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“Instantáneas de un genocidio”

“Instantáneas de un genocidio”.

Exhibición en Polonia.

Exposición en la Legislatura de la Provincia de Santa Fe.

Autoridades e invitados especiales.

Historia de la Comunidad Israelita de Santa Fe.

Palabras de la Arq. María Eugenia Bielsa.

Todo hombre tiene un nombre.

Encendido de velas.

Palabras del Presidente de la Comunidad Israelita de Santa Fe.

Palabras del Embajador de la República de Polonia.

Palabras del Embajador de la República Federal de Alemania.

Palabras del Canciller Dr. Rafael Antonio Bielsa.

Palabras del Gobernador de la Provincia de Santa Fe.

“Instantáneas de un genocidio”

Por Tomasz Wisniewski

 

Cedido por la Vicegobernadora de la provincia de Santa Fe Arq. María Eugenia Bielsa, un legajo con 32 páginas que incluye discursos y documentos fotográficos referidos a la conmemoración del Centenario de la  inserción institucional judía Santa Fe.

Es un significativo aporte para el proyecto “Hacíamos ayer (historia, memoria y responsabilidades; arte de vivir y convivir…) generado desde SEPA -Servicio de Educación por el Arte- a los fines de la difusión por internet y mediante un CD que será donado a bibliotecas y escuelas de nivel medio, técnico y superior de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, el lunes 05 de diciembre de 2005…  Aquí, la reproducción de algunas páginas con agregado de títulos para guiar al lector.

“Avancemos hacia el fraternal encuentro…” N.O.F

 

Exhibición en Polonia

“El 4 de noviembre de 2004 se inauguró la exhibición de fotos ‘instantáneas de un genocidio’, en el Museo Judío de Tykocin (Polonia).  Desde su inauguración, la muestra ha sido visitada por miles de personas.  La exhibición podrá ser apreciada en la Argentina, Alemania y Suecia.

La colección consiste en más de 30 fotografías tomadas por soldados alemanes en los guetos de Polonia durante la ocupación nazi, y documenta la vida diaria de los judíos habitantes de los guetos, el sufrimiento, el horror y la tragedia.

Las imágenes pertenecen a la colección de Tomasz Wisniewski, periodista e historiador polaco, no judío, y presidente de la organización En busca de la sociedad polaca.

Wisniewski dedicó años de su vida a investigar la comunidad judía de Bialystok, durante la conmemoración del 61 aniversario del Levantamiento del Gueto de Bialystok.  En la ocasión estuvo presente el señor Janusz Krzyzewski, Marshal de la Región de Podlasie.  La muestra fue visitada por el Alcalde de la ciudad de Bialystok, Ryszard Tur, entre otras personalidades de renombre.

Antes de la II Guerra Mundial, Bialystok fue un importante centro de la judería europea.  Allí vivían aproximadamente unos 50.000 judíos.  Actualmente cuenta con no más de una docena de miles de ellos”.  [1]

 

Exposición en la Legislatura de la Provincia de Santa Fe

 

“Muestra fotográfica en conmemoración de los 100 años de la presencia institucional Judía en la Ciudad de Santa Fe.”

“Legislatura de la Provincia de Santa Fe

Santa Fe, 6 de julio de 2005”

 

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* * * * * * * * * *

Autoridades e invitados especiales
  • Gobernador de la Provincia de Santa Fe Ing. Jorge Alberto Obeid
  • Vicegobernadora de la Provincia de Santa Fe, Arq. María Eugenia Bielsa
  • Canciller de la República Argentina, Dr. Rafael Antonio Bielsa
  • Presidente de la Cámara de Diputados, Dr. Edmundo Carlos Barrera
  • Embajador de la República de Polonia, Dr. Slawomir Ratajski
  • Embajador de la República de Alemania, Dr. Rolf Schumacher
  • Ministros del Poder Judicial de la Provincia de Santa Fe
  • Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe
  • Presidente de la Comunidad Israelita de Santa Fe, Ing. Daniel Steinberg
  • Presidente de la DAIA, Don Eduardo Duschkin
  • Rabino, Don Daniel Dolinsky
  • Defensor del Pueblo de la Provincia de Santa Fe, Dr. Carlos Bermúdez
  • Presidente del Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario, Ing. Agustín Rossi
  • Legisladores provinciales.
  • Miembros de la Comunidad Judía.

(Página dos)

Historia de la Comunidad Israelita de Santa Fe

“100 años de trayectoria institucional judía e inserción en la vida santafesina.  Por Marcos Curzón.”

 

“En 1867 se instala en Santa Fe el primer judío del cual existen datos ciertos y documentados, pero es en 1886 y en los años siguientes cuando en forma progresiva empiezan a llegar a nuestra ciudad inmigrantes judíos, de origen sefaradí; y lo hacen por el mecanismo de ‘llamada’, ya que la mayoría eran parientes entre sí.

Debido a ello, en 1895 existe ya una importante cantidad de judíos, cuya presencia se hace notar sobre todo a través de su actividad comercial.  Ese año significa un hito muy importante en la historia judía de nuestra ciudad respecto de su futura organización y su desarrollo comunitario.

También ese año, y probablemente debido a las gestiones de un grupo de vecinos judíos, se inaugura un cementerio propio y se funda la Asociación Hebrea Sefaradí, pero hasta 1921 se desconocen datos sobre su actuación.

