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Siglo XVII – Frutos judeo-cristianos en Hispanoamérica.

Antecedentes insoslayables.

Trayectoria de los judíos-conversos.

Nuño Rodríguez de Acevedo en Lima.

Baltasar de Abreu.

Diego López de Lisboa en Córdoba.

Sus hijos.

Antonio de León Pinelo.

Diego de León Pinelo Gutiérrez.

 

Sabido es que los judíos convertidos al cristianismo eran reconocidos como converso, cristiano nuevo, criptojudío, marrano, sefardita.

Lógicamente, no era posible sustituir sólo mediante un acto de fe aquella cultura religiosa ancestral y algunos grupos familiares siguieron con sus ritos en la intimidad de sus hogares. Soportaron persecuciones y los condenaron a muerte.

Antecedentes insoslayables…

En 1492, Cristóbal Colón logró que los reyes católicos de España lo apoyaran para iniciar una exploración hacia occidente, cruzando el océano Atlántico y ese año se había difundido el Edicto de expulsión de los judíos, salvo si se convertían y eran incorporados a la grey cristiana…

Cinco años después, se impuso la conversión forzosa y quienes habían emigrado a Portugal si rechazaban tal imposición debieron emigrar hacia Asia y África.  Diversa información indica que ya en aquel tiempo partían desde los barcos portugueses grupos de personas perseguidas que buscaban un refugio en las descubiertas tierras americanas.

Trayectoria de los judíos-conversos…

María Cristina Navarrete, ha explicado que “la historia del arribo y asentamiento de los judíos en la península Ibérica está envuelta en la leyenda que relata su desplazamiento desde Israel en época del rey Salomón; su llegada a la península se remontaría desde los años 970 y 931 antes de Cristo. Su presencia histórica concuerda con la conquista de los romanos en tierras hispanas. Cuando se produjo la destrucción de Jerusalén por las legiones romanas entre los siglos I y II después de Cristo, judíos fugitivos se establecieron en África del norte y de allí pasaron a la península Ibérica. Estos judíos se referían a esta tierra como Sefaraad, de allí el apelativo de sefarditas que se les dio a los judíos originarios del área peninsular. Los sefarditas convivieron, en medio de las presiones y agresiones propias de la cohabitación de pueblos diferentes, con los musulmanes y cristianos, durante varios siglos en los que se apoyaron o resistieron según las circunstancias de la época.”  [1]

En 1492, firmado el Edicto de Expulsión quienes en el término de cuatro meses no aceptaron ser bautizados debieron emigrar y se dirigieron a Portugal o a otros países del noreste europeo.

Cinco años después, el rey de Portugal mediante un decreto estableció que debían ser bautizados los niños de cuatro a catorce años y así fue como continuó la conversión casi obligatoria porque en caso contrario debían emigrar y algunos ya habían logrado instalar sus negocios de modo que no estaban dispuestos a abandonar tales bienes.

Hacia el año 1580, anexado Portugal a España lograron algunos conversos instalarse en puertos del Mediterráneo y en otras poblaciones prósperas, desde allí empezaron sus empresas comerciales con países asiáticos e hispanoamericanos.

Como suele suceder aún, los bienes que acumulaban favorecían al reino y por ello fueron protegidos por los dos Felipes -III y IV- hasta que lograron emigrar al nuevo continente y allí se vincularon con virreyes y comerciantes.  Algunos grupos se dedicaron a comercios ilícitos, resultaba beneficioso el tráfico de esclavos pero hay que tener en cuenta que no sólo los conversos participaban en esos negocios, porque en la historia de navegantes y mercaderes hay datos suficientes acerca de descendientes de tradicionales familias cristianas españolas que también se dedicaron a retirarlos de sus colonias africanas para que sirvieran en las explotaciones agrícolas y en la minería centroamericana o en el Perú.

Nuño Rodríguez de Acevedo en Lima

La historiadora Navarrete también ha destacado que “en 1600, sobresalía en Lima la figura de Nuño Rodríguez de Acevedo como un comerciante activo con amplias relaciones, poseedor de un almacén y de un caudal respetable. El área de los contactos que mantenía era amplia: el Nuevo Reino de Granada, Nueva España y, por intermedio de ésta, la China por el oriente y España por el occidente.

Baltasar de Abreu

Junto a Rodríguez de Acevedo se encontraba otro personaje: Baltasar de Abreu, un portugués residente en Quito, transportador de mercaderías de Lima al Nuevo Reino. Si bien Abreu tenía afincada su residencia en Quito, era una especie de mercader itinerante y transportador de mercancías. Los testimonios de la época confirman que estuvo residiendo en la ciudad de Popayán por más de un año y medio en donde vendía mercaderías de Castilla, de la China y de la tierra.” [2]

Entre los portugueses que llegaron a Cartagena había grupos con un importante patrimonio, algunos eran profesionales -médicos, farmacéuticos- y otros eran artesanos que enseguida encontraron suficiente plata como para encauzar sus negocios de orfebrería.

 

A principios del siglo XVI comenzaron las expediciones de Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque desde centroamérica hacia el sur y el 6 de noviembre de 1532, en Cajamarca lograron capturar al cacique Atahualpa.

