cuántos siglos llevamos vividos, pero sí sé que todos ellos se han empleado en perseguir eso que se llama libertad. A veces el mal principio, le llamaremos así, ha crecido, ha crecido tanto, que los pueblos no han podido menos que hacerse sus instrumentos, y fingiendo un santo ardor por eso, llamado entonces la causa de la libertad, han parecido heroicos, sublime y han levantado cadalsos para… los otros, los que no sentían ese mismo fuego sagrado; han cortado la cabeza a unos cuantos reyes; del pueblo mismo, no se diga, -porque pueblo quiere decir en lenguaje de… este día, es decir, pronunciado con antifaz, para que lo crean mentira-; una fuente de agua roja llamada vulgarmente sangre, para regar los campos, las calles y los palacios, cuando se enojan los gobiernos con los que no los quieren, o cuando éstos se enojan porque los otros se demoran mucho en el poder; también se da ese nombre a la colectividad de los que pagan por hacerse ricos; otros llamados comúnmente administradores de la cosa pública, es decir, del pueblo, -lo repito porque es lo más frecuentemente olvidado-; esto, llamado así, ocupa el nivel común de las cosas, es la base de todo, base, entiéndase bien, porque sirve para poner sobre sus espaldas todo, porque es una cosa muy dura y resistente. Así es también sensible a veces, como si tuviera un alma sola y grande. Hay palabras que lo conmueven y lo levantan en masa, y entonces, ¡Dios nos libre!, mejor dicho, ¡libre Dios a los enemigos de la patria…!

Largué la palabra. No la quería nombrar, por dos razones: 1ª Porque tiene su sentido religioso, sagrado, impropio de un día de Carnaval; y 2ª, porque ya no es de moda en el estilo, ni en la literatura, ni en la sociedad, ni en nada de lo moderno y de la cultura alcanzada… Por ejemplo, si un orador dice patria en un discurso, -¡bah! Lo dijo para ver si arrancaba un aplauso; si lo dice un escritor, ¡qué pobreza de vocabulario!, decadencia, reblandecimiento, vulgaridad; si lo dice un gobernante, ¡afuera! Ya se conoce la pícara intención de cubrir con la palabrilla ésa alguna bribonada; en sociedad, ¡oh! en sociedad es otra cosa, ¿quién se atrevería a hablar de eso, de patria, nada menos, allí donde la moda es el todo? Daría lo mismo hablar del tiempo, de la lluvia, del polvo, de las cocineras exigentes y de lo difícil que es hallar mucamas en estos tiempos… Eso estaba muy bueno allá en los tiempos viejos, cuando había guerras probables o guerras pasadas hace poco, cuando vivían aún los que cruzaron los Andes y vencieron en Maipo, en Junín, en Ituzaingó; en fin ¡los pobres!… al cabo algo hicieron en bien de la nación, y aunque más no fuese que por respetar sus heridas, había de hablarse en los salones de sus recuerdos gloriosos, como obra de buena educación, así como quien las da un momento agradable.

Pero hoy, ¿qué tenemos que hacer con guerras, ni con pasar los Andes, ni con San Martín y toda la lista militar del tiempo de la Independencia, como decimos para designar una cosa pasada de moda? ¡Claro! Como que en el tiempo de la Independencia, no usaban los hombres a la moda todas las monerías inventadas hoy por la ciencia y el arte de la hermosura; como que en ese tiempo la peineta grande, los largos bucles, la crinolina y el pañolón, corrían pareja para lo que era hacer ridícula a una señora; y en fin, porque así fue, y ¡qué le vamos a hacer, el progreso obliga!…

¡Los salones de la independencia!, es decir, los estrados hechos de adobe y cubiertos por alfombras pintarrajeadas y tapizados los pavimentos con ordinaria jerga, debían ser para morirse de tedio y bostezar a toda mandíbula; ni un solo bronce barbedien, arrogante, espléndido, macizo, así como regalo de empresario; ni un triste bibelot (diré chuchería artística, o cosa así porque esos terminachos franceses, me hacen poner colorado), de ellos que embellecen las radiantes salas de hoy, y dan ocupación ociosa a la bella castellana; en fin, nada de todo ese maravilloso conjunto de esplendideces, comodidades y llámenle ustedes, necesidades, inventadas hoy para dicha, solaz y gloria de la brillante sociedad moderna. ¡Y hemos de hablar de cosas viejas y pasadas de moda!