Con el correr de los años, el número de asquenazies va en aumento; no solo por inmigración directa, sino también por una suerte de migración interna.  Llegan a la ciudad muchos inmigrantes que ven frustradas sus expectativas en el medio rural, fundamentalmente desde Moisés Ville –primera colonia agrícola judía de la Argentina, fundada en 1889- y desde las colonias judías de Entre Ríos.

Estos inmigrantes de Europa oriental se dedican fundamentalmente a la actividad comercial, ya sea como empleados, cuentenniks (vendedor ambulante) o bien montando su propio negocio.

Así, el día después de Yom Kipur, 11 de Tishrei de 5666 (10 de octubre de 1905), un grupo de 32 socios se reúne en el negocio propiedad de los señores David Stolan y Moisés Katzovich, en calle 25 de mayo esquina San Juan (actual 1ª Junta) y funda la Sociedad Unión Israelita de Socorros Mutuos de Santa Fe, con el objetivo de satisfacer sus necesidades faltantes, ya que todavía funcionaba el cementerio de 1895.

Éste no fue un hecho aislado, ya que en ese mismo año se crea en Buenos Aires la Sociedad Unión Israelita Argentina, que además de los servicios religiosos incluye actividades sociales y culturales, y la construcción de una sinagoga.  Tal intento fracasa por problemas económicos y esta Sociedad desaparece al poco tiempo.

No ocurre lo mismo con nuestra Sociedad: en 1911 se compra un terreno donde se construye una habitación que funciona como sinagoga.  Posteriormente, en 1917, se alquila otro inmueble más céntrico, destinado al funcionamiento de la escuela creada junto con la institución y de la sinagoga.

Como dato importante, cabe destacar que en ese mismo año se une con la Sociedad Tiferet Sion, por lo que agregan a su nombre el término ‘Sionista’, siendo ésta la verdadera ‘idea fuerza’ que los motivó durante toda su existencia.

Finalmente, el 14 de noviembre de 1926, con gran esfuerzo se inaugura el emblemático edificio propio, en calle 1º de Mayo entre Mendoza y Salta.  Este verdadero Bet-Am cobija a numerosas instituciones de distinto tipo (culturales, de beneficencia juveniles, deportivas, de ayuda mutua, etcétera) y fundamentalmente a la Escuela Sionista (actual J. N. Bialik) y a la Sinagoga diaria.  Su salón principal es usado para altas fiestas, casamientos, bar-mitzva y diferentes eventos por muchas instituciones no judías de nuestra ciudad.

Indudablemente, la Sociedad Sionista es el centro de la vida judía santafesina, hasta el resurgimiento de la Comunidad Israelita de Santa Fe, en 1957.

Como homenaje a aquellos pioneros, a continuación se cita a algunos socios fundadores y a los integrantes de la primera Comisión Directiva:

Presidente: Isaac Melman.

Vicepresidente: León Cohan

Secretario: Ezequiel Cohan

Tesorero: Wolf Caminsky

Vocales: E. Tisembaun, David Stolen, Moisés Kasovich y Marcos Brailowsky.

(Página 4)

Palabras de la Arq. María Eugenia Bielsa

Vicegobernadora de la Provincia de Santa Fe

 

“Gracias por habernos invitado a compartir este momento con ustedes -esto va dirigido a los representantes de la Comunidad Judía-.

Probablemente a muchos de los que estamos aquí nos resulte difícil, no entender, sino sentir, experimentar la significación que tiene la inauguración de estas ‘Instantáneas de un genocidio’ y la presencia de los embajadores de la República de Polonia, de la República Federal de Alemania y del Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina para muchos otros que también están aquí, participando de este reencuentro, y en otras tantas partes del país, miembros de la Comunidad Israelita en la Argentina.

Se puede entender, se puede imaginar, se puede condenar, pero se conoce el infierno sólo cuando se ha estado en él.  A ustedes, nuestro reconocimiento.

Este evento, es uno de los muchos que convocarán durante este año a la celebración del centenario de la Comunidad Israelita de Santa Fe, no es uno más.  Está atravesado de recordaciones del horro, del dolor, de la muerte, de atrocidades, de desprecio irracional por la condición humana.

Casi todo lo que se podía decir sobre esto ha sido dicho.  Pero a un mismo tiempo, casi como por un grotesco contrasentido, también está atravesado de solidaridad, de lucha y, ocasionalmente, de amor.  Me parece que también hubo amor en Auschwitz: amor a la vida propia y amor a la vida del prójimo.  Las fotografías lo dicen; la memoria lo exalta.

¿Qué queda de ese enorme campo del espanto, más allá de la conciencia del mundo?  Queda aquí casi todo, está en el hall de nuestra Legislatura.  Incluso, los prisioneros, los residentes polacos que nos miran impávidos, famélicos, extenuados, desde grandes murales y miles de pequeñas fotos.

Un escritor desconocido importuna.  Queda el muro de la muerte repleto de flores y emblemas europeos. Quedan los hornos, reconstituidos o reparados.  Queda el abedul gigantesco, enorme, que hizo plantar el propio creador del campo; se encuentra a la entrada de Auschwitz, junto al letrero puesto por los nazis, que aún sigue allí.  El letrero dice: ‘El trabajo nos hará libres’.  Consigna que a la crueldad le sumó la burla.

Pero quedó sobre todo una esperanza, sometida a la prueba máxima: la esperanza de la memoria.  La memoria ordena el séquito de la verdad. La memoria siempre corteja a la verdad, que está al lado de ella, la mantiene en marcha, evita que se descarríe, que pierda la voz y enmudezca para siempre.  La memoria sigue a la verdad muy cerca de ella y, por lo general, es paciente.