Sabido es que en tal conquista participaron españoles y  clérigos, que se expresaban en latín no sólo durante las ceremonias religiosas.  o

Acerca de los conversos que llegaron al continente centro y sudamericano, aporta interesante información el escritor Boleslao Lewin, indicando que desde fines del siglo XVI “algunos núcleos de ‘cristianos nuevos’ se establecieron, tanto en Buenos Aires como en la antigua provincia del Tucumán”.

Alude a quienes “luego de haberse beneficiado con el comercio, lícito e ilícito, en Buenos Aires, asentó sus reales en Córdoba el portugués Diego López de León o de Lisboa, quien en la ciudad mediterránea, además de sus negocios, se ocupaba en forma muy destacada en la vida municipal”.  [3]

Diego López de Lisboa en Córdoba…

En cualquiera época, saber leer y demostrar la habilidad caligráfica es indicio de aptitud para registrar datos manuscritos.  Así sucedió con este portugués que en 1608 fue regidor en Córdoba, “a cargo de los bienes de difuntos y ‘para escribir las cartas que se ofreciere escribir por orden de este cabildo”… y que “se dedicó con especial empeño a la reparación del puente que cruzaba la acequia principal de Córdoba, al trazado de las calles y a la edificación de las casas particulares”.

Sabido es que en la lista publicada en el libro “Judeoconversos en España y América” de Antonio Domínguez y Ortiz, está incluido “Diego López de Lisboa”.

 

Sus hijos…

Sabido es que este entusiasta portugués tenía dos hijos: Juan y Antonio” y “cursaron estudios secundarios en los colegios limeños bajo la advocación de San Martín y Santo Toribio”.

Antonio de León Pinelo.

Fue un destacado legislador, relator del Consejo de Indias y el 9 de agosto de 1621 lo designaron Procurador de Buenos Aires.  Expresó Boleslao Lewin que “gracias a ello pudo embarcarse en el puerto, eludiendo fastidiosos interrogatorios.  Tal hecho le valió al gobernador Diego de Góngora una multa de 500 ducados”.  Después, Antonio escribió sus conclusiones acerca de las dificultades generadas por el gobierno español al limitar el uso del puerto de Buenos Aires para determinadas actividades comerciales.  [4]

(Autor de Epíthome a una biblioteca oriental…)

Diego de León Pinelo Gutiérrez

En 1608, “en la vecindad de la iglesia de Santo Domingo en Córdoba”, nació el menor de sus hijos: Diego de León Pinelo “por quien ‘suspiraba’ la Inquisición, según el padre Antonio Larrouy, fue la primera gloria literaria argentina.”   [5]

Diego León después del secundario avanzó en estudios terciarios en la Universidad de San Marcos fundada en 1551-; en 1627 se instaló en España y continuó los estudios superiores en la “Real y Pontificia Universidad de Salamanca”.  Se ha destacado que “fue el primer estudiante americano que obtuvo, el 21 de abril de 1632 el grado de bachiller en Cánones y Leyes de la Universidad salmantina”.  Regresó a Lima a fines de ese año, siendo entonces su padre el “capellán y mayordomo del arzobispo Fernando Arias de Ugarte”.

Allí completó el doctorado e “inició su carrera de profesor y asesor de virreyes” y en 1647, fue nombrado “para la cátedra de teología escolástica” y tiempo después fue nombrado Rector.

Se ha reiterado que “emprendió la tarea de exaltar las glorias científicas y literarias del Nuevo Mundo en su obra  Alegato apologético en defensa de la Universidad límense.”

También se menciona su desempeño como Gobernador Protector de las Indias de Perú y su fallecimiento en Lima, el 17 de enero de 1671.

Entre los escritos de Diego de León Pinelo Gutiérrez, destacando la importancia de la Universidad limeña, hay algunos textos relacionados con el simbolismo de los colores, señalando que en el bonete que usaban según las diferentes carreras se habían seleccionado para Teología el color blanco “en el cual reluce la pureza de la fe y de la caridad”; los cánones “como florecen reclaman el verde”… Indica que el rojo es “el color de la fuerza y de los que también militan… En Filosofía “el cérulo, amarillo pálido”, color de la medicina porque es color de amante.

(Su nombre distingue a una calle cordobesa; también se lo recuerda en “bibliotecas”…)

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

[1] Navarrete, María Cristina. Judeo-conversos en la audiencia del nuevo reino de Granada. Siglos XVI y XVII. Universidad de los Andes, Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Sociales. (En internet…)

[2] Indica además basándose en una publicación de 1976, que “hacia 1596, Nuño Rodríguez de Acevedo tenía una hija residenciada en Popayán, llamada María de Acevedo a quien enviaba paquetes de ropa para su vestido y necesidades desde Lima a Popayán, con Baltasar de Abreu.  El contenido de uno de esos paquetes consistía en varias varas de damasco de la China, tafetán blanco, cintas, pasamanos de oro fino, un sombrero de Segovia, guantes y otras cosas.”

[3] Lewin, Boleslao. Cómo fue la inmigración judía en la Argentina. Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, colección Esquemas Históricos, 1983, p. 23-25.

[4] Autoridades porteñas impusieron su nombre a una calle del barrio de Mataderos.

[5] El Padre Antonio Larrouy nació en 1873, falleció en 1935.

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