Por eso yo me quise poner también mi careta; y para ponérmela, se me ocurrió que ella representase lo que soy, es decir, la verdad de lo que soy. Y aquí fueron los trabajos, porque cuando mentalmente me pregunté: -“Pues, ¿y qué soy” -quedé sumido en la oscuridad más negra en que jamás me he visto envuelto. Cerré los ojos para no ver el nosce te ipsum, que, ya sabía se me iba a aparecer en la pared; mientras mi pensamiento se paseaba por todas las entretelas de mi solitaria personalidad, me veía yo, no sé donde, retratado de todas maneras, y cada retrato, conservando la misma fisonomía, era, sin embargo, distinto; y así, pasaban, pasaban vertiginosamente, a medida que mi diablo íntimo se andaba por ahí, buscando mi propia definición, hasta que, cansado sin duda de inquirir en vano, de profundizar sin éxito, se vino desesperado y de mal humor, a decirme: -”Señor, no te encuentro en ninguna parte dentro de ti mismo, y creo más acertado salir a buscarte afuera. Tal vez en los demás hombres, por comparación, por compulsa minuciosa, por cotejo prolijo, pudiera pescar los elementos de un retrato verdadero, y entonces tu careta estaría hecha”. “-Pues, vete, le dije, necesito a toda costa una careta, pero en cuyas facciones me vea yo mismo; es un capricho”.

Y el diablillo se salió de mí, para observar atentamente a todos los que pasaban, haciendo número, más o menos visible, en ese corso cuotidiano de los días vulgares, precisamente los más propios para ver disfraces curiosos, raros, llamativos, y para estudiar las diferentes deformidades que en los hombres se manifiestan al rodar por el mundo rozándose unos con otros.

De pronto sentí una carcajada en tiple, sonándome en el oído como canto de un mosquito filarmónico que hiciese escalas cromáticas. Era mi demonio, que sentado como el Diablo Cojuelo de Guevara y Timoneda, en la cúspide de una copa de mármol de una casa rica, veía sin duda algún espectáculo provocador de la risa, y de ella el travieso se retorcía en verdaderas convulsiones mirando eso que yo no podía ver.

-Aquí se representa, -me cantó al oído- una comedia que llaman la comedia del poder. Hay muchísimos personajes de todos los aspectos y de todas las condiciones. Todos se atropellan por llegar donde está sentado un hombre tieso, silencioso, afectando un aire de rey con bastón e insignias de dignidad: llegan a sus pies, se inclinan, le besan no sé qué, -no alcanzo a ver bien- y luego se retiran como si hubiesen tomado gracia. ¡Qué mundo de gente el que entra, se inclina y luego sale! No se acaba nunca, y es tanta la apretura, que empiezan a disgustarse y ofrecerse los puños cerrados. Algunos hay que dan unos saltos mortales por encima de las cabezas y caen allí cerca con gran asombro del hombre aquél, derecho como ídolo de cortejo religioso; los otros le gritan: ¡Afuera el payaso, el maromero, escapado del circo! Pero él tal tiene unas fuerzas! Y la emprende a mojicones con todos y en breve se queda solo con el del poder, quien no tiene más remedio que valerse de él para todas sus necesidades.