Pudo esperar 60 años del hallazgo de Auschwitz, recordados el 27 de enero de este año, para que una vez más memoria, decisión y verdad se crucen.  Pudo esperar 60 años y 6 meses para que hoy, 6 de julio de 2005, por primera vez una misma voz, Alemania-Polonia-Argentina, emerja en la opinión pública la verdad del genocidio, para que explícitamente como nunca antes develemos que éste, que ha sido contra el pueblo judío, fue en realidad contra la humanidad en su conjunto.

Nadie, por más que lo intente, puede escapar de su sombra.  Más temprano que tarde, el amor puede ir más lejos que la maldad.  Más temprano que tarde la razón pudo ir más lejos que la locura.  Más temprano que tarde, la memoria exorciza el mito del eterno retorno, al que refiere la maravillosa obra de Millan Kundera.

Gracias nuevamente, por haber elegido a la Legislatura de la Provincia de Santa Fe para provocar este reencuentro.

(Página cinco)

Todo hombre tiene un nombre 

Todo hombre tiene un nombre que le ha dado Dios y que le han dado sus padres.

Todo hombre tiene un nombre que le han dado su altura y la forma de su sonrisa.

Todo hombre tiene un nombre que le han dado los montes y que le han dado sus muros.

Todo hombre tiene un nombre que le han dado los signos del Zodíaco y le han dado sus vecinos.

Todo hombre tiene un nombre que le han dado sus pecados y le ha dado su anhelo.

Todo hombre tiene un nombre que le han dado las estaciones del año, y le ha dado su ceguera.

Todo hombre tiene un nombre que le ha dado el mar y le ha dado su muerte…

(Página seis)

Encendido de velas

 

1ª VELA  En conmemoración del millón y medio de niños judíos inocentes e indefensos que fueron masacrados, padres y madres que no serán.

 

Gobernador de la Provincia de Santa Fe, Ing. Jorge Obeid

Presidente de la Comunidad Israelita de Santa Fe, Don Daniel Steinberg.

Alumno de la Escuela Bialik, Federico Steinberg

 

2ª VELA  En la tradición judía, la ancianidad representa la sabiduría.  Ellos, los ancianos, no podían creer lo que ocurría. En homenaje a los mayores malogrados, y bregados por una humanidad más sabia.

 

Canciller de la República Argentina Dr. Rafael Bielsa

Presidente de la Comisión del Centenario, Don Daniel Lifsitz

Representante de la Asociación Mutual Israelita Argentina,

Don Jaime Jacobo Bosch

 

3ª VELA  Aceptaron conducir las distintas comunidades y con heroísmo, compromiso y liderazgo, a pesar de lo que los rodeaba, desde sus puestos de ashkanin (dirigentes comunitarios) no renunciaron a sus ideales.

 

Embajador de la República de Polonia, Slawomir Ratajski

Presidente de la DAIA-Santa Fe, Dr. Eduardo Duschkin

Representante del Congreso Judío Latinoamericano, rama del Congreso Judío Mundial, Don Claudio Epelman

 

4ª VELA  La educación y la transmisión son fundamentales para la vida y el respeto por el prójimo.  Rabinos y maestros lucharon duramente esta época oscura para seguir trayendo luz y esperanza al mundo.

 

Embajador de la República Federal de Alemania, Rolf Schumacher.

Rabino de la Comunidad de Santa Fe, Don Daniel Dolinsky

Directora del Área Estudios Judaicos de Educación Media de la Escuela Bialik, Doña Clara Epstein

 

5ª VELA  Y en la noche no era todo oscuridad; hubo farolitos aislados, pequeñas lucecitas que iluminaban: eran los justos entre las naciones, hombre y mujeres que a precio de sus propias vidas amaron a sus prójimos como a ellos mismos, salvaron una vida y así, al mundo entero.

 

Vicegobernadora de la Provincia de Santa Fe, Arq. María Eugenia Bielsa.

Representante de la Asociación de Héroes Polacos, Don Ariel Shlamovitz

Representante de la Comunidad de Ceres , Don Ariel Climovsky

 

6ª VELA  Desde su rebelión juvenil lucharon, pelearon y gritaron al mundo: ‘¡No así! ¡Nunca más!’  Entregaron sus mejores años y sus vidas por el compromiso con la humanidad.  En cada gueto, los jóvenes luchadores enseñaron el rumbo de no rendirse.  No es inevitable, nunca digas ‘Esta senda es la final’.”

 

Presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe,

Dr. Edmundo Barrera

Presidente de Macabi Santa Fe, Don Omar Ajum

Miembro de la Comisión del Centenario, Don Enrique Lifsitz

 

(Páginas siete-ocho)

 

Minuto de silencio por las víctimas de la II Guerra Mundial

 

 

Palabras del Presidente de la Comunidad Israelita de Santa Fe

Señor Daniel José Steinberg.

 

Hace sólo unos pocos días decíamos:

‘shehejianu vekimanu vehiguianu lazman haze…”

-Qué bueno es estar hoy aquí, juntos-

 

Hoy, nuevamente, en el marco del Centenario de la Comunidad Israelita de Santa Fe decimos: ‘¡Qué bueno es estar juntos!’  Porque hace más de seis décadas ‘estar juntos’ era imposible; la intolerancia y el desprecio de las minorías eran lo corriente.

Algunos creyeron ser iluminados, dueños de la verdad y señores para decidir acerca de la vida y la muerte de los demás disponiendo para sí del poder despótico y absoluto frente a aquellos que por alguna razón se les diferenciaban.

Y ese falso concepto generó una guerra, la más terrible para la humanidad, porque en un hecho inédito apareció tristemente entre los hombres ‘la máquina de exterminar’.

Muchos millones sufrieron las consecuencias en una Europa desangrada, a lo largo de casi una década.  Pero lo más tenebroso fue la persecución a la población civil, aquella que no tenía formas de defenderse, que solo podía escapar a ninguna parte… Y fueron aquellas minorías, que casi nada podían hacer, las que la sufrieron; y fue la población judía la que más aportó en sangre, sufrimiento y muerte, para que se transformase en un verdadero holocausto.

Hoy, cuando ‘nuevos iluminados’ pretenden negar lo acontecido minimizando lo pasado y quitándole su trascendencia, tenemos la ocasión de exhibir esta muestra fotográfica ‘Instantáneas de un genocidio’.

Para aquellos que niegan la realidad, para los que pretenden olvidarla como un ‘punto final’, los invito a asistir a esta galería de la degradación del ser humano, para que ninguna nación, ningún dirigente, ningún político de turno dé vuelta la cara para no ver.

Qué bueno es estar juntos, con diferencias, con memoria y sin olvido, pero juntos, recordando lo acontecido desde nuestro propio dolor, con la infinita confianza de que alguna vez seremos más tolerantes, más humanos, como toda religión lo pregona, aunque nos empeñemos en contradecirlo.

Para aquellos que dieron su sangre, para aquellos que murieron sin poder dejar una descendencia, este es nuestro homenaje y nuestro recuerdo.

(Página diez.)

Palabras del Embajador de la República de Polonia

Doctor Slawomir Ratajski

 

Cuadros detenidos en el tiempo del Exterminio; apenas antes de la ‘solución final’, personas y momentos retenidos en el cuadro.

Hoy tenemos ocasión de “conocer” a un grupo de personas que alguna vez vivieron en un pueblito, unas cerca de otras.  Algunos fueron amigos, otros no simpatizaban entre sí; vivieron con mayor o menor acuerdo, tal como sucede normalmente en cada pueblo.

En el Teatro Judío de Varsovia estuvo en escena durante bastante tiempo la obra Hubo un pueblito, que mostraba precisamente este tipo de convivencia.  La exposición que hoy vemos tiene mucho del clima de esa obra, solo que a sus personajes los conocemos en el momento en que su comunidad, su vida, se alejan irremediablemente hacia el pasado, desaparecen para ya nunca repetirse; para volver solo en el recuerdo de esos pocos que sobrevivieron al exterminio,  para volver en las fotografías que alguien encontró y consideró valiosas, necesarias, incluso imprescindibles para rescatar del olvido a esas personas únicas e irrepetibles.

Puede que sea un gesto pequeño este rescate de la memoria, pero por eso es sensato y natural, es humano.  Ojalá hubiera en nosotros mucha de esta simpatía hacia los demás hombres.

Ésta es la ciudad que asume y difunde el fundador del Centro de los Héroes Polacos, Marcos Resnicky, el organizador de esta exposición.  La postura del Centro es también la postura del diálogo, sin el cual es imposible conocer y comprender a los demás.  Es también la valentía de buscar el bien en cada situación, aun la más espantosa, por intermedio de aquellos que pudieron rescatarlo.

Hoy, a través de las experiencias de las guerras, debemos hacer todo lo posible para que el desprecio y la falta de respeto por el otro no retornen, para que nunca más este desprecio se materialice en la destrucción de naciones enteras y sus culturas.

Recordemos entonces, con todo respeto, a aquellos cuyo mundo ha desparecido sin retorno.  Contemplemos su tragedia de un modo personal, sin intermediarios: miremos sus rostros.                                                                                                          (Página once.)

Palabras del Embajador de la República Federal de Alemania

Doctor Rolf Schumacher

Señor Canciller; colega Embajador Ratajski, autoridades de la provincia de Santa Fe; invitados, sobrevivientes y representantes de sobrevivientes; representantes de la Comunidad Judía, damas y caballeros:

Junto con el señor Canciller, con mi colega polaco y con representantes de los sobrevivientes del Holocausto estamos aquí para inauguración esta exhibición fotográfica.

A principios de este año se conmemoró en todo el mundo el sexagésimo aniversario de la finalización de la guerra en Europa.  Desde 1945 Alemania ha transitado un largo camino, un camino que en aquel entonces casi nadie hubiera imaginado posible.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, Joschka Ficher, citó recientemente a David Ben Gurión en un comentario sobre el reinicio de las relaciones diplomáticas con Israel hace ya 40 años:

“Quien no cree en milagros no es realista”.

De hecho, es un milagro y al mismo tiempo una realidad: nuestras estrechas y amistosas relaciones con Israel; los buenos términos de nuestra relación con Polonia; y desde hace décadas, Alemania como socio constructivo dentro de Europa y en el escenario internacional.  Ya el primer gobierno de posguerra, conducido por el Canciller Federal Konrad Adenauer, se había fijado un objetivo fundamental: la reconciliación con Francia, Polonia e Israel.