Luego vienen unos grupos a pedirle justicia, porque dicen que allá en sus tierras los roban, los hostilizan y los matan sus lugartenientes, y que allí no hay ni sombra de libertad, ni de derecho, ni de nada; y el que hablaba por el grupo dijo entre otras cosas muy entretenidas, que allá tenían constitución y autonomía, e independencia para gobernar a sí mismos, pero desde hacía muchas décadas un solo hombre, una sola familia se lo gozaba todo y se lo tenían todo para sí, y por tanto venían a pedirle, como sumo imperante, que volviese todo aquello a su quicio. El ídolo oía, oía, y movía las pupilas de un lado a otro como esos grandes muñecos de la vidriera de enfrente, y parecía no entender una palabra; pero el que estaba al lado, tomándola por cuenta del otro, contestó la embajada diciendo que los tiempos eran de regeneración y de justicia, que ya no sería como antes y que se fuesen a dar a sus pueblos la buena nueva del reparador castigo, que para ello estaba allí los ejércitos. Los hombres se retiran entre creyentes y desconfiados, porque en las pupilas inmóviles del ídolo no veían nada… nada.

-¿Quiénes son esos hombres?

-Estos son los políticos, -los que gobiernan y los que aspiran a gobernar.

-¿Y el pueblo? ¿No se le ve por ahí?

-Pueblo debe ser una muchedumbre haraposa, agobiada y gruñona que diviso allá afuera, hablando bajo como si tuviese miedo de que le oigan. Parece que traman algo serio. ¿Ves?; ya los dispersan, les pegan y los arrastran con cadenas a una sala oscura. ¡Pobrecitos! La casa ha quedado en silencio y sólo se ven entrar hombres bien vestidos, haciendo cortesías muy reverentes, que el ídolo contesta con unas sonrisas muy dulces. ¿Por qué no vienes? Ya veo que a los que así entran les dan muchas cosas y salen riéndose como si triunfaran de una gran intriga palaciega.

-No hijo: yo no sirvo para político; veo que no es ése el disfraz que me conviene, porque he oído decir que en esa materia es muy difícil encontrar una máscara representativa de la buena fe y del patriotismo. Déjalos divertirse ellos solos: nosotros iremos a curiosear por otros espectáculos… ve, pues, a buscar mi máscara; a toda costa necesito disfrazarme hoy, día de carnaval, de travesura y de entretenimiento. ¡Pst! Oye; te diré, que si ves por ahí mezclados a esos hombres de la comedia política, no pares mientes en ellos; mira que en este país nadie se da cuenta de lo que significa estas palabras, ni el gobierno, ni ideales grandes, ni… en fin, no quiero tener ese mal rato. Vete.

Y abriendo sus alitas de mariposa salió volando hacia otra parte. Posóse sobre un techo de vidrio, debajo del cual se veían grandes luces. Era un salón riquísimo donde muchos hombres hacían un espectáculo tanto o más interesante que el otro. Era una pantomima con alguno que otro vocablo entre medio. Era la comedia del honor. El diablillo se puso a mirar aquello con tamaños ojos abiertos, sin comprender al principio lo que veía; pero las pantomimas, mal que bien, se entienden siempre, y he aquí lo que debajo del iluminado techo sucedía.