Con respecto a Polonia, precisamente la Guerra Fría impidió por muchos años dar los pasos decisivos para lograr este objetivo.  En diciembre de 1970, el Canciller Federal Willy Brandt visitó la ciudad de Varsovia.  Al hincarse ante el monumento en recordación de las víctimas del Levantamiento del Gueto de Varsovia se reverenció también ante Polonia y ante el pueblo judío.  Un gesto simbólico que aún hoy se recuerda, tanto en Polonia como en Alemania.

Después de la guerra, Alemania se enfrentó a un gran desafío.  La construcción de una sociedad democrática en su interior y el camino de retorno hacia la comunidad internacional de Estados sólo fue posible gracias al análisis creíble y persuasivo de nuestra historia.  En virtud de la magnitud de la responsabilidad que asumió Alemania por la II Guerra Mundial y, en particular, debido a la shoá, este no fue siempre un camino fácil.

No obstante, considero que mi país encaró este desafío con éxito.  Por un lado, asumimos nuestra responsabilidad histórica y moral y, por otra parte, las enseñanzas de la dictadura, de la guerra, del sufrimiento y del genocidio marcaron nuestra propia comprensión.  También fueron determinantes para la política alemana, tanto hacia adentro como hacia fuera.

Finalmente transcurrieron sesenta años desde la finalización de la guerra.  Es un lapso corto de tiempo en la historia de los pueblos, es un lapso corto de tiempo si pensamos en el camino recorrido desde entonces. Sin embargo, es un período largo de tiempo en la vida de las personas.

Los testigos presenciales, que vivieron personalmente el horror de la guerra y de la shoá y que pueden dar su testimonio, son cada vez menos.  Por eso son invalorables aquellas iniciativas como la de Steven Spielberg, quien a través de su Shoa Foundation ha entrevistado en todo el mundo a miles de sobrevivientes y ha registrado para la posteridad sus conmovedores relatos.

Pero también las fotografías que se exponen en esta muestra son un testimonio contundente de la realidad de aquellos días.  Si nos proponemos aprender de la historia, no debemos olvidar esta realidad.

No se trata de las imágenes conocidas que documental el final de la shoá, el final del horror de los campos de exterminio; más que nada son los testimonios de un instante, en el que toma su curso un devenir, aún hoy incomprensible para muchos.  Todavía se perciben los restos de la antigua cultura y de la vida cotidiana den el steti, se revive la abrupta irrupción en este mundo sagrado, se ve la progresiva transformación del steti en gueto.

Sabemos cuál fue el final de ese devenir.  La gente en aquel entonces no lo sabía, si bien las imágenes de la alarmante magnitud de desprecio hacia la vida humana lo documentaban desde los primeros días de la ocupación de Polonia, en 1939.

Mirar a los ojos de esas personas es para mí emocionante y angustiante.  Seguramente también lo es para ustedes.  Ya sean ancianos o niños, todos expresan la inseguridad, el miedo, la incertidumbre de lo que vendrá.  En estas imágenes, el horror de la Shoá adquiere rostros y ojos que nos miran.

Espero que mucha gente visite esta exposición.  Seguramente ellos se quedarán con la convicción de cuán importante es oponerse con total firmeza a todas las formas de violación de la dignidad o de la vida de nuestros prójimos.                                   (Páginas 12-13)

Palabras del Canciller Dr. Rafael Antonio Bielsa

“Palabras del Dr. Rafael Antonio Bielsa – Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina.”

 

Estimado Embajador de la República Federal de Alemania, Dr. Rolf Schumacher; estimado Embajador de la República de Polonia, Dr. Slawomir Ratajaski; estimado Gobernador de la Provincia de Santa Fe, Ing. Jorge Alberto Obeid; señor Vicegobernadora de la Provincia de Santa Fe, querida hermana, María Eugenia Bielsa; estimados señores presentes:

 

Según se ha dicho, la memora es un país extraño.  Por ello, hacer memoria frente al holocausto judío de la II Guerra Mundial, un fuerte desafío intelectual y moral, nos sumerge en un extraño país: el país de los corazones que pensaron las razones de lo que no tenía razón de ser.

Porque conocemos los hechos; están ahí.  Allí están las fotos, las escenas conmovedoras, el horror retratado, el escándalo moral.  Pero los hechos, por muy trágicos que sean, no son al cabo más que objetos.  Los hechos no le alcanzan a la condición humana para explicarse nada; sólo le dan testimonio.  En su Dasein, en su carácter de cosas, en su estar allí, abruman de horror, al mismo tiempo que ciegan el entendimiento.

Por lo tanto a los hechos hay que darles sentido, explicarlos, situarlos, hacerlos inteligibles.  La comprensión es uno de los modos que ha desarrollado el hombre para hacer tolerable lo que es inconcebible.  Hay que hacerlos humanos, darles un sentido histórico, hay que ponerlos en perspectiva.

Porque no hay -nunca la hay, y menos frente al desmesurado horror- historia objetiva.  Hay historiadores situados; seres humanos con posturas; lectores educados de algún modo; ciudadanos impactados por cierto pasado reciente. De lo contrario, todos seríamos como Funes, el memorioso, el prodigioso personaje de Borges que todo lo recordaba, que fijaba automáticamente todo lo que leía en su mente, pero nada podía entender porque no podía pensar.

El holocausto nazi consistió en la aniquilación sistemática y burocrática -insisto: sistemática y burocrática, es decir, ordenada, organizada, calculada, sopesada, evaluada- de seis millones de judíos durante la II Guerra Mundial.