Señores de luciente frac y apuesta servidumbre recibían allí los honores de la grandeza, de la parte de una multitud de zánganos, de los que abundan alrededor de los ricos, y les hacían hondas reverencias y les limpiaban los botines y les acomodaban las sillas, y les abrían paso formándose en hileras para bañarlos en el torrente de sus frases lisonjeras. El diablillo diminuto lo sabe todo y ya me dijo que esos señorones habían sido los que en lenguaje social se llaman hombres hábiles, inteligentes, de esos que en el poder no pierden el tiempo, y haciendo bien a la patria, sacan talegas y más talegas, con las cuales se erigen palacios y cierran las bocas a los émulos delatores. ¡Y era verdad todo eso! Mi demonio me miente, sin duda, porque no he de creer jamás que los llamados ladrones por el diccionario (yo creo en el diccionario porque soy un inocente), sean los que reciban honores, cuando he visto muchos de los llamados hombres de bien, pobres, trabajosos y llenos de fatigas, arrastrar la maldición social, porque cuando la envidia, la avaricia rabiosa e impotente les acusaron de… aquellos mismo, ellos se callaron, entregando al tiempo, a la justicia, a la historia el fallo solemne; y esos tales no tienen hogar, ni amigos, ni honores, porque después de haber dado su fortuna, su sangre y su inteligencia por la patria, se quedaron a mendigar aquello mismo que los bribones derrochan en trenes esplendorosos y en insolentes festines. Luego vi que mi curiosillo se agitaba mirando hacia adentro, como si ocurriese algún grave desorden. Sí, pues, era eso, era que uno de los del concurso dijo de donde provenían la riqueza. ¡Más bien no lo dijera el infeliz! Todos los cortesanos desnudaron los puños para arremeter contra él maldiciendo, que hubo de escapar a brincos por las escaleras, salvándose por milagro de los puntapiés que le tiraban los lacayos de librea dorada y blancas medias hasta la rodilla, apostados en las galerías. -”¿No habéis visto al insolente, al atrevido, al loco? Atreverse a dudar del honor del señor X, la persona honorable por excelencia y cargada de servicios” -era lo que decían los ademanes de todos allá dentro; y en breve el sarao, como decían en los tiempos de la independencia, continuó a toda y rimbombante orquesta.

Mi Demon Thought, pensativo, con un dedito puesto en la mejilla microscópica, se puso a reflexionar, él, sí, señores, sobre el honor. “Vean lo que es el mundo -me decía- un Carnaval, es decir, un disfraz continuo; porque en todo lo que llevo vivido (porque yo he vivido mucho antes que tú nacieras), he visto siempre la misma cosa y vienen y se van los tiempos de regeneración y de justicia, y las mismas comedias, pantomimas, pasillos y vaudevilles se representan con permiso de la autoridad. Dime, ¿no estaremos siendo víctimas de un vahído de alucinación mental? ¿No habrá cambiado el universo de epidermis, y lo que vemos como cosa conocida, no será lo del otro lado, lo de adentro de la corteza terrestre? ¿No será que habremos pasado algunos siglos durmiendo como los siete de la leyenda, y hemos despertado cuando la humanidad ha cambiado de moral, de religión, de principios políticos, por alguna otra redención? ¿No habremos pasado ya la revolución del Antecristo? Todo lo que veo me lo hace sospechar y empiezo a tener miedo de la vida, de la vida a la cual estoy condenado dentro de tu cuerpo. ¡Ay! Creéme que después de esta horrible comedia del honor, me han venido unos deseos irresistibles de abandonarme para siempre, e ir a soldarme en la masa etérea, inconsubstancial de donde salimos los espíritus para cada uno de los mortales nacidos de mujer”.

-No, diablillo mío, no desfallezcas; a los seres espirituales como tú les está mandado por el Gran Espíritu ser fuertes, invencibles contra las adversidades. ¿Qué sería de mí, si tú desfallecieras? No me abandones todavía. ¿Quién sabe si yo mismo no te invite después…?

-Bueno, no te enfades; sea como quieres, y sigamos la gira, porque aún nos quedan muy buenas cosas por ver. Sin movernos de aquí, y sin necesidad de ir a asomarme a ningún interior de la ciudad, puedo decirte algo sobre lo que yo llamaré la comedia del amor (y al hablar de comedia, digo máscara, como en el sentido griego). Como yo vivo en tu cabeza, nada sé de tu corazón, pero así, de vecindad, he podido aprender mucho, lo mismo que cuando vivía en los otros cuerpos, pues soy un transmigrado, como muchos de tus semejantes lo son de una tierra a otra tierra. El amor es fuente perenne de farsas, sainetes, comedias, tragi-comedias y tragedias, porque es lo menos conocido del hombre, siendo la pasión que más lo esclaviza y domina. He visto siempre en el carnaval de la vida al amor siendo de todo, jugando con los hombres como con sus muñecas los niños, porque los ciega, los ablanda, los ridiculiza, los transforma a su capricho en lo que se le da la gana. Por eso verás, si profundizas, tanto nudo mal atado, tanta esperanza fallida, tanto ente burlado por el travieso rapaz (según el dicho de otra época), esto es, tanto matrimonio desencuadernado apenas llegó la ocasión de ocuparse de la prosa, vulgo herencia, parte dotal, etc., porque el amor no siempre es fluido puro y simple.

¡Y en estos tiempos contemporáneos! ¿Dónde crees tú encontrar el verdadero, el ingenuo, el de buena fe, ése que se entrega por cualquier palabra sentida, por cualquier gracia o virtud ingénitas? ¡Oh! Son muy contados los que lo conocen a ese amor verdadero; y si lo conocieran en la pubertad, en la edad de las brillantes inocencias, no falta un soplo mundano que se los evapore, se los desvanece, se los arrebata, poniéndoles en su lugar una rara y deforme alimaña, como en los “cuentos de mi abuela”, la partera bruja que cambió el hijo de la princesa por un sapo. Como mi asiento principal es la cabeza, lo repito, he visto en el amor moderno dos cosas que me hacen creer en el cambio total de este sentimiento en la humanidad. Es la primera el cálculo de lo que ese amor, -aplicado a labrar un corazón de mujer, como se labra la tierra para sembrar papas-, puede producir al agente, y ¡cosa rara! Son estas combinaciones las que llevan a cabo con mucha mayor frecuencia en el mercado o bolsa de los corazones del día. La segunda cosa, y no te ruborices… dime, ¿tú eres naturalista? -es el sensualismo, el apetito de las formas, la sed del placer material, a lo cual se presta divinamente eso que se llama cultura alcanzada, y ese otro, innato en vuestra naturaleza, que llamaré pasión de ostentar la belleza física por medio de los trajes imitadores de la desnudez. “¿Crees que yo no veo esas espléndidas mujeres vestidas como las estatuas, en las cuales el manto de piedra sigue las ondulaciones de la curva, revelando por la transparencia lo que mal esconde? Yo no quiero esconder mis sentimientos, por eso he de decirte que el amor está muy cerca de ser la explicación de la decadencia de todos tus semejantes, porque con la sensualidad estimulada de mil maneras, y con el dinero procurado o buscado de otras mil, para conquistar el placer, ya no vais dejando en vuestra deleznable máquina corporal sitio alguno para nosotros, para los espíritus que os iluminamos, os inspiramos las grandes acciones, y, recuérdalo bien, que os da el título de hombres y el señorío de la creación. ¿A que en estos días de desahogo y de válvulas abiertas va a ser el amor el más divierta y ocupe a las gentes, el amor en todas sus formas y deformidades con todas sus provocaciones y sus llamadas sigilosas y astutas? ¡Ah! tú lo verás, y cuando hayas descansado de los bailes, cuando las vigilias intranquilas pasen y el rum rum de las rondas y el cascabeleo de las comparsas se apaguen en tus oídos, volverás a llamarme y entonces ajustaremos cuentas… Bueno, bueno, yo no quiero entristecerte, ni hacerte oír sermones de cuaresma, ni de reforma en día de Carnaval. Ve y diviértete, y si quieres puedo traerte un disfraz de enamorado, por si es el que buscas”.

-No, no; francamente, tu discurso sobre el amor me ha hecho dar miedo, diablillo entremetido. ¿Quién te ha dicho que has de introducirte en terreno tan profundo, ahora, cuando estamos de fiesta y cuando todos los temores graves son echados de paseo? ¡Buen humor el tuyo! Pero, vamos, no me gusta la máscara del amor… Dame otra, cualquiera, la que se te ocurra… Ya veo que ni para este inocente capricho he de salir con mi gusto. Siempre me has contrariado en todas mis inclinaciones espontáneas, con disertaciones interminables. De ahora en adelante te llamaré Diablo predicador, sermonero, moralista intempestivo…

-No te alteres, señor, porque tú mismo me tuviste siempre metido, enfrascado como el Hidalgo de la Mancha, en libros seriotes, nutridos, secos, y ahora te arrepientes… ¡Vaya con la lógica!