En 1933, casi nueve millones de judíos vivían en los 21 países de Europa que fueron escenarios de la guerra. Para 1945, dos de cada tres judíos habían sido asesinados, junto con 250.00 gitanos y miles de homosexuales y de otras minorías étnicas, religiosas o sociales.  Más de tres millones de prisioneros de guerra soviéticos fueron asesinados por su nacionalidad, así como dos millones de polacos perecieron a causa de trabajo forzado.

El Tercer Reigh, destinado a durar mil años, se extendió algo más de doce, entre enero de 1933 y abril de 1945.  La funesta obsesión nazi por el exterminio de la raza judía es tan evidente como temprana; el 30 de enero de 1933 el presidente Hindenburg nombra al líder del Partido Obrero Alemán Socialista, Adolf Hitler, como Canciller, como Primer Ministro, mientras que el 23 de marzo se establece el primer campo de concentración en Dachau.

¿Cómo lo hicieron? ¿Por qué lo hicieron? ¿Para qué lo hicieron? Heidegger, al cerrar su discurso del rectorado, dijo:

“Todo lo grande está en medio de la tempestad”.

 

Es una idea platónica, es una idea que trabajó Shakespeare.  Y quienes lo escucharon, lo más culto y lo más granado de la filosofía europea de su tiempo, elevaron sus brazos jubilosos y glorificaron al maestro de Alemania.

¿Es justo culpar a la filosofía de la impiedad de aquellos tiempos? ¿A ella o a las rugosidades de la historia debemos hacer responsables por lo que continuó?

Un intenso debate entre corrientes historiográficas posbélicas intenta dar cuenta de tanta irracionalidad, busca encontrar un sentido al sinsentido.  Para los intencionalistas, Hitler juega un papel fundamental, situado en un escenario proclive al exterminio, desarrollando un plan minuciosamente preestablecido.  Es la escena de esa hipnótica película La caída, que todavía está en cartel, que uno no puede dejar de ver y seguir viendo: Hitler, momentos antes de quitarse la vida, repitiendo que había que exterminar al pueblo judío.

Los funcionalistas, en cambio, disminuyen el papel determinante del fürher, consideran al régimen como una policracia, y sostienen que en el origen y la legitimación de la masacre fueron determinantes las circunstancias económicas y políticas de la República de Weimar, así como la evolución del frente militar.

Insólitamente, ya se ha dicho, existe también una corriente historiográfica negacionista, más elegantemente autodenominada “revisionista”, que intenta la quimérica, la imposible tarea de negar lo sucedido.

Cada tanto, otro debate intelectual y político atraviesa el planeta buscando dar cuenta del horror, como el derivado de la publicación de los verdugos voluntarios de Hitler.  Recientemente, el Debate Goldhagen demostró que no está cerrada la polémica histórica acerca del papel jugado por la población, por los alemanes corrientes de entonces, y el sentido común impregnado de antisemitismo que circulaba por la Alemania y la Europa de esa época.

Tampoco en nuestro país está cauterizada la pregunta acerca de en qué modo el argentino corriente consintió la masacre del gobierno de las Juntas Militares. Estamos hablando de la banalidad del mal, estamos hablando de la condición humana.

Hay un elemento central para comprender lo sucedido, más allá de la crisis de la República de Weimar, en medio de invocaciones germánicas, alternativas nacionalistas y conspiraciones de la alta burguesía.  Ese elemento es el odio; el uso político del odio; el odio como elemento aglutinante; el odio como instrumento de vehiculización de frustraciones; el odio como síntoma de temor, de desprecio, de connotación peyorativa, de incapacidad para colocarse en el lugar del otro para comprender lo distinto, par concebir la alteralidad, la diferencia. El odio es funcional al pangermanismo, al Lebensraum.

Dieler Müller, personaje central de la sombra de Heideger, la reciente novela de Juan Pablo Feimann sobre el nazismo, le cuenta a su hijo la evolución del miedo y del odio:

“Un régimen que une a un pueblo y a un führer necesita para unirse algo o alguien a quien odiar, necesita otro, demoníaco  El otro demoníaco del nacional socialismo, tan complejo al inicio; el Tratado de Versalles; los traidores social-demócratas; los bolcheviques; la Rusia revolucionaria; el cosmopolitismo decadente de Weimar; las finanzas de los mercaderes judíos que se devoraban al país.

El otro demoníaco se fue simplificando hasta expresarse en una cifra única y monstruosa.  El otro demoníaco es el judío”.

Para dar cuenta de ese odio, para dar cuenta del dolor, para mencionar el horror, nos encontramos también con los límites del lenguaje.

Como afirma Primo Levi en Si esto es un hombre:

“Decir frío, decir hambre, sueño, invierno, miedo, dolor, no se corresponde con la sensación que podíamos tener cuando faltaba comida o con la manera de tener frío en el campo de concentración.  Son palabras que han sido creadas por y para hombres libres, que viven en su casa.

El horror debería tener su propio lenguaje, su propio diccionario, porque el material que disponemos viene de afuera; de afuera de los campos.  Y no alcanza”.

Etty Hillesum, la holandesa concentrada en Westerbork, el campamento de paso hacia los campos de exterminio de Alemania y Polonia, escribe a su padre, Han:

“Solamente en breve saludo.  Escribir desde este campo es imposible; no por falta de tiempo, que sobra, sino por exceso de estremecimientos”.

Por eso citamos las palabras de Paul Celan, escritor rumano, quien perdió a sus padres en un campo de concentración y él mismo padeció trabajos forzados, que se refiere al hambre de los campos así:

Leche negra del alba la bebemos de tarde

la bebemos al mediodía y a la mañana

la bebemos de noche

bebemos y bebemos.