-¡Es que el corazón también tiene sus derechos, y alguna vez ha de imperar sobre mis acciones!

-¡Tu corazón! ¿Estás soñando? Ha tiempo que me invitaste a su entierro. Y… ¡los muertos no resucitan!

¡Revelación increíble, inesperada! He ahí la solución de mi problema. ¡ya tengo mi careta! Vean Udes. como es útil a veces hablar a solas con esos demonios íntimos que habitan nuestro cerebro. Suelen decirnos cosas amargas, disputan a brazo partido con las demás facultades, pero acaban siempre venciendo. ¡vaya una gracia! Como que están en el secreto de todo lo que pasa en nuestro mundo interior y son los cronistas de toda nuestra vida psíquica.

No hay más sino que ese raciocinio me da la solución. He buscado por todas las capas sociales la verdad; he asistido a todas las comedias con que se festeja el Carnaval y se rinde culto a la locura y a la ridiculez humanas; he divagado largamente por arduos problemas filosóficos y sociales, antiguos y contemporáneos, sin hallar más que representación, telones alzados, nombres distintos de los consagrados por la razón y la lógica a todas las cosas, “palabras, palabras y más palabras”, como dijo Hamlet, la verdad con antifaz de mentira, y viceversa, de modo que siempre tomé la una por la otra; he descendido a muchas oscuridades e intimidades de otras almas sin hallar nada, ningún elemento para hacer un disfraz original, el que yo deseaba, o sea uno que me representase a mí mismo; he ido por todas las tiendas, por todos los escaparates donde hay muestras de dominós caprichosos para todos los gustos, y… ¡nada! Me quedo con mi idea. Saldré en el corso disfrazado de mí mismo.

Febrero 5 de 1893

(Faces y Disfraces.)

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No fue casualidad que el talentoso doctor Joaquín Víctor González, sintiera el impulso de expresar:

“Yo no tengo más que ofrecer a la tierra en que he nacido, ni cuento con otro patrimonio que el rayo de luz intelectual que Dios encendió en mi espíritu; el culto del deber y de la libertad que mis padres me enseñaron desde la infancia, y la voluntad más decidida para hacer el mayor bien a mi país, y una fe profunda en el trabajo honrado e inteligente”.

 

Tampoco fue casual que en sus últimos días, sin disponer de recursos para viajar con toda su familia, mientras dialogaba con Ricardo Rojas cerca de sus libros y papeles, haya confesado:

“…es triste morir entre cuatro paredes. Querría ir a Chilecito para tirarme bajo un árbol, a morir en la montaña. El alma ha de volar mejor a su luz, bajo el cielo”.

Por algo, había destacado que…

“Los pueblos que se conocen, se aman”.

 

 

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

Invierno de 2005.

 

Incluido en el CD Del vivir y vibrar

Nidia A. G. Orbea Álvarez de Fontanini

Presentado el 10 de mayo de 2006 a las 19:30

en el Centro Comercial de Santa Fe – San Martín 2819

Santa Fe de la Vera Cruz (República Argentina)

 

[1] El 5 de febrero de 1954, con mi amado amante Eduardo Rodolfo Fontanini Doval firmamos el acta de matrimonio civil.  Al día siguiente, a las 21:30 en la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen -actual Basílica-, Monseñor Antonio Biaggoni bendijo nuestra ese vínculo… El domingo 13 de noviembre de 1977, monseñor Vicente Faustino Zazpe al culminar el Encuentro de Matrimonios celebró la Santa Misa y renovamos nuestras promesas matrimoniales.

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