Cavamos una tumba en los aires

allí no hay estrechez.

 

-“¿Se puede escribir poesía después de Auschwitz? –se le preguntó a la filosofía de posguerra-.

-Nosotros hoy, ayudados por la belleza, vamos en busca de la memoria.  Construimos la memoria arduamente, laboriosamente, porque tener memoria implica cierta terquedad, requiere cierta obstinación, cierta obsesión, cierto arrojo, cierta incertidumbre -qué palabra-, porque la memoria no es automática, no es un dato biológico.  La memoria, como el olvido, se construye obstinadamente, conscientemente, cotidianamente, humanamente.”

 

Miren lo que dice Etty Hillesum en una carta escrita en su campo de concentración, pronta a morir:

“Ni las palabras ni las imágenes me bastan para describir una noche como esa, ya lo advertí a menudo, pero intentaré describiros algo.

Me siento testimonio privilegiado, y sutil de un capítulo de la historia judía, y experimento la necesidad de hacerme voz. Pero no podemos perder de vista los acontecimientos que se producen en todo el mundo.

Cada cual habrá de aportar su granito de arena, con el fin de que después de la guerra se recomponga el mosaico de nuestra convivencia.”

 

Es que una tradición requiere de trabajos, y requiere de días.  Tradición remite a tradere, que es “tesoro”.  La memoria se atesora y se pasa de una generación a otra, de generación en generación, como una antorcha épica, como un plato de comida caliente o como el mismo amor.  La memoria se trama, se teje, se hereda, se aumenta; no hay manera de escapar a la cotidiana relevancia de los días previos.

Borges, que lo dijo todo, nos recuerda en Everness la presencia implacable del pasado en nuestras vidas:

Solo una cosa no hay.  Es el olvido.

Dios, que salva el metal, salva la escoria

y cifra en Su profética memoria

las lunas que serán y las que han sido.

 

Conjuramos el olvido también aquí, en un país que miró para el otro lado, frente a los horrores propios y a los ajenos.  Solo unos pocos locos y unas pocas locas se aferraron a las fotos queridas y señalaron con sus dedos temblorosos el tamaño del dolor.

Porque alguna vez despreciamos, censuramos, condenamos, abjuramos, ocultamos, postergamos, por eso tenemos que dedicarnos a recordar con delectación de artista, con goce de éxtasis.

La memoria es una red que nos une, un tejido que nos sostiene, que nos conecta de un modo especial; con colores distintos, con figuras en cada país, con figuras en cada época.

La memoria nos salva, nos rescata, nos hace personas, nos convoca, nos junta para siempre; nos cambia la vida y la indiferencia.  La memoria bautiza de nuevo a los sufridos, a los fusilados, a los gaseados, a los mutilados, a los incinerados.  La memoria sosiega a los chicos, nombra a los muertos, protege a las mujeres, cuida a los ancianos.

La memoria es más fuerte que el miedo.  La memoria es más fuerte que la muerte.  Y si no fuese así, basta con mirar esto: aquí estamos, juntos, conmovidos, en este acto de comunión colectiva.  Nada más y nada menos que liberando a seres humanos, seres como nosotros, de la muerte que jamás pensaron morir.

(Página catorce-diecisiete.)

 

Palabras del Gobernador de la Provincia de Santa Fe

Ing. Jorge Alberto Obeid

 

Señora Vicegobernadora de la Provincia, señor Canciller de la República Argentina, señor Presidente de la Cámara de Diputados, señor Embajador de la República de Polonia, señor Embajador de la República de Alemania, señores Ministros del Poder Judicial de la Provincia, señor Presidente de la Comunidad Judía, señor Presidente de la DAIA, Rabino Daniel Dolinsky, autoridades de la Comunidad Judía, señoras y señores:

 

Hace casi 70 años, para ser más preciso el 12 de octubre de 1936, se conmemoraba un aniversario del descubrimiento de América en la Universidad de Salamanca.  Su rector era una de las figuras más brillantes de la Lengua y del pensamiento español: don Miguel de Unamuno.

Comenzaba la Guerra Civil Española, se vivían momentos difíciles; y mientras se desarrollaban los actos de la conmemoración irrumpió en ellos un grupo de legionarios encabezado por el general Millán Astray, un falangista que había impuesto un grito con el cual entró en la Universidad de Salamanca.  Ese grito era “¡Viva muerte!”

Una vez que se ubicaron estos personajes, don Miguel de Unamuno, sin perder la calma, tomó la palabra y pronunció uno de los discursos más bellos que a mi juicio se puede haber pronunciado en toda la historia.  Decía don Miguel de Unamuno, en respuesta a aquel grito de “¡Viva la muerte!”:

“Hay ocasiones en que permanecer callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como asentimiento.

Voy a comentar el discurso -de alguna manera hay que llamarlo- del General Millán Astray, que se encuentra entre nosotros.  Pasemos por alto la afrenta personal que implica la repentina explosión de insultos contra vascos y catalanes, que también lo había hecho Millán de Astray, a los que ha llamado la antipatria de España.

Acabo de oír un grito necrofílico y sin sentido: ‘¡Viva la muerte!’. Y yo, que me he pasado la vida creando paradojas que han despertado iras incomprensibles, os debo decir en calidad de autoridad experta que esta grosera paradoja me resulta repelente’.

La respuesta de los legionarios de Millán Astray es que además de gritar ‘Viva la muerte’ comienzan a gritar:

“¡Viva la muerte, muera la inteligencia!’.

Entonces Miguel de Unamuno pierde la calma, los echa de la Universidad y les dice:

“Éste es el templo del intelecto y yo soy su sumo sacerdote.  Vosotros estáis profanando su sagrado recinto.  Vosotros venceréis, pues disponéis de la fuerza bruta más que suficiente, pero no convenceréis.  No puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión.  Para convencer necesitáis persuadir, y para persuadir necesitaréis aquello de lo que prácticamente carecéis: la razón y el derecho en la lucha”.

 

Conocido es cómo terminó la historia: Miguel de Unamuno fue detenido, puesto en prisión en su domicilio; falleció al poco tiempo.  Y el huevo de la serpiente ya estaba incubado.  Después de la Guerra Civil Española vino la II Guerra Mundial; al holocausto de un millón de españoles le siguió el de seis millones de judíos, que recién mencionaba y describía tan acertadamente el Canciller Bielsa.  Después de los judíos vinieron los gitanos, los soviéticos; y todo ello producto, sin lugar a dudas, del mismo hecho que describía Unamuno: el culto de la muerte.

Aquí cabría que nos hagamos una pregunta: ¿podría haber existido el holocausto judío, si no hubiera habido nazismo, si no hubiera habido fascismo; si no hubiera habido falangismo, podría haber existido Millán Astray?

Yo estoy convencido de que los genocidios y los holocaustos son producto de los autoritarismos, y que el mejor antídoto que hay contra ellos es la democracia.  Y creo que este es un tema sobre el que tenemos que reflexionar profundamente, porque a veces no nos damos cuenta del valor que tiene vivir en el sistema democrático y en un estilo de vida democrático.

El coraje de Unamuno no alcanzó.  La democracia misma a veces no alcanza, porque cuando hay democracia, pero esa democracia no garantiza justicia, también se corre peligro de genocidios.  Todavía tenemos abiertas en este país heridas profundas, como las que significaron los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel.

Si no hay justicia, no hay tabla de valores; el bien parece que fuera igual que el mal.  Entonces, democracia, coraje político en los hombres que componen la sociedad y justicia, son sin lugar a dudas, los valores éticos que garantizan que una sociedad nunca más vaya a repetir hechos como los que se vivieron durante la II Guerra Mundial y como los que, lamentablemente, pareciera que en algunos lugares del mundo todavía se están viviendo hoy.

Para terminar esta rápida reflexión, como empecé con una cita que tenía que ver con España, quiero hacerlo con algo que ya es más bien de índole personal; una pequeña anécdota, casi insignificante, pero que a mí me significó una enseñanza.

Hace algunos meses recorríamos la Real Academia de la Historia, en Madrid, haciendo trámites relacionados con la instalación del Instituto Cervantes en la ciudad de Rosario.  Y nos guiaba por ese hermoso palacio que ocupa la Real Academia el Secretario General, un hombre grande, que lleva más e 30 años allí.  Al llegar a la escalinata de acceso descubrimos una gran placa, en homenaje a dos sacerdotes muertos; y fíjense qué paradoja: un jesuita y un dominico.  Y la fecha era 1937.

Entonces, a mi se me ocurrió preguntarle a este hombre, que era muy culto, muy mesurado y equilibrado -año 1937, dos curas muertos-:

“¿Los mataron los republicanos?”

Y él me respondió, sin un dejo de ironía y con mucha seriedad:

“No.  Los mataron los asesinos”.

 

Los que matan son los asesinos.  Al genocidio judío no lo produjo el pueblo alemán; lo produjeron los asesinos que había en Alemania. Y lo que hay son  ideologías asesinas, ideologías que a partir de la proclamación del nihilismo proclaman el uso del terror como método político, justifican la violencia e incitan a la muerte, y provocan los genocidios.

Yo creo que no hay un genocidio “judío”; un genocidio “armenio”; un genocidio “palestino”, un genocidio “argentino”, como el que se produjo entre los años 1973 y 1983.  Cada uno de estos genocidios es un genocidio “a la humanidad”; significan que toda la humanidad ha sido herida por esas fuerzas del mal a las que invitaba Millán Astray y ante las cuales, valientemente, se paraba para enfrentarlas don Miguel de Unamuno.

Creo que siempre estará presente en el hombre, o en algunos hombres, ese germen del mal. Y estoy convencido de que frente a la posibilidad de que llegaran a surgir cualesquiera de estas ideologías del nihilismo, del terrorismo, de la destrucción del otro, del odio, insisto en que para mí los grandes remedios son: en primer lugar, la democracia; en segundo lugar, la justicia, porque la impunidad, sin lugar a dudas, es el peor remedio para combatir estos males; y en tercer lugar, el coraje cívico de los hombres que conducen la sociedad.

Porque Miguel de Unamuno murió, pero yo estoy convencido de que su ejemplo ha cundido frente a la historia, como un ejemplo de que es posible que aunque el mal circunstancialmente pueda llegar a vencer, lo que nunca va a hacer es convencernos.

(Páginas 17-20)

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Reiteración de textos.

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

Noviembre 2005.

 

 

 

[1] Impreso en la página 22 que precede a las reproducciones de las fotografías expuestas (p. 23-32), en el legado cedido por la Señora Vicegobernadora de la Provincia de Santa Fe Arq. María Eugenia Bielsa.